Capítulo 2

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Mientras recorría las calles adoquinadas de la ciudad, caí en cuenta de que el chico no me había dicho su nombre en ningún momento y yo, como una boluda total, tampoco se lo había preguntado.
Todo pasó tan rápido y fluyó de una manera tan naturalmente amena que no me dio tiempo siquiera de poder pensar con claridad. Aquello había sido como tener un repentino encuentro con un viejo amigo que no veía hacía tiempo. Re loco. Muy rara vez me pasaba algo así, de conectar con alguien tan rápido.
De todas formas sabía que era algo que tenía que ver con él, con su energía y la seguridad con la que se manifestaba y desenvolvía. Transmitía tanta confianza que de cierto modo te contagiaba. Un poco le envidié eso.

Observé la hora en mi celular. Marcaba las 3 p.m, por lo que, más o menos deduje, habían pasado como dos horas después de mi partida del hotel.
Desde entonces lo único que hice fue pasear, sacar miles de fotos y admirar todo lo que me rodeaba con fascinación. Me había enamorado de toda la estética y mi galería era prueba de ello.

Todavía no me animaba a entrar en ningún local, prefería mirar desde afuera, aún con cierto temor de ser partícipe de otra escena bochornosa como la de hoy temprano.
Tengo que decir que, si no fuese por mi increíble talento para mandarme a mudar sin dejar rastros y camuflarme en la multitud, por poco y no me salvaba de tener que interactuar con algunos.
Al parecer mi papá tenía demasiada razón al advertirme con respecto a los italianos, incluso me atrevería a decir que se quedaba cortísimo con su descripción.
Fueron incontables las veces que los hombres con los que me cruzaba en el camino casi que me comían con la mirada, lo más desconcertante de todo era que ni se molestaban en disimularlo. Encima, en el mínimo intercambio de miradas que detectaban, ya en seguida trataban de acercarse con intenciones muy obvias. Por lo tanto, yo rajaba despavorida apenas notaba movimientos o expresiones sospechosas.

Quizás estaba siendo demasiado prejuiciosa, mas no me iba a arriesgar.
Estaban muy buenos y todo, pero la verdad era que el tema del idioma lo hacía un poco complicado. Además, siendo sincera, me generaban un poquito de miedo y desconfianza.
Al ser una persona que se pasaba la mayor parte de su tiempo aislada en su casa, y que la unica compañía que tenía era, en mayor parte, animales de granja, la repentina atención masculina que recibía en ese momento me abrumaba.
Si trataba de compararlo con el intercambio que había tenido con el chico del ascensor, no podía. Si bien había sido un poco pícaro, lo había hecho más en tono de broma que otra cosa, y sobre todo no me había hecho sentir incómoda en ningún momento; mientras que los otros... bueno, de solo ver la desagradable forma en la que me miraban me hacía pensar que yo no era más que un pedazo de carne. Solo faltaba que se relamieran para que fuera un auténtico documental de esos que pasan en discovery channel.

En fin.
Mi incesante caminata me había llevado hasta la entrada de un gigantesco parque. Varias personas entraban y salían montadas a sus bicicletas; unas trotaban en los alrededores y otras paseaban a sus mascotas. Había también algunas parejas y pequeñas familias sentadas en el césped, esparcidas por lo ancho del terreno, merendando o jugando.
Una punzada de melancolía me atravesó el pecho.
Me sentí un poco cansada, así que tomé asiento en un banco de madera.

Al rato mi celular comenzó a vibrar.

Llamada entrante: Cele <3.

¿¡Y vos, querida!? ¿No pensabas llamarme en algún momento? ¿Tan rápido te olvidas de los pobres?

Sonreí.
Celeste era mi mejor amiga de toda la vida. Nos conocimos de chiquitas en jardín de infantes y desde entonces nos volvimos inseparables. Incluso ahora de grandes trabajamos en el mismo lugar.

—Deja de decir pavadas, Cele. Te juro que te iba a llamar pero me re olvidé, mi mente está en cualquiera. Perdoname.

Mmm no te creo nada, gila.

𝗪𝗢𝗠𝗔𝗡𝗜𝗭𝗘𝗥 | ━━ Franco ColapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora