Paulo estaba inquieto. Últimamente, todo se sentía más borroso, más lejano. Cada pequeño detalle que antes le daba alegría ahora parecía apagado. Miraba el teléfono, esperando un mensaje de Leandro, uno que no llegaba.
Leandro notaba el cambio. La sonrisa que tanto amaba de Paulo había perdido su brillo. Había noches en las que Paulo no volvía a casa o lo hacía en silencio, sin la chispa de siempre. Leandro intentaba hablarle, pero siempre obtenía respuestas vagas y escuetas.
Una noche, sentados en el balcón de su apartamento en Roma, el aire pesado los rodeaba. Paulo fumaba un cigarrillo, cosa que rara vez hacía. Leandro lo miró con preocupación.
—¿Qué te pasa últimamente? —preguntó, rompiendo el silencio que los envolvía.
Paulo exhaló el humo y lo miró a los ojos, pero en lugar de responder, desvió la mirada hacia el horizonte, como si buscara algo que no podía encontrar.
—No sé... Me siento perdido, Lean —respondió después de una pausa, su voz apenas un susurro. Sus palabras cargaban el peso de alguien que había estado luchando en silencio durante mucho tiempo.
Leandro se acercó, colocando una mano en su hombro, intentando conectar con él de alguna manera. Pero Paulo parecía cada vez más distante, atrapado en su propia oscuridad.
—No tenés que pasar por esto solo. Sabés que estoy acá para vos, ¿no? —Leandro trataba de sonar calmado, pero la desesperación comenzaba a colarse en su voz.
Paulo apagó el cigarrillo y se levantó, evitando la mirada de Leandro. Se sentía roto, como si estuviera cayendo en una espiral de la que no podía salir. Todo se sentía oscuro, confuso. El vacío que lo carcomía por dentro era algo que ni siquiera podía explicar.
Esa noche, se despidieron sin muchas palabras. Paulo le dio un beso rápido en la mejilla a Leandro antes de encerrarse en la habitación. Leandro no durmió bien, sabiendo que algo estaba terriblemente mal, pero sin poder hacer nada al respecto.
Los días pasaron y la distancia entre ellos se hizo más grande. Paulo dejaba de contestar los mensajes de Leandro, salía sin decir adónde, se alejaba sin explicación. Y Leandro, con el corazón en la mano, solo podía observar cómo el hombre que amaba se desvanecía lentamente.
Una noche, después de varios días sin ver a Paulo, Leandro lo encontró en la terraza del edificio, parado al borde. La imagen le heló la sangre.
—¡Paulo! —gritó Leandro, corriendo hacia él, el miedo apoderándose de todo su ser.
Paulo lo miró, sus ojos vacíos y lejanos, como si estuviera en otro mundo.
—Lea... No puedo más —susurró, su voz quebrada.
Leandro, con el corazón acelerado, extendió una mano hacia él, intentando acercarse despacio.
—No hagas esto, por favor... Podemos arreglarlo, Paulo, podemos superar lo que sea —dijo con desesperación. Dio un paso más, pero Paulo retrocedió, justo al borde del abismo.
—No entiendo por qué te alejaste de mí, pero por favor, dame una oportunidad para entenderte. Te amo, no podés hacer esto —la voz de Leandro temblaba, sus palabras llenas de angustia.
Paulo bajó la mirada, su cuerpo temblando. Por un segundo, pareció vacilar, pero cuando Leandro dio un último paso hacia él, Paulo lo empujó con fuerza, como si intentara alejarlo de su sufrimiento.
—¡No te acerques! —gritó, su voz llena de dolor y rabia.
Leandro cayó al suelo, atónito por la reacción de Paulo. En el instante siguiente, Paulo perdió el equilibrio. Sus pies resbalaron del borde de la terraza y, sin poder reaccionar a tiempo, cayó al vacío.
—¡Paulo! —gritó Leandro con todas sus fuerzas, corriendo hacia el borde, pero ya era demasiado tarde.
El tiempo pareció detenerse mientras Leandro miraba hacia abajo, viendo a Paulo inmóvil en el asfalto. La realidad lo golpeó como una tormenta brutal, el hombre que amaba se había ido, y él no pudo hacer nada para detenerlo.
El vacío que dejó Paulo era inmenso, y la culpa de no haberlo salvado lo consumía día y noche. Leandro se quedó solo con los recuerdos de lo que pudo haber sido, y con la amarga certeza de que jamás volvería a ver a su amado.
Últimamente, Leandro vivía en una realidad quebrada, donde la tristeza y la culpa lo atormentaban. Nunca entendió completamente lo que Paulo estaba sintiendo, y ahora era demasiado tarde para intentarlo.
Buenaaas,bad ending pero bueno ua tocaba uno.
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