(Al iniciar abril de este año participe en un concurso de literatura, hace poco salieron los ganadores... Cómo no resulte parte de los ganadores ni de las menciones, sigo siendo dueña de mí obra, por lo cual la subiré aquí. La historia es algo corta porque requería de un número específico de paginas... Espero les guste)
El silencio de la noche más helada del año. El aliento se hace presente en el aire, con cada exhalación que el muchacho de ojos café claros realiza conforme avanza a través del bosque. La niebla lentamente asciende desde el suelo y de apoco va cubriendo el camino a transitar ¿Está huyendo? ¡Ha de estarlo! Quien en su sano juicio corre por el bosque, descalzo, cubierto con una camisa y un pantalón de la más delgada y fría tela que se puede haber inventado ¡Seguro está huyendo! Está cansado, se nota en el sonido que su boca emite al respirar. Minutos atrás, el joven se disponía a dormir luego de un extenso día, había sido muy agotador pero ni el mayor de todos los agotamientos le quitaban el gozo de saber, que las horas transcurridas entre lujos, música, baile y etiqueta habían valido la pena, de tal modo que el resto de su vida podría decir: Soy un hombre casado.
—¿Dónde estás?
Él no podía creer lo que sus ojos habían visto al observar por la ventana. El cerebro se antepuso al sentido común y en lugar de buscar ayuda o dejarlo pasar, se adentro solo en el bosque en busca de algo que no creyó real.
Su mano descansó sobre su pecho, su cuerpo se apoyó en el árbol más cercano, ya no logró continuar. Frente a sus ojos la niebla densa cubrió el camino a seguir y lo dejó imposibilitado para avanzar, incluso si quería retroceder, no lo lograría. Había sido la peor idea de todas. En pleno invierno, pasada la medianoche y sin un abrigo. Su única opción era esperar a que la mañana llegase y rogar resistir el frío invernal.
—¡Ven a mí David!
Una voz lo llamó, él ya no tenía dudas. Lo que había visto en el jardín de su casa coincidía con la voz femenina que sus oídos escuchaban. En la inmensidad de la niebla, un rayo de luz brilló. El manto lentamente se disipó y dejó ver el lago en la profundidad del bosque.
—¡Rebeca!... ¡Moriste!... ¿Cómo es posible?
El muchacho avanzó lentamente hacia el lago. Su mirada estaba fija en la muchacha pelirroja vestida de novia parada a pocos metros de él. Los ojos de la pelirroja parecían vacíos y sin vida, ella levantó una mano en dirección al joven.
—¡Dijiste que sería para toda la eternidad!... ¡Me cambiaste y aún así te sigo amando!... ¡Ven conmigo David!... ¡Cumple tú promesa!... ¡Ven!
El instinto le gritó: ¡Corre, ella ha muerto, fuiste a su entierro hace un mes! Pero David deseaba que fuera real y se dejó atrapar por el destino de la fría y desolada eternidad.
…
2024. La familia Parkfield, ha vivido rodeada de la más mísera desgracia. Todo dio inicio cuando sus antepasados Marcus y Victoria Parkfield, separaron a su hijo David de su verdadero amor y lo empujaron a otra mujer. Una noche David dejó su casa y ya nunca regresó. Creyeron que había huido a pesar de su boda, días después encontraron su cuerpo sin vida flotando en el lago del bosque al cual nadie quería entrar. Cada 100 años, el integrante mayor de la familia Parkfield, fue atraído a ese bosque y días después, un funeral se celebró a su nombre. Cómo no creían en las leyendas y pensaban que solo eran patrañas, ninguna de las siguientes generaciones hizo el intento de huir de esa aislada y pequeña ciudad. Hasta que Alexander y Julieta Parkfield, por miedo a perder a su único hijo, abandonaron la ciudad luego de su nacimiento. Muchas cosas cambiaron al momento en que los Parkfield huyeron para escapar de su destino. En las noches de invierno la niebla rodea toda la ciudad. El aroma pestilente a sangre, se siente en cada calle e ingresa en las casas si no están perfectamente cubiertas. Los animales viven alterados, con frecuencia los perros se acercan a los bordes del bosque y ladran a la nada. Nadie se atreve a salir de noche a las calles y muchos han jurado haber visto por las ventanas a una mujer, pelirroja, vestida de novia caminando por las calles.
Gabriel Parkfield, 26 años, atlético y aventurero, graduado con honores de la universidad de Harvard. Aburrido de la monotonía diaria, decidió indagar en el pasado de su familia luego de que su abuelo, en una noche de copas, le comentó sobre la maldición que recae en la familia Parkfield. 200 años habían transcurrido desde la última muerte misteriosa en la familia y Gabriel quería saber si dicha leyenda era real o solo parte de la teoría que su abuelo había pensado: Un integrante de la familia con problemas psiquiátricos que llevó su locura al extremo. Gabriel podía creer que esa teoría tenía fundamentos reales pero algo le generaba mucho ruido y eso era: El primogénito de cada generación Parkfield. Gabriel era el primogénito de su padre y su padre, de su abuelo. Ninguno de los tres presentó indicios de tener algún problema o trastorno psicológico, aunque su abuelo podía estarlo presentando, con el avance de su edad.
El joven se siente tan atraído a esa leyenda, que de solo pensarlo su corazón se acelera y el impulso de saber la verdad lo domina. No escuchó las palabras de sus padres y emprendió un viaje con el propósito final de descubrir la verdad. La ciudad donde solía residir la familia Parkfield, parecía sacada de un cuento de hadas medieval. Los ciudadanos, serviciales, atentos, pero un poco reacios a los extranjeros. Gabriel busco un lugar donde poder hospedarse. Una pequeña taberna ofrecía alojamiento y comida para los recién llegados a la ciudad o los visitantes de paso. La primera noche fue tal y como la pintó su abuelo en su historia, todo el mundo se ocultó a las siete de la tarde, luego de que las campanas de la iglesia replicaron al unísono siete veces seguidas. A medianoche no se escuchaba ningún ruido, Gabriel observaba la niebla por una pequeña abertura en su ventana, pero no sentía ningún aroma raro provenir de afuera y no vio a ninguna mujer vestida de blanco caminando por la calle, todo le indico que tal vez esa leyenda eran los desvaríos de la mente de su abuelo. El segundo día lo sorprendió, el clima perfecto, mucho sol y por unas horas el sol entibió el frío del invierno. Gabriel visitó varios sitios históricos, tomó fotos y anotaciones, pasó un par de horas en la plaza principal de la ciudad y con las seis campanadas de la iglesia, lentamente se movió hasta la taberna, antes de que dieran las siete de la tarde. La noche cayó, llamaron a su puerta y la dueña de la taberna ingresó sin esperar un: Adelante, proveniente del inquilino que se alojaba dentro.
—¡No abras la ventana!
Esas fueron sus palabras de advertencia antes de marcharse de la habitación. Gabriel estaba en shock, se sintió invadido por la intromisión de su privacidad. Lo dejó pasar para no generar problemas y no ser echado a la calle en plena noche, en su lugar optó por intentar dormir pero las voces de los demás inquilinos se escuchaban a través de las paredes.
—¡Dicen que mañana se cumple otro año desde la llegada de la niebla!
Gabriel se incorporó en la cama y escuchó atento la voces del cuarto contiguo al suyo, dos hombres entablaron una conversación bastante interesante.
—¿Sabes que me enteré? ¡El sujeto en la habitación de al lado, tiene el apellido de la leyenda!
—¡No me digas!... ¿Parkfield?
—¡Si no quieres que te diga, no lo haré!
—¡Eres un mentiroso, mejor me voy a dormir!
Una corta y leve conversación… Una corta y leve conversación dónde su apellido fue nombrado.
Medianoche, no se escuchaba ningún ruido. Gabriel se levantó de la cama, se sentía inquieto y muy hambriento. Abandonó su habitación para buscar algo que comer. Bajo las escaleras de madera, está crujió bajo el peso de sus pies.
—¡Hola!... ¿Me puedes ayudar?
La voz de una mujer llamó su atención. Gabriel bostezo mientras giraba sobre sus pies y rascaba la parte trasera de su cabeza. Parada en la puerta una muchacha pelirroja, pálida y de vestido blanco lo observaba. Él no podía creer lo que estaba viendo, era real. Gabriel dio un par de pasos con dirección a la mujer. Ella se alejó y sonrió. Él nunca había visto una sonrisa tan bonita y dulce. Él muchacho retrocedió, la joven se mostró decepcionada.
—¿Cómo te llamas?
La muchacha no respondió. Dio la vuelta y salió de la taberna. Gabriel tomó valor y salió por la puerta. La vio alejarse por la calle con dirección al bosque. Si la leyenda era real, él no llegaría a ver un nuevo día, por lo cual no sabía porque se encontraba siguiéndola a través del bosque hasta llegar al lago.
—¿Me acompañas?
—¡No soy David!... ¿Qué te hizo?
—¡Juro amarme por toda la eternidad y no lo cumplió!... ¡Ven Gabriel!... ¿Puedes cumplirlo por él?
Gabriel pensó en su familia, su madre, su padre, su abuelo. El dolor que ellos experimentaran si algo malo le pasa esa noche. La muchacha volvió a sonreír. La vida de Gabriel había sido buena y tenía un futuro prometedor ¿Dejaría todo por el fantasma de una mujer? Ya no tenía tiempo de huir, ya no podía cambiar su decisión.
—¡No puedo!... ¿Por qué no lo dejas ir?
—¡Porque me rompió el corazón y yo quiero sanar!
—¡Deberías tener paz!... ¡Dejarlo ir, no estaba destinado a ser!
La muchacha se adentro mucho más en el lago. Gabriel luchó con una fuerza invisible que pretendía empujarlo hacia el agua. Él no quería morir allí, ese no era su destinó.
—¡No quiero!... ¡No me puedes salvar!... ¡Tampoco te puedes salvar a ti mismo!
—¡Pero puedo elegir no morir en tus manos!... ¡Si tan solo fueras real!... ¡Si hubieses decidido avanzar!
—¡Y si tú no me hubieses seguido!
El muchacho intentó luchar pero fue jalado al interior del lago. Su vida pasó por sus ojos, el rostro de sus familiares, todo lo que ya no viviría. Su corazón se aceleró, su cuerpo sintió el frío helado que llegaba a quemar su piel, sus ojos se cerraron y perdió el conocimiento, ese era su fin.
—¡Despierta!... ¡Vamos, despierta!
Gabriel abrió los ojos, ante él vio a una muchacha castaña. Las manos de ella sobre el pecho de Gabriel. Él muchacho se sobresaltó, se incorporó buscando respirar y vio que se encontraba al lado del lago.
—¿Qué me pasó?
—¡Rebeca te quiso llevar!
—¿Quién eres tú?
La muchacha estaba mojada, temblaba de frío pero le sonreía igual que como lo había hecho la muchacha fantasma.
—Yo soy… ¡Tu destino Gabriel!
…Misy Cavalcabue
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Pequeñas Historias
AcakMini historias que escribo en momentos de inspiración. Algunas son para trabajos del colegio de mí hermana más pequeña, otras inspiradas en canciones que me gustan.