II

4 0 0
                                    

Alva

Escucho el murmullo de las aves, el suave chocar de las olas contra la costa; el olor fresco y salado llena mis pulmones. Y entonces, abro los ojos, el sol me ciega por unos instantes, pero rápidamente me acostumbro a tanta luz, estoy sentada en la playa más hermosa que he visto, siento la brisa marina acariciar mi rostro y por primera vez en mucho tiempo un profundo sentimiento de tranquilidad me inunda, como si cada célula de mi cuerpo suspirara de alivio.

Al pasar un rato y ver el lugar donde me encuentro, decido adentrarme a la selva que alberga esta, en mi opinión, isla. No evito acariciar los troncos de los árboles, que, sin dudas, me parecen majestuosos; estoy en una burbuja de ensueño hasta que percibo un suave murmullo, incitada, lo sigo para saber qué dice, a dónde me lleva. Al pasar los árboles la selva se vuelve más densa, más oscura, casi no puedo caminar, algunas ramas se enredan en mi cabello y a veces no puedo evitar tropezar con las raíces que están abarcando cada vez más espacio en el suelo, pero no puedo detenerme. El murmullo en lugar de incrementar se vuelve más tenue, casi inexistente, y no puedo permitirme el perderlo. Hipnotizada, empiezo a correr, persiguiendo esa voz, mientras más lejos la siento más incrementa la pesadez en mi interior, mi cuerpo empieza a sudar y mis ojos a lagrimear.

No es hasta que algo me hace caer de bruces que pierdo esa conexión, al observar mi alrededor me doy cuenta de que tengo al lado al mismísimo chico de ojos esmeraldas, mirándome con escepticismo.

—¿Tan poco tiempo tienes aquí y ya te quieres ir? —alza una ceja inquisitivamente.

Un poco anonadada todavía, me levanto del suelo. —No entiendo a qué te refieres.

—Estabas a punto de entrar a la selva oscura —me miró como si fuera lo más obvio del mundo — si entrabas allí nunca ibas a salir.

—Pero puedo jurar que alguien me llamaba, estoy segura de que alguien está allí dentro.

—Kathari, lo único que hay allí son sombras que esperan que entres atraída por sus encantos para poder asesinarte robando tu sombra, convirtiéndote en una de ellas.

Ahora, al mirar bien la entrada hacia esa parte puedo vislumbrar sombras moviéndose y escuchar voces desgarradas, llenas de sufrimiento. El ojos de esmeraldas se da la vuelta y se encamina hacia un lugar desconocido para mí.

—Oye —voy detrás de él — ¿a dónde vas?

Se detiene y me mira. —Cariño, no deberías seguirme, siempre haces lo contrario.

—¿A qué te refieres?, es la segunda vez que te veo —le comento extrañada, tal vez me confunde con alguien más.

Él se queda quieto un momento, pensando. No dura demasiado, pues en un segundo vuelve a caminar, y yo claramente lo sigo.

—¿Sabes en dónde estamos? —pregunto algo cansada.

Él se detiene y me mira. —Claro que sé dónde estamos —y sigue caminando hasta parar al inicio de una montaña— Estamos en Neverland Kathari.

Por un momento, solo un momento, pienso en que este chico está loco, pero de repente recuerdo que no sé cómo llegué aquí. Estoy completamente perdida.

—Pero eso es imposible, eso es un cuento —mi voz sale más aguda de lo normal.

—Ven —tendiendo su mano hacia mí con una sonrisa— averigüemos quién está en lo cierto.

Yo, en lugar de salir corriendo como me pide mi instinto, hipnotizada por esas esmeraldas de ensueño, tomo su mano y en un segundo estoy pegada completamente a su cuerpo. En lugar de inmutarse, se asegura de sujetarme bien para después, alzarnos en vuelo hasta la parte alta de la montaña.

Cuando los sueños se adueñan de la mente (Peter Pan y tú)Where stories live. Discover now