74 - El sueño se convirtió en pesadilla

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LAURA

*Contenido exclusivo de la versión editada*

***

ANA

Laura lucía más contenta y repuesta esta mañana, parecía un botón de rosa que volvía a florecer. Sus ojos brillaban de esperanza y ternura al contarme que Eric viajará lejos, quizás con el fin de encontrarse a sí mismo y sanar su alma. A pesar de todas las confrontaciones que tuvimos con él, yo también deseé que Eric halle la paz interior que tanto necesita.

Por otro lado, si bien me sorprendió que las víboras no se excedieran escupiendo su veneno homofóbico sobre ella en el cumpleaños de Marta, me alegró que Laura fuera lo suficientemente fuerte como para plantarles cara y superar su pasado de una vez, aunque me fastidia que siga siendo tan ciega con Marta. Seguro que a Aiko no le sentó bien haberse equivocado. Aun así, eso de que se quedara dormida...

—¿Perdiste la conexión con la musa? —me dice Víctor, que está sentado frente a mí en la biblioteca, y me regresa a la realidad.

—¿Eh? —En efecto, mi postura se había congelado y tenía la mirada perdida en el dibujo—. No, la verdad es que había acabado. Y... —Le echo un vistazo a la hora en mi teléfono, que reposa junto al cuaderno—. El timbre sonará pronto, así que empezaré a recoger.

—Pero algo... o alguien... te mantenía atrapada en la dimensión de los sueños, ¿a que sí?

—Bueno, podría decir que le daba vueltas a una charla que tuve con Laura esta mañana. —Mientras hablo, guardo mis pertenencias en la mochila.

—¿La echas de menos? —Víctor exhibe una sonrisa socarrona.

—Víctor, por favor. —Sonriente, niego con la cabeza—. Ahora soy un espíritu libre. Laura me rompió el corazón y juré que le iba a hacer la vida imposible si seguía acercándose a mí, pero... estoy aprendiendo a vivir sin rencor, ¿sabes? He visto cómo el rencor destroza el alma de las personas y yo no quiero perder la mía. Me basta con ser firme y contundente cuando he de serlo. Por lo demás, prefiero disfrutar de la vida.

—El Fénix alzó el vuelo, extendió sus alas en lo más alto del firmamento y encandiló al mismísimo sol con la pureza de su fuego —entona el elocuente Víctor.

—¡Ja, ja! Eres de lo que no hay. Esta tarde te pasaré el dibujo escaneado. Nos vemos luego. —Me despido de él regalándole un amistoso beso en la mejilla.

—Esto sí que es una dosis de inspiración —bromea Víctor.

De camino a la salida de la biblioteca, me percato de que Patricia y Gerardo, que están sentados detrás del mostrador, miran algo en el teléfono, algo que cautiva su atención y los mantiene boquiabiertos.

—Joder, joder... No... —murmura Patricia cuando estoy cerca de ellos.

—¿Qué pasa? ¿Anunciaron el fin del mundo?

Riiing, riiing.

—¡Qué casualidad! Lo que llegó fue el fin del recreo —comento con humor.

—Ay, Ana. Creo que esto no te hará ninguna gracia —me dice Patricia, resaltando la gravedad del contenido con sus palabras y su expresión de pena—. Mira. —Me presta su teléfono para que visualice un vídeo...

"La Comechochos". El título me da mala espina de por sí. No obstante, mis ojos se expanden hasta alcanzar sus límites cuando reconozco a Laura en el vídeo tras la frase «La dieta de mi voraz amiga lesbiana». La secuencia comienza con ella sin conocimiento, sentada tras una mesa en la que destaca una maldita tarta moldeada con la forma de unos genitales femeninos. Despacio, como si alguien la empujara desde detrás de la silla, Laura se balancea hacia delante y termina precipitándose de cara sobre la tarta. Esta estalla con el impacto, detalle que se aprecia fragmento a fragmento con la repetición de la escena a cámara lenta y grabada desde un ángulo lateral también. Los últimos segundos del vídeo concluyen con frases hirientes que pretenden ser chistosas como «Mmm, delicioso», «Ni mi novia lo tiene tan jugoso», «La Comechochos no pasa hambre», «La Comechochos se come to'».

La hermana de mi exnovio [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora