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La profesora dió salida al descanso y algunos salieron tras de ella buscando ser libres del salón. Para Mauro y su mejor amigo no era así, hacia frío y estaba congelandose el trasero. Estaban sentados en algunos pupitres más atrás, casi en el fondo.

Conversando entre ellos, algo normal. Pero últimamente había algo que ponía muy inquieto a Monzón. La razón era algo simple, pero no lograba procesarlo.

Estaba un poco más nervioso de lo usual con su mejor amigo, Tiago. Buscaba algún tipo de contacto físico, cuando él no era de los abrazos o algo parecido, pero si se trataba del pelinegro podía reprimir aunque no sintiera esa incomodidad como solía sentirla con todos.

Con él era diferente.

Los abrazos y algunas caricias que tenían el uno con el otro, eran completamente normales a los ojos del pelinegro, solía ser muy cargoso y más con él. Y no había algún tipo de confusión por su parte, pero para el ojiverde era todo lo contrario, se ponía nervioso a cualquier acercamiento de su amigo.

Se sentía tan mal al aprovecharse de lo cariñoso que era con él, porque era obvio que su amigo no lo veía con otros ojos. Como lo iba a ver diferente si él estaba tan enamorado de otro.

—¿No vas a salir? —preguntó, ambos seguían en el salón de clases

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—¿No vas a salir? —preguntó, ambos seguían en el salón de clases.

—No, hace frío —Tiago negó metiendo sus manos en los bolsillos del buzo, buscando calor, pero fallando en el intento.

Por lo que estiró su mano a su amigo delante de él, esperando que aceptara tomar su mano, quizás así estaría más calientito.

—¿Qué hacés? —preguntó el ojiverde al ver su mano estirada, no entendía que hacía.

Tiago sonrió ante su cara de confusión, y acercó su mano a la del ojiverde, entrelazando así sus dedos, él otro desvió la mirada estaba tan sonrojado.

Por suerte el morocho había cerrado los ojos y se había acomodado en su lugar, dispuesto a dormir un par de minutos. Monzón aceptó su mano, apretando su agarre.

Su cara aún ardía en un leve sonrojo pero estaba más calmado, ¿cómo mierda no le iba a gustar si hacía estas cosas?

Luego de un par de minutos de ambos chicos en silencio, llegaron su grupo de amigos, algunos platicaban no tomando importancia a la prescencia de los otros dos.

Escondió sus manos entrelazadas dentro de su campera, no quería separar sus manos, pero tampoco que los empezaran a joder.

—¿Qué hacen par de trolitos? —saludó Lombardo hacía ellos, tomando asiento frente a ellos.

—Tengo frío —se quejó Pacheco retorciendose en su asiento.

Lombardo rió, poco después comenzaron a hablar integrando al par de amigos.

Tiago aún tenía su mano junto con la de su amigo, hasta que llegó él. Fué como si de repente Mauro ya no existiera, sacó su mano algo brusco de la campera del otro y se enderezó en el asiento.

Monzón ya sabía de quien se trataba desvió la mirada algo decepcionado, no tenía por qué estarlo pero según decía él, Raúl no era la mejor opción, a sabiendas que no era el más correcto. En resúmen era un egocéntrico, egoísta y tan pero tan pelotudo para tratar como debería a Tiago.

Sabía que su amigo no merecía menos que eso, era tan dulce y amoroso que no soportaba la sola idea de verlo sufrir por un pelotudo como lo era Raúl. Lamentablemente también, su amigo. Él merecía mucho cariño y atención, en un pensamiento algo lejano, él sabía que podía tratarlo como debería.

Aunque no se lo bancaba del todo, Raúl bien sabía del amor no correspondido de Monzón a su mejor amigo, haciendo todo lo posible para molestarlo y demostrarle que lo tenía comiendo de su mano.

Suspiró una vez más al verlo irse conversando con su Tiago, sabiendo que no tenía una sola oportunidad con él.

—¿Qué te pasa a vos? —preguntó de repente Thomas, otro amigo, él cual no estaba enterado de todo.

—Nada, ¿por? —mintió jugando con sus manos, en señal de la falsa excusa.

—No sé, has estado raro. Bueno, no sé si raro sería la palabra, creo que has estado perdido o que se yo —explicó aún mirándolo directamente esperando algo que le diera un pista sobre lo que le pasaba.

Monzón no reaccionó al instante hasta que escuchó de lejos su maldita risa. Odiaba sentir esto por Tiago, lo odiaba, pero lo hacía sentir tan bien dentro de sí mismo.

—Nada, estoy cansado nomas —se excusó estirandose en el asiento.

Tobár lo miró con duda, queriendo sacarle algo de información. Al verlo algo decaído adivinó que estaba pasando algo, ahora tendría que investigar que era.

 Al verlo algo decaído adivinó que estaba pasando algo, ahora tendría que investigar que era

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𝗰𝗮𝗳𝘂𝗻é.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora