La noche era oscura, con una lluvia fina que caía sobre las calles desiertas. Enzo caminaba rápido, con la capucha de su abrigo cubriéndole el rostro. En el aire se sentía una tensión palpable, una sensación de que algo terrible estaba a punto de suceder. Sus pasos resonaban en el pavimento mojado, pero a su alrededor, todo parecía inmóvil, como si el tiempo se hubiera detenido solo para él.
Sabía que no debía estar allí, que había arriesgado demasiado al involucrarse en asuntos que superaban lo que podía manejar. Pero ya no había vuelta atrás. La voz de Julián resonaba en su mente, recordándole la importancia de lo que estaban a punto de hacer. Era la única manera de cambiar las cosas, de enfrentarse a aquellos que les habían arrebatado tanto. Pero la duda lo carcomía, ¿realmente estaban haciendo lo correcto?
El lugar de encuentro era un edificio abandonado al borde de la ciudad. Allí, las sombras parecían cobrar vida, y el eco de sus pasos aumentaba la sensación de soledad. Julián ya estaba esperándolo, sus ojos reflejaban la misma determinación que había mostrado desde el principio. Sin embargo, algo en su mirada había cambiado. Una grieta en su confianza, una herida que no terminaba de cerrar.
"¿Lo tenes?" Preguntó Julián en voz baja, casi como un susurro.
Enzo asintió, sacando un pequeño dispositivo de su bolsillo.
"Sí. Esto... esto debería ser suficiente para exponerlos."
Ambos sabían lo que estaba en juego. Los "Cromados," una organización corrupta que controlaba la ciudad, habían manipulado, extorsionado y destruido la vida de muchos. Exponer la verdad era lo único que les quedaba, aunque significara poner sus vidas en peligro.
Pero mientras hablaban, Enzo sintió una punzada en el pecho. Una duda, una sospecha que había estado enterrada en su subconsciente. Julián parecía tan seguro, pero, ¿qué tanto estaba dispuesto a sacrificar por esta causa? El silencio entre ellos se volvió ensordecedor, y las palabras de la canción que tanto resonaban en su mente comenzaron a cobrar un significado más oscuro: "Murió el pulso de mi verdad."
El dispositivo estaba listo, un simple botón y todo saldría a la luz. Pero Enzo vaciló. ¿Y si todo esto era en vano? ¿Y si la verdad que estaban a punto de revelar no era suficiente para cambiar nada? Las palabras de la canción seguían golpeando su mente: "Murió el pulso de mi verdad."
"¿Estás bien, Enzo?" Julián lo miró con preocupación.
"Sí... sí, estoy bien," mintió Enzo, aunque en su interior sabía que algo se había roto.
Finalmente, Enzo presionó el botón, liberando la información. Todo lo que habían trabajado, todo por lo que habían luchado, ahora estaba en manos de la verdad. Pero mientras lo hacía, un dolor punzante lo atravesó. Un dolor que no era físico, sino emocional. La verdad, esa que había defendido con tanta pasión, ahora parecía desvanecerse en el aire.
"Murió el pulso de mi verdad," pensó Enzo mientras caía de rodillas, sintiendo como la vida se le escapaba. Su corazón, su motor, su razón para seguir adelante, había dejado de latir en el mismo instante en que había liberado la verdad. Todo lo que creía, todo lo que había defendido, se había ido con un último suspiro.
Julián corrió hacia él, sosteniéndolo en sus brazos, pero ya era tarde. Enzo sabía que su verdad había muerto, que en algún momento había perdido el rumbo, y que ahora no había vuelta atrás.
La noche se tragó el sonido de la última respiración de Enzo, y Julián, con lágrimas en los ojos, comprendió que lo habían perdido todo. En ese momento, entendió lo que Enzo había intentado decirle: la verdad no siempre es suficiente para salvarnos, y cuando muere, nos arrastra con ella.
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