Flammel

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—Tú papel será el siguiente, Adelheid —dijo Jubstacheit con un tono algo frío—; dado que estuviste en el contacto, y eres apta para el papel, serás la cuidadora y maestra de esa criatura. En los próximos nueve años, estarás encargada de vigilarlo, velando por su correcto cuidado y versación en los principios de la hechicería. Su falta de circuitos mágicos no es importante, por sobretodo, se hará lo posible para aprovechar esa extraña magia suya, ya sea a través de su propio desempeño, o medios externos.

—Yo... entiendo, señor —sus ojos ahora temblorosos no se atrevieron a mirar algo que no fuera el suelo—.  ¿Planea usar a ese niño para ganar la Cuarta Guerra del Santo Grial? Con la actual presencia de Kiritsugu Emiya como próximo Master, no debería ser necesario.  

—En un caso ideal, no. 

El señor de los Einzbern se volteó, caminando hacía una de las capsulas de esa habitación, a medida que el sonido de sus pasos se hacía uno con los chirridos de metal, llegó hasta una capsula. Llevó su mano hasta su cristal, y observó su interior, con una silueta flotando en la misma. Creando fricción con el cristal, su palma se formó en un puño. Su mirada se clavó en el interior de la capsula. Esa silueta de blancos cabellos e igualmente blanca piel se fundió en sus pupilas.  

La criada observó al señor, sabía a que se debía esa actitud. Sus cabellos y los de ella eran similares, su piel era similar, sus ojos aun sin abrir muy posiblemente lo serían igual, pero allí acababa la similitud. Para los Einzbern, la distinción entre sus miembros se basaba en dos categorías: Éxito y fracaso. Ella que fue encargada para una misión, y aquella que fue observada con rabia. 

—Es un seguro, ese será su papel. Desconocemos sus capacidades, en caso de que la Cuarta Guerra del Santo Grial acabe siendo un fracaso, durante los cincuenta años en los que tardará en desarrollarse la Quinta, se esperará que esa criatura ya este bien versada en la hechicería, y haya dado como resultado algo útil para los Einzbern... —Jubstacheit se quedo en silencio unos segundos hasta que su silenciosa voz, como si fuera un rezo, llegó hasta los oídos de Adelheid—. No importa lo que pase, no importa que sea Kiritsugu Emiya o está criatura, no importa quien sufra, quien caiga ni quien muera, nosotros ganaremos la Guerra.

No hubo una palabra de confirmación, no era necesario, así se haría, así sería. Adelheid se inclinó levemente, y salió del lugar sin siquiera soltar un suspiro. La puerta tras ella se cerró, no se movió, solo miró hacía la ventana delante de ella. Con su nuevo trabajo ahora en marcha, tomó aire unos segundos y... siguió sin moverse.

Nada más se encontraba allí que no fuera su persona. Sintió como tragaba saliva, luego como su respiración se hacía más pesada. Su mirada se movía tan lentamente de arriba hacía abajo que parecía cansada, pero no era así. No era una enfermedad, un peligro, ni un ataque, ni nada, solo ella, incapaz de moverse. 

En un pequeño susurro, con la cabeza baja, y con un desanimo impropio de ella misma, atinó a decir algo.

—Yo... Lo siento tanto.  

Nadie se encontraba allí para escuchar sus palabras, unas que ni ella misma entendía bien, solo el gélido viento que se las llevó consigo para nunca jamás volver. Sus hombros cayeron, sus labios igual, y dio un paso. Si uno viera más detenidamente, esas palabras no se fueron en total soledad, una pequeña lagrima las acompañó hacía el eterno olvido. 

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Toc, toc, toc, toc

Una puerta fue abierta, de allí quien salió fue una mujer de cabellos blancos y ojos rojos, ciertamente era una cara conocida, tanto como lo eran todas las caras femeninas en la casa Einzbern, pero está era especial a diferencia de la de ella y las demás, pues era reconocida como la mujer de Kiritsugu Emiya, y también... bueno, una mujer con dos papeles especiales. En este caso él más importante para ella, era el más secundario para la mayoría. 

Fiamma de la Derecha en Fate Stay/NightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora