Suicidio

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-Ya no tengo nada más del cual vivir...- eran frías palabras de un chico de tan solo 20 años de edad. Su nombre, John Egbert.
Su vida no fue nada sencilla y toda su infancia vivió con miedos pero estaba bien si su único familiar, su padre, estaba con él. Sin embargo, la vida nunca le fue justa y le arrebató ese gran tesoro que tenía; su padre, junto con quince personas fueron asesinadas en las oficinas centrales contra terrorismo de Washington.
Ahora John no tiene porque seguir viviendo. Estaba decidido a suicidarse, pero no de una manera patética como tomar medicamentos y esperar la muerte, prefirió ir a las instalaciones donde su padre trabajó en vida y llegar hasta el último piso para después caer hasta el suelo. Estaba decidido hacerlo en la noche, así nadie impediría su muerte.
Durante todo el día se estuvo pasaeando por los rincones de la casa, su patio, la recámara de su padre, tocó mil veces la misma canción que de pequeño le enseñaron "Showtime". Se fue haciendo tarde y decidió arreglarse para la ocasión; como una vez dijo su padre "siempre elegante para una ocasión importante".
Pronto estaría con él.
Uso pantalones azul marino, una camisa amarilla con el logo de "Volver al futuro", converse amarillos y una sudadera azul rey. Tomó sus gafas y salió por última vez de su hogar.
Mientras llegaba al edificio todavía su mente le impedía hacer su acto.
-Es mejor que no lo hagas...
-Es mi decisión
-Pero aún eres joven, tu vida puede cambiar
-Si no esta mi padre, no tengo porque seguir viviendo...
No hubo mas respuesta de su conciencia, tal vez incluso ella estaba de acuerdo en que lo hiciera.
Al llegar, el edificio estaba clausurado por la policía, era normal, un terrorismo no se debe de tomar a la ligera. Cruzó la señal de impedimento y se adentró al lugar, las instalaciones eran nuevas y modernas; al llegar al segundo piso habían mas cubículos de oficina y una que otra sala de espera. El tercer, cuarto y quinto piso eran iguales. El sexto, donde su padre trabajo se podia ver el estrés. Llenos de papeles en todos los escritorios y varios tirados en el suelo, estaban desconectados todos los teléfonos. O eso pensó John.
Al acercarse a la zona de trabajo de su padre sonó su teléfono, era de un color rojo y modelo antiguo. Su timbre era algo tenebroso al ser el único que estaba funcionando en todo el edificio. Incluso la llamada le hacía sentir un frío qué invadía su columna hasta la nuca.
Seguía sonando, no tenía fin la llamada y casi por obligación lo atendió.
-... Hola...
-.....
-Hola...
-.....
-¿Quien llama?...
-....
-Adiós
-Adiós, John...
Al escuchar esa voz lo hizo palidecer, colgó e inmediatamente corrio hacía la salida. Olvidando por completo su suicidio. Solo quería estar lejos de ese lugar. Las luces que había encendido para ayudarle en el camino empezaron a tintinear como si estuvieran un corto circuito, de pronto se apagaron. Ya no sabia a donde ir. Y de pronto una luz encendió enfrente a él, se volvió a apagar y encendió dando luz a una figura que no tenía una forma segura. Era terrorífico, negro de piel rugosa y áspera, sus manos y brazos parecían los de un reptil con grandes garras. Sus piernas eran de un ciervo y traía cuernos enroscados y en punta afilada como el de una cabra. Pero lo que más relucía era su dentadura, que brillaba por sus grandes colmillos y por la asquerosa saliva que de sus dientes bajaban, parecía tener hambre y John era su cena.
Tenía el corazón al mil por minuto y su cuerpo no reaccionaba, solo sudaba frío y respiraba jadeante por la boca.
-Perfecto, John... Así me gusta la comida... Indefensa.
-¿Q-Qué ... Qué eres...?
-Bueno como llegaste tu solo hasta mi, te lo dire... - extendió sus enormes alas mostrando así su superioridad- Soy el que mató a tu padre y sus amigos.
-¡¿Te... Te comiste a mi padre?!
-¡Si, y no sabes lo delicioso que estaba. Incluso lloraba y pedía piedad! Y decía tu nombre mil y un veces... Y no estuviste ahí para salvarlo...
El chico lloraba poco a poco, se imaginaba la terrible escena y el último aliento de su padre. Ya no sentía ese frío en su cuerpo, ahora sentía una irá incontrolable de destruirlo todo.
-¡Te matare!
-¡Estupido humano...!- la horrible forma se elevó con sus alas y emprendió vuelo hacía John. No tuvo más remedio qué correr. En su camino buscaba algo con que defenderse pero antes de poder encontrar algo la bestia ya lo había atrapado y acorralado ante la pared.
El golpe le hizo dar un quejido doloroso y punzante. En la cabeza del chico brotaba un delicado carmín, eso le hizo emocionar al asesino.
-Últimas... Palabras...-se relamia sus afilados dientes.
-... Lo siento... - ya veía su hora de muerte desde la mañana, sabía que no saldría con vida del edificio.
Primero mordió su hombro con bastante fuerza clavando así sus dientes, parecía que la saliva quemara su piel pero el dolor se detuvo después de un sonido como si se atravesara la carne y los huesos fácilmente.
El terrible ser soltó al chico dejándolo caer al suelo.
-¡MALDITA SEA!
-Es tu fin asquerosa bestia de tercera clase...
No podía ver a la otra voz ya que el asesino de tu padre estaba impidiendo la visión además de que casi te arranca el brazo, el dolor casi te dejaba inconsciente.
Solo se escuchaba ruido de una pelea y algunos gemidos de dolor de un animal, después el sonido de los huesos partiéndose en dos y un gran peso caer en el suelo.
Cuando al fin logra ver, pudo enfocar su vista a una silueta delgada con enormes alas y cuerpo simétrico enfrente de él. Se iba acercando cada ves más al chico de ojos azules.
-Si que eres tonto, humano...
-Bueno... Supongo que tiene razón - no pude evitar soltar una risa. Sujetaba su hombro herido mientras lloraba por lo que había sucedido y escuchado del mounstro.
Ahora solo le quedaba morir en el sitio en que estaba - .... Buenas noches...- cerró sus ojos y dibujó una sonrisa sincera para solo esperar a su último respiro.
-Buenas noches, John...

A sangre fríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora