07

6 3 0
                                    

La noche había caído como un manto de terciopelo sobre la villa, sumergiéndola en un silencio inquietante que solo era interrumpido por el crujir ocasional de las ramas contra las ventanas. Mina estaba en la cama, mirando el techo con los ojos abiertos, incapaz de conciliar el sueño. Bambam dormía profundamente a su lado, ajeno al torbellino de emociones que agitaba el corazón de su esposa.

Desde su encuentro con Chaeyoung en la biblioteca, una sombra de duda había oscurecido cada uno de los pensamientos de Mina. La voz de la heredera del infierno resonaba en su mente, susurrando verdades y promesas que le daban miedo aceptar, pero que tampoco podía ignorar. Chaeyoung era un misterio envuelto en peligro, pero también una atracción irresistible que la llamaba con una fuerza que nunca había sentido antes.

Mina se incorporó en la cama, con el corazón latiendo con fuerza. No podía quedarse allí, atrapada entre la necesidad de ser fiel a Bambam y el deseo implacable de descubrir más sobre Chaeyoung. Necesitaba salir, respirar aire fresco, aclarar su mente.

Con movimientos cuidadosos, se levantó sin hacer ruido, asegurándose de no despertar a Bambam. Se puso una bata sobre el camisón y salió de la habitación en silencio. La casa estaba en penumbra, y mientras bajaba las escaleras, sentía que cada sombra ocultaba un secreto. Pero no había vuelta atrás. El impulso de ver a Chaeyoung, de entender más sobre la enigmática mujer que había cambiado su vida, era demasiado fuerte para resistirlo.

Llegó al vestíbulo y se detuvo, indecisa. ¿Adónde debía ir? El jardín, donde habían compartido momentos de tensión y confesiones silenciosas, le parecía un lugar demasiado expuesto, demasiado abierto. Entonces lo supo: el bosque.

El bosque que rodeaba la villa siempre había sido un lugar de misterio para Mina. Durante el día, lo había visto como un refugio, un santuario de tranquilidad, pero de noche se transformaba en algo más, algo que parecía pertenecer a otro mundo, a otro tiempo. Y ahora, parecía que ese era el único lugar donde podría encontrar las respuestas que buscaba.

Abrió la puerta principal con cuidado, sintiendo el aire frío de la noche envolverla como un manto. El cielo estaba despejado, las estrellas brillaban con una claridad que le recordó lo pequeña que era en comparación con el universo. Pero no se detuvo a admirar la vista. Con pasos rápidos, salió de la villa y se dirigió hacia el bosque.

Los árboles la recibieron con susurros de hojas y sombras que danzaban al ritmo del viento. A medida que se adentraba más, el camino se volvía menos visible, y Mina tuvo que confiar en sus instintos para avanzar. No sabía exactamente adónde iba, pero había algo en lo profundo del bosque que la llamaba, una presencia que sentía sin poder ver.

Finalmente, llegó a un claro, un lugar que nunca había visto antes. La luna llena se asomaba por entre las copas de los árboles, bañando el lugar en una luz plateada que le daba un aire irreal. Y allí, en el centro del claro, estaba Chaeyoung.

La figura de la heredera del infierno era más imponente que nunca, envuelta en un vestido negro que parecía absorber la luz de la luna. Sus ojos brillaban como dos brasas en la oscuridad, fijos en Mina con una intensidad que hizo que su corazón latiera aún más rápido.

- Mina - Dijo Chaeyoung, su voz suave como el terciopelo, pero cargada de una fuerza que resonaba en el aire. - Sabía que vendrías.

Mina dio un paso adelante, sin poder apartar la vista de la mujer que la tenía cautivada. 

- No podía quedarme en casa... No podía dejar de pensar en ti.

Chaeyoung esbozó una sonrisa que era a la vez tierna y peligrosa. 

- Lo sé. Y yo he estado esperando, sabiendo que tarde o temprano seguirías el llamado.

Mina se acercó más, sintiendo una mezcla de miedo y deseo que la paralizaba y la empujaba hacia adelante al mismo tiempo. 

Hasta que la muerte nos separe || MichaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora