Capítulo 15

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El día había estado cargado de una tensión palpable, y Pablo lo sentía desde el primer momento en que decidió acompañar a su padre al Parlamento. A pesar de las recientes confrontaciones y la creciente desconfianza hacia Pedro, algo en su interior lo empujaba a estar presente en ese evento. La relación con su padre había estado marcada por el resentimiento y las revelaciones dolorosas sobre la corrupción, pero aún así, Pablo sintió que no podía dejarlo solo en un momento tan crucial.

La sesión en el Parlamento transcurrió entre discursos y deliberaciones, con Pablo caminando junto a Pedro y manteniéndose unos pasos por delante de su padre. La formalidad del evento no lograba disipar la sensación de que algo estaba por suceder. A pesar de su distanciamiento emocional, Pablo no podía evitar estar atento, consciente de la presencia de Pedro y su padre a cada paso.

Cuando la sesión terminó y el grupo comenzó a dirigirse hacia la salida, la atmósfera se volvió aún más densa. Pablo, perdido en sus pensamientos, avanzaba por delante de su padre, ignorando el bullicio a su alrededor. Pedro caminaba junto a él, siempre alerta, mientras el presidente conversaba con un asistente detrás de ellos.

Entonces, sucedió.

El primer disparo rompió la calma con un sonido ensordecedor. Pablo sintió un dolor agudo en su hombro izquierdo, como si algo lo hubiera rozado. Se llevó la mano al hombro y sintió la cálida humedad de la sangre que comenzaba a brotar. Apenas había sido un rasguño, pero el dolor era lo suficientemente real para sacarlo de su ensimismamiento.

Antes de que pudiera reaccionar por completo, un segundo disparo resonó en el aire, mucho más fuerte y cercano. Pablo se giró instintivamente y vio cómo su padre, a pocos metros detrás de él, se tambaleaba antes de caer al suelo, mortalmente herido. El impacto fue devastador. El presidente de España, su padre, estaba muriendo ante sus ojos, y no había nada que Pablo pudiera hacer para evitarlo.

—¡No! —gritó Pablo con desesperación, intentando correr hacia su padre. Pero en el mismo instante en que su grito resonaba en el aire, un tercer disparo se soltó, esta vez rozando su costado, dejándole otra herida superficial pero dolorosa.

Pedro, viendo a Pablo herido y consciente del peligro inminente, no perdió ni un segundo. El miedo de que Pablo corriera la misma suerte que su padre lo impulsó a actuar rápidamente. Sin darle tiempo a reaccionar, lo tomó con fuerza por el brazo, tirando de él hacia la salida.

—¡Tenemos que salir de aquí, ahora mismo! —gritó Pedro, su voz cargada de urgencia.

Pablo, aún en estado de shock y con el dolor pulsando en su cuerpo, no pudo resistirse. Dejó que Pedro lo arrastrara lejos de la escena, su mente apenas procesando lo que estaba sucediendo. Mientras Pedro lo guiaba a través de los pasillos en medio del caos, Pablo sentía que cada paso lo alejaba más de la realidad, sumergiéndolo en una neblina de confusión y miedo.

Finalmente, llegaron a una pequeña sala de seguridad, donde Pedro cerró la puerta tras ellos con un fuerte golpe. El ruido del caos exterior se apagó de repente, dejándolos en un silencio sepulcral que solo hacía que la gravedad de lo que acababa de suceder fuera más real.

Pablo, con el corazón latiendo violentamente en su pecho, se dejó caer en una silla, su mano todavía presionando la herida en su costado, intentando detener el sangrado. Su respiración era errática, y sus ojos estaban llenos de horror al recordar la imagen de su padre cayendo al suelo.

Pedro, con su propia adrenalina aún corriendo por sus venas, se arrodilló frente a Pablo, observando con preocupación las heridas que había sufrido. A pesar de todo lo que había pasado entre ellos, en ese momento, lo único que le importaba era asegurarse de que Pablo estuviera bien.

—¿Estás bien? —preguntó, aunque sabía que la respuesta era mucho más compleja que un simple sí o no.

Pablo levantó la mirada hacia Pedro, sus ojos brillando con una mezcla de miedo, dolor y confusión. No podía articular palabras; todo lo que había sucedido en los últimos minutos era demasiado abrumador para poner en palabras.

—Lo siento, Pablo... —dijo Pedro en voz baja, acercándose más mientras intentaba mantener la calma. Sabía que cualquier movimiento en falso podría destruir lo poco que quedaba de la confianza de Pablo en él.

El silencio en la sala se hizo aún más pesado. Pablo apenas podía pensar, y el dolor en su costado y hombro palidecía en comparación con el trauma de haber presenciado la muerte de su padre. Sentía que el mundo entero se derrumbaba a su alrededor, y que no tenía a nadie en quien confiar.

Pedro, consciente del estado mental de Pablo, se acercó con cuidado, colocando una mano en el hombro no herido de Pablo en un gesto de consuelo.

—No dejaré que te pase nada, Pablo —dijo Pedro con firmeza, sus palabras llenas de una determinación silenciosa—. Haré lo que sea necesario para protegerte, aunque tengas todas las razones para dudar de mí ahora.

Pablo lo miró, todavía luchando por encontrar algún sentido en todo lo que había sucedido. Quería creerle, quería confiar en Pedro como lo había hecho antes, pero las heridas—físicas y emocionales—eran demasiado frescas. Sin embargo, en ese momento, rodeado por el caos y la pérdida, no podía evitar aferrarse a la única persona que había estado a su lado.

A medida que la adrenalina comenzaba a desvanecerse y el mundo exterior intentaba retomar su curso, en esa pequeña sala de seguridad, Pablo y Pedro se encontraban en un punto crítico. La confianza rota aún estaba lejos de sanar, pero en medio del dolor y la confusión, ambos sabían que, de alguna manera, necesitarían reconstruir lo que había sido destrozado, si querían enfrentar lo que se avecinaba.

Dest 🤫.

Bajo mi protección [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora