Las semanas que siguieron a la llegada de Damian Wayne a la Mansión Wayne fueron un tiempo de adaptación, aprendizaje y, sobre todo, de forjar lazos que comenzarían a sanar las heridas de su pasado. Aunque Damian era un niño entrenado para ser un soldado, un estratega y un combatiente, debajo de esa fachada había un niño que nunca había experimentado el amor y la seguridad que una familia podía ofrecer. La transición no fue sencilla, pero cada miembro de la familia Wayne se comprometió a su manera a mostrarle a Damian que este era su hogar, que ahora pertenecía a algo más grande que él mismo.
La relación entre Damian y Jason fue la primera en desarrollarse, aunque no de la manera más convencional. Desde el principio, Jason había visto en Damian un reflejo de su propio pasado: un niño endurecido por las circunstancias, luchando por encontrar su lugar en un mundo que le había dado la espalda. Una tarde, después de un entrenamiento particularmente agotador, Jason decidió que era momento de romper la barrera de silencio entre ellos.
—Oye, chico, ven aquí —llamó Jason, viendo a Damian limpiando meticulosamente su katana.
Damian levantó la vista, con el ceño fruncido, pero obedeció sin decir una palabra. Se acercó a Jason, quien estaba sentado en un banco de trabajo, sosteniendo un par de guantes de boxeo.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Damian, con un tono que mezclaba curiosidad y desconfianza.
Jason levantó una ceja y lanzó uno de los guantes a Damian.
—Pelea conmigo —dijo Jason, sonriendo de una manera que mostraba que no estaba bromeando.
Damian miró los guantes y luego a Jason, evaluando la situación. Aunque estaba entrenado para combatir desde una edad temprana, nunca había enfrentado un desafío así con uno de sus hermanos.
—No necesito pelear contigo para demostrar nada —respondió Damian, arrojando el guante de vuelta.
Jason lo atrapó en el aire, su sonrisa ensanchándose.
—No se trata de demostrar nada, Damian. Se trata de conocernos. Si quieres entender a alguien, pelea con él. Es una lección que aprendí en las calles —dijo Jason, poniéndose los guantes.
Damian consideró las palabras de Jason por un momento, y aunque su instinto le decía que no debía bajar la guardia, también sintió una curiosidad naciente por ver cómo sería enfrentarse a su hermano mayor. Finalmente, tomó el otro guante y se lo puso, ajustándolo con cuidado.
—Está bien —dijo Damian—. Pero no te quejes si te derroto.
Jason rió, apreciando la confianza de su hermano menor.
—Eso es lo que quiero escuchar —dijo, y se puso en posición de combate.
La pelea que siguió fue rápida y brutal, pero no sin un propósito. Cada golpe, cada movimiento, era un intercambio de emociones que las palabras no podían expresar. Jason se contuvo lo suficiente para no dañar a Damian, pero tampoco fue suave. Damian, por su parte, se lanzó al combate con toda la intensidad que llevaba dentro, como si estuviera probándose a sí mismo tanto como a Jason.
—No está mal, chico —dijo Jason entre respiraciones, después de que ambos se separaron por un momento—. Tienes más fuerza de la que aparentas.
Damian no respondió, pero había un brillo en sus ojos que mostraba una mezcla de satisfacción y respeto. Quizás, por primera vez, sentía que había ganado el respeto de alguien en su nuevo hogar.
El vínculo entre ellos se fortaleció a partir de ese día. Aunque Jason seguía siendo sarcástico y a menudo brusco en su trato, Damian empezó a verlo como algo más que un simple hermano mayor: un aliado, alguien que entendía el dolor de sentirse abandonado y que, de alguna manera, quería evitar que Damian sufriera lo mismo.
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Lazos Inquebrantables
FanfictionLa historia de la familia Wayne acababa de cambiar para siempre, y con ella, el destino de Gotham se entrelazaba aún más en un oscuro tapiz de amor, conflicto y sangre. Damian había llegado, y con él, una nueva era de caos y redención. Y Bruce, que...