Capítulo 1

1K 49 21
                                    

—¿Podés creer que estemos acá, hija? Mira lo que es esto... Un sueño.

Habían pasado un par de horas desde nuestra llegada a Monza, Italia, y solamente faltaban dos días para que el emocionante fin de semana que papá llevaba esperando con tanta ilusión, al fin diera comienzo.
Sonreí ampliamente al verlo recorrer la suite con fascinación. Quizás no compartiera su pasión por las carreras, pero ver sus ojos desbordar de alegría al caer en cuenta que uno de sus más grandes sueños se materializaba, simplemente me derretía el corazón.

Por mi parte, estaba más que encantada con toda la experiencia nueva. Era mi primera vez viajando en avión fuera del país y, lo más genial de todo, sin tener que gastar ni un peso.
¿Que cómo era posible? Bueno, papá trabajaba como obrero en una importante empresa de energía la que, al parecer, iba a patrocinar a un piloto argentino que estaba por hacer su debut en la Fórmula uno. Fue gracias a un sorteo que realizó dicha empresa, del que solo participaban los empleados de mayor longevidad (entre ellos, mi papá), y del cual salió como uno de los cinco ganadores, es que pudimos hacer este viaje con tal nivel de lujos.

El premio era totalmente espectacular y demencial. Incluía los pasajes de avión en primera clase, como también el alojamiento en un prestigioso hotel de cinco estrellas, el cual se encontraba a solo unos quince minutos de donde se iba a realizar la carrera. Además de los pases VIP para la F1 que, por lo que me había comentado mi papá, brindaban acceso al Paddock Club, que según sus propias palabras era: 'el paraíso de todo apasionado del mundo de las carreras.'

Sin dudas todo era una locura absoluta y yo no podía dejar de sentirme como si fuera la celebridad del momento; nunca en mi vida había estado rodeada de semejantes excesos y atenciones de alta categoría. Para nada.
Nosotros vivíamos en una granja de un pueblito bastante humilde y alejado de las grandes ciudades. Teníamos gallinas, vacas, caballos y algunas ovejas. Además de mis perros y gatos.
Cuando me aburría de ganarle a mi papá en carreras a caballo (a las cuales él mismo me retaba), me gustaba pasar tiempo en el lago que se encontraba a unos metros de la estancia, dándole de comer a los patos o simplemente disfrutando de la tranquilidad que se respiraba en aquel lugar.

No cambiaría por nada mi vida en el campo; sin embargo no voy a negar que una aventura como esta, de vez en cuando, no le viene mal a nadie.

—¿Y viste la hermosura de vista? Dios, no me imagino lo que debe ser de noche. Sacado de una película.

—¿Salimos a recorrer? Yayaya.

—Uy hija, me vas a matar pero el vuelo me dejó hecho pelota. Me parece que me voy a estrenar la cama... ¿no te enojas?

—No, pa, tranqui. Mientras vos dormís yo voy a chusmear el hotel, y por ahí me de un par de vueltas, no muy lejos. No vaya a ser cosa que me termine perdiendo.

—Dale hermosa, tené cuidado. Cualquier cosa llamame —se dio la vuelta y levantó una ceja—. Ojito con los italianos, escuché por ahí que son terribles chamuyeros.

—Bue, literalmente un argentino promedio...

●°•●•°•●•°•●•°●

Tras terminar de cambiarme por ropa más cómoda, salí de la habitación y fui directo a llamar el ascensor.
Afuera hacía un día hermoso; el cielo estaba completamente despejado, las aves volaban con envidiable libertad en su inmensidad y el sol bañaba de dorado toda la costa. Era como salido de una postal.

El ascensor llegó a mi piso, lo que me obligó a dejar atrás aquella vista de ensueño.
Una vez dentro observé el panel un momento y, sin darle muchas vueltas, presioné el botón de la planta baja.

𝗪𝗢𝗠𝗔𝗡𝗜𝗭𝗘𝗥 | ━━ Franco ColapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora