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Había algo en la oscuridad que siempre había incomodado a Elena, aunque nunca lo admitiera en voz alta. Desde niña, su imaginación le jugaba malas pasadas cuando se apagaban las luces. Aun así, ya adulta, vivía sola en un pequeño departamento, y había aprendido a racionalizar esos miedos infantiles. "Solo es la ausencia de luz", se decía. "No hay nada en la oscuridad que no esté también en la luz".
Una noche, después de una larga jornada de trabajo, Elena llegó a su hogar y sintió un extraño cansancio en el cuerpo, más pesado de lo habitual. Preparó una cena ligera, revisó su correo, y decidió irse a la cama temprano. Mientras se acomodaba entre las sábanas, notó que la oscuridad en su habitación parecía más densa de lo normal, como si hubiera un peso en el aire, una presión invisible que hacía el silencio más espeso.
Elena se dio la vuelta en la cama, cerrando los ojos con fuerza, intentando ignorar esa sensación extraña. Pero entonces, algo la hizo abrirlos de golpe. Un sonido suave, apenas un susurro, como el roce de algo moviéndose en la oscuridad. Giró la cabeza hacia la puerta de su dormitorio, que estaba entreabierta. No debía haber nada allí, lo sabía, pero su corazón empezó a latir más rápido.
Trató de convencerse de que era solo su imaginación, una rama golpeando la ventana, tal vez. Pero ese susurro… parecía provenir del interior de su apartamento. Sin querer, sus ojos se abrieron más, buscando algún destello de luz en la oscuridad, alguna señal de que estaba sola.
Entonces lo vio, o al menos creyó verlo. Un par de sombras más oscuras que la propia oscuridad, moviéndose lentamente a través del umbral de su puerta. Estaba demasiado paralizada por el miedo como para moverse. Respiró hondo, conteniendo el aliento, mientras las sombras parecían detenerse, como si se percataran de su presencia.
Su mente se aceleraba, intentando encontrar una explicación racional. "Es solo mi imaginación", se repitió. "No hay nada allí". Pero cada fibra de su ser le decía lo contrario. El silencio se rompió por el sonido de algo arrastrándose lentamente, acercándose cada vez más.
Elena cerró los ojos con fuerza, como si al hacerlo pudiera desaparecer lo que fuera que la acechaba. Pero no funcionó. Sentía que las sombras estaban más cerca, podía sentir su fría presencia a su lado, como si estuvieran justo al borde de su cama, observándola.
De repente, el susurro se convirtió en una voz, baja y áspera, pero clara: "Te veo…"
Elena contuvo un grito, abriendo los ojos de golpe. Frente a ella, a escasos centímetros de su rostro, había una figura oscura, con ojos que no brillaban, sino que absorbían la poca luz que quedaba en la habitación. La figura no tenía rostro, solo un vacío donde deberían estar los rasgos, un abismo sin fin que la miraba fijamente.
El miedo la atrapó como un puño de hielo alrededor de su corazón. Quiso moverse, gritar, hacer cualquier cosa, pero su cuerpo no respondía. La figura se inclinó hacia ella, y el frío se hizo más intenso, como si la temperatura de la habitación hubiera caído en picado. La voz volvió a hablar, esta vez más clara: "Siempre estoy aquí, en la oscuridad… esperando".
Con un esfuerzo sobrehumano, Elena logró moverse, girando su cuerpo y alcanzando la lámpara en su mesita de noche. La encendió con manos temblorosas, bañando la habitación en una luz cálida. El vacío y las sombras desaparecieron en un instante, dejando solo su respiración entrecortada y el latido frenético de su corazón.
Se quedó allí, sentada en su cama, con la luz encendida, temblando. Miró a su alrededor, buscando alguna señal de que lo que había visto era real. Pero todo parecía normal, salvo por el persistente frío que había quedado en el aire. No se atrevió a apagar la luz el resto de la noche. Sabía que, aunque la luz los había ahuyentado, las sombras seguían allí, esperando el momento en que volviera a estar a oscuras.
Y en lo más profundo de su ser, supo que, a partir de esa noche, nunca volvería a estar sola cuando las luces se apagaran. Porque la oscuridad ya no era solo la ausencia de luz; era un lugar donde algo esperaba… algo que la había visto y no tenía intención de dejarla ir.
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Los relatos sangrientos de un aventurero.
HorrorSumérgete en un mundo de misterio y suspenso con "Los relatos sangrientos de un aventurero". Este libro te transportará a lugares exóticos alrededor del mundo, donde las historias macabras y escalofriantes cobran vida. Desde las profundidades de la...