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El amanecer del día de su boda llegó como un suave susurro en la vida de Mina. A través de las cortinas de encaje, la luz temprana del sol acariciaba la habitación con delicadeza, despertando la promesa de un nuevo comienzo. Mina abrió los ojos lentamente, sintiendo la suavidad de las sábanas de seda bajo su cuerpo. El día al que había dedicado tantos pensamientos, tantos sueños, estaba finalmente aquí. Sin embargo, al despertar, una sensación de inquietud se aferró a su pecho, tan tenue como un rastro de niebla que aún no se ha disipado.

Mina se incorporó en la cama y dejó que sus pies descalzos tocaran el frío suelo de mármol. El contraste entre la calidez de su cama y la frialdad del suelo la hizo estremecerse. Miró a su alrededor, tomando nota de los detalles familiares de su habitación, pero sintiendo que algo había cambiado. Quizás era la conciencia de que, después de hoy, nada volvería a ser lo mismo.

El sonido de los pájaros cantando fuera de la ventana fue acompañado por un ligero golpeteo en la puerta. Antes de que Mina pudiera responder, la puerta se abrió ligeramente, revelando la figura de su madre, una mujer de porte elegante y ojos que, aunque reflejaban una sabiduría ganada a través de los años, mostraban una emoción palpable ese día.

- ¿Lista para el gran día, querida? - Preguntó su madre con una sonrisa suave mientras entraba en la habitación. Llevaba en las manos una bandeja con té caliente y unas tostadas, pero Mina sabía que su madre no esperaba que realmente comiera. Era más un gesto de comodidad, un intento de hacer que la mañana comenzara con un semblante de normalidad.

Mina asintió, pero no pudo evitar que su voz traicionara un poco de duda. 

- Sí, mamá. Creo que sí.

Su madre la observó en silencio por un momento, sus ojos escudriñando los de Mina como si intentara leer lo que se escondía detrás de ellos. Luego, con un suspiro que parecía mezclar orgullo y nostalgia, se acercó para colocar la bandeja en una mesa cercana.

- Es normal sentir nervios, Mina. Casarse es uno de los mayores pasos que damos en la vida. Pero tú y Bambam han sido hechos el uno para el otro. Lo he visto desde el momento en que te presentó. El amor que tienen es real. Eso es lo que importa.

Mina sonrió, tratando de dejar que las palabras de su madre calmaran sus inquietudes. Bambam había sido su roca, su confidente, su todo desde que se conocieron. Era el hombre que le prometió el mundo, que la hizo sentir segura y amada como nunca antes. Pero había algo, una pequeña voz en el fondo de su mente que se negaba a ser silenciada, susurrándole que no todo era tan perfecto como parecía.

Los preparativos para la boda se habían acelerado durante las últimas semanas, y cada detalle había sido cuidadosamente planificado. Mina se había sumergido en los arreglos florales, en la elección del menú, en la selección de la música que marcaría el ritmo de su primer baile como esposa. Todo había sido una distracción bienvenida para apartar la atención de esa incómoda sensación que no lograba identificar.

Mientras su madre salía para permitirle vestirse, Mina se dirigió al espejo de cuerpo entero que dominaba una esquina de la habitación. El vestido colgaba a un lado, un sueño en blanco marfil que parecía flotar en el aire. Sus dedos se deslizaron sobre la suave tela, admirando el delicado trabajo de encaje que adornaba el escote y los bordes de la falda. Sabía que había elegido el vestido perfecto, pero ahora que estaba a punto de ponérselo, se preguntaba si alguna vez estaría lista para lo que representaba.

Con una respiración profunda, Mina comenzó a vestirse, moviéndose lentamente mientras sentía que el peso de cada capa de tela la anclaba más al suelo, como si cada pieza de su atuendo matrimonial fuera una cadena invisible que la unía a un destino que aún no comprendía del todo. Una vez que el vestido estuvo en su lugar, se miró al espejo, notando cómo el tejido se ajustaba perfectamente a su figura. El vestido era un reflejo de elegancia y pureza, pero también algo más, una armadura contra los temores que no se atrevía a nombrar.

Hasta que la muerte nos separe || MichaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora