Capítulo 2

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¿Hasta dónde llegaremos?

:.Capítulo 2.:

Kafka bostezó para luego estirarse a más no poder. Pasaba la medianoche. Ya había estudiado lo suficiente. Guardó los libros que tomó de las estanterías y cerró con la llave que el vicecapitán Hoshina le había confiado hace unas semanas. Avanzó por el pasillo notando que había una luz encendida. Al acercarse vio que alguien se encontraba entrenando. Era Soshiro quien sin usar un traje se movió con tal agilidad y fuerza simulando su encuentro con el Nro. 8. Kafka sintió escalofríos y pavor. Al notar su presencia, el vicecapitán le comentó que se preparaba para no volver a cometer el mismo error la próxima vez que se encontrase con el kaijuu especial. Sin embargo, pronto Kafka apreció la determinación su superior. Era un hombre increíble, además era quien lo recomendó como soldado, valorando su conocimiento.

-¡Vicecapitán Hoshina, me esforzaré para ser de utilidad!-Declaró en posición.

Soshiro le hizo una llave, regañándolo con un tinte de jocosidad. Pero, después...

-Aunque, tengo el 1% de fe en ti.

Aquellas palabras causaron que los ojos de Kafka escocieras. Erguido, se lo agradeció para luego regalarle una amplia sonrisa. Una que causó que Soshiro perdiese nuevamente su sentido común.

Cerró la puerta del gimnasio para abalanzarse a Kafka. Lo colocó contra la pared y lo besó con rudeza. Aquello tomó por sorpresa al mayor quien jadeó antes de corresponderle con la misma intensidad. Soshiro le quitó la polera, arrojándola al suelo para luego Kafka cargarlo, rodeándolo el vicecapitán con sus piernas la cadera. Soshiro no lograba comprender por qué actuaba de aquella forma. Iba más a allá de su raciocinio. Kafka apagó la luz, llevando a su superior hasta las colchonetas donde lo recostó. Pasó sus manos por los pectorales de este. El cuerpo marcado del vicecapitán le atraía demasiado.

No había conversación. De alguna forma sabían que de decir algo, el encanto se rompería. Por eso se dejaron llevar por sus instintos. Kafka le retiró el pantalón a Soshiro. Le besó sus piernas e incluso mordió el interior de sus muslos, sacándole gemidos de satisfacción. El mayor ya había aprendido cómo le gustaba al vicecapitán. Kafka masajeó el miembro de su superior por sobre la tela mientras su lengua recorría su piel, aproximándose. Soshiro lo observó con sus ojos llenos de deseo. Tomó con rudeza del cabello a Kafka, dejándose este guiar hasta el lugar que exigía atención y, por sobre la tela, succionó. Soshiro soltó un gemido ronco. Kafka se entretuvo hasta finalmente retirar la prenda. El vicecapitán sintió el aliento ajeno antes de que su miembro fuese engullido por la húmeda boca del soldado. Kafka separó a más no poder las piernas de Soshiro, las yemas de sus dedos entrerrándose en la piel. Soshiro paseó sus manos por su torso. Respiraba agitado. Estaba demasiado excitado ¿Era el morbo? Hacerlo con un soldado, un hombre que ya había pasado la barrera de los treinta, en un sitio donde cualquiera podía encontrarlos, donde Soshiro estaba tan expuesto.

Kafka liberó su miembro y se masturbó mientras continuaba usando su boca para proporcionarle placer a su superior. A veces lo recorría con su lengua, bajando hasta sus testículos y volvía a subir hasta la punta, engulléndola hasta donde podía, repitiendo aquel acto hasta que él mismo requirió de más. Se terminó de quitar el pantalón de buzo y su ropa interior para poder acomodarse nuevamente entre las piernas de Soshiro, este exigió su cercanía y Kafka se la otorgó. Se besaron al tiempo que la pelvis de Kafka chocaba con la ajena. Gimieron. Aquella fricción era la que necesitaban y, buscaron repetirla. Ambos se movieron a un ritmo rápido intercalado con uno lento. Soshiro rodeó con sus piernas la cadera del soldado mientras sus dedos se hundían en la espalda este. Sus gemidos resonaban en el cuarto, el choque de sus pieles, lo obsceno de sus besos. El vicecapitán cambió de posiciones. Sin detener sus caderas, se quitó su última prenda. Kafka apreció sus pectorales. Sus manos ascendieron por las piernas de Soshiro hasta su vientre. Este se movía de forma sensual. Su mirada delataba el deleite que estaba sintiendo. Soshiro se inclinó, buscando nuevamente los labios ajenos. Luego descendió por la barbilla de Kafka, centrándose en su cuello. Mordió donde este se conectaba con el hombro y de ahí sus dientes no pararon de dejar marcas por el cuerpo del mayor. Excitado, Kafka se tomó la atribución de llevar sus manos al trasero del vicecapitán. Lo manoseó antes de usarlo de apoyo para marcar el ritmo, acelerarlo. Sus miembros estaban cubiertos por líquido preseminal. Sensibles, pronto llegarían a su clímax.

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