Capítulo 6

95 14 0
                                    

Durante el día, la granja de Harry era diferente. Los campos estaban llenos de trabajadores británicos. Por la mañana, Harry quitaba los paneles de la caja de remolacha para recogerlos. Los trabajadores se bajaban de las camionetas delante de la casa y se dirigían a los campos, donde trabajaban hasta que se ponía el sol.

Louis intentaba no quedarse mirando, pero su exotismo llamaba la atención. Le resultaba difícil no seguirlos desde la ventana de la cocina por las mañanas, cuando llegaban, o al ocaso, cuando se iban.

Entre ellos había desde adolescentes a ancianos. Los más jóvenes vestían como universitarios, con vaqueros remangados a la última moda y los peinados más actuales. Muchas de las mujeres mayores, en cambio, llevaban faldas largas.

Al ver a las mujeres mayores, Louis se preguntaba cuántas de ellas habrían llegado a América a causa de matrimonios concertados. ¿Y no era él en cierto modo igual a ellas? Pero Harry había decidido casarse con el Omega aún sabiendo que estaba embarazado y sin haberlo visto siquiera en fotografía.

El perro, que Louis había descubierto se llamaba Franklin en honor al presidente, le hacía compañía y se relamía o rodaba sobre su espalda mientras Louis hacia sus deberes.

Durante la cena Louis le dijo a Harry: —Gemma me dijo que tus abuelos tenían un cobertizo por aquí. ¿Sabes dónde están los restos?

Harry acabó de masticar. —Sé dónde estaban.

—¿Cómo que «estaban»?

—Lo eché abajo y aré el terreno hace un par de años— el alfa se encogió de hombros.

—Estás de broma.— Louis carcajeo. Harry parecía confuso.

—Louis, solo eran un montón de tablas viejas. Era todo lo que quedaba.— Harry junto los labios y habló casi sin moverlos —No había nada interesante, enserio.

—En el suelo— le dijo Louis —¡Quién sabe qué objetos históricos había en el suelo, bajo esas tablas!

Harry se aclaró la garganta. —Necesitaba la tierra para los cultivos. Los soldados se mueren de hambre.

Louis frunció el ceño, eso ya lo sabía. —Solo echando un vistazo en uno de tus cobertizos he encontrado antigüedades valiosas. ¡Quién sabe lo que podría haber encontrado en aquel cobertizo!

Harry golpeó el borde de la mesa con el puño. —Ya basta Louis, no lo había pensado.

—Harry, me he dado cuenta de que no tienes fotos de familia ni cosas de tus padres en la casa.— Louis evitó mencionar a Henry —¿Dónde guardas esas cosas?

El alfa volvió a aclararse la garganta.—No estoy seguro. Pregúntale a Gemma.

En esta ocasión Louis no fue capaz de ocultar su frustración. —¿No tienes nada?

Harry se encogió de hombros y se levantó de la mesa. Atravesó el cuarto con pasos largos y se metió en el cuarto de las literas dejando que la puerta se cerrase con fuerza tras él.

[...]

La tarde siguiente, Louis con Franklin a su lado, pasaron por una carretera estrecha y por los senderos que quedaban entre los campos. A lo lejos el omega veía a los trabajadores. Sus cuerpos, curvados sobre la tierra, parecían bumeranes. Ese día estaban trabajando hasta más tarde de lo habitual.

Louis fue acercándose a un campo de cebollas con la tierra recién removida y  pudo oír el murmullo de una  conversacion salpicado de risas ocasionales. Dos chicos estaban alejados del resto de los trabajadores, justo en su camino. Estudiaban el suelo o algo cerca del suelo, absortos en la observación y moviéndose con cuidado. Uno de ellos llevaba un cuaderno en la mano. No se percataron de Louis acercándose.

El castaño dio un paso más hacia ellos y ambos saltaron a la vez.

—Discúlpenos señorito, ya regresamos al trabajo— dijo uno de ellos apenado. Entonces se giraron y empezaron a alejarse.

—No, por favor... —Louis dijo rápidamente, casi pudo sonar desesperado —¿Qué estaban buscando?

Se giraron, y uno de los chicos respondió con una sonrisa: —Mariposas.

Ahora ambos estaban de pie delante de Louis y el omega pudo ver que tenían casi la misma estatura. Llevaban camisas de algodón a cuadros, pantalones y zapatillas deportivas. El mayor de los dos tenía la cara más ancha y algunas marcas de viruela en las mejillas. El más joven tenía la cara perfectamente ovalada y ni una marca. 

Y sin duda eran hermanos.

—¿Las coleccionán?

Rieron a la vez, con el mismo tono y parando al mismo tiempo. Pero ahí acababan las semejanzas. Niall, el menor de los hermanos, se presentó, y dijo: —Liam no sería capaz de matar nada.

Niall miró a los ojos a Louis con firmeza y habló con un tono de voz que le hizo entender al omega que no se inclinaba ante nadie. La voz de Liam tenía la mitad de la fuerza de la de su hermano y hablaba con los brazos cruzados y los párpados bajos, como si la inseguridad fuese una compañera frecuente.

—Apuntamos nuestras observaciones en este cuaderno.

—Me llamo Louis...— el castaño se giró hacia la casa y dijo: —Vivo en la granja, mi esposo es el dueño.— cuando volvieron a mirar hacia él, les dijo: —¿Y qué los ha hecho alejarse?

—Buscamos mariposas —dijo Niall —Es nuestra afición. 

Louis no sabía mucho de los insectos y, para ser sincero, nunca los había encontrado muy interesantes, pero no quería que se marchasen.

—¿Y hay muchas especies? —preguntó.

—Sí, miles de ellas —respondió Liam —Y sus nombres son tan maravillosos como las propias mariposas.

—Mariposa dorada de manchas blancas —dijo Niall.

—Esfinge ocelada —añadió Liam. —Mariposa maculada...

—Preciosos —Louis admitió.

Después de un silencio, Franklin se metió entre ellos olfateando por todas partes y asustando a las mariposas que podía haber por allí. Liam cerró el cuaderno y se lo puso debajo del brazo. Niall miró por encima del hombro hacia los otros trabajadores. Estaba claro que no querían hablar más pero, antes de que se fuesen, Louis hablo con entusiasmo.

—Tengo botellas de Coca-Cola fría en la nevera y me gustaría compartirlas — les dijo.

Los hermanos sonrieron, asintieron con la cabeza y dijeron que vendrían, pero Louis no sabía si organizar la visita o no. Regresaron al campo y el castaño volvió a la casa. Antes de perderlos de vista por completo miró hacia atrás. Al alejarse, sus siluetas oscuras contra el sol de la tarde caminaban de puntillas entre los dientes de león buscando, supuso, más mariposas.

Verlos juntos, con el sol de fondo, le hizo al castaño darse la vuelta y alejarse aún más rápido.

𝐄𝐥 𝐠𝐫𝐚𝐧𝐣𝐞𝐫𝐨  «𝘖𝘮𝘦𝘨𝘢𝘷𝘦𝘳𝘴𝘦» l.s "adaptación"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora