03: Decepción tras decepción.

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A nadie se le da bien todo. A mí, no se me dan bien más matemáticas. Puedo asegurar que desde que entré en la secundaria no he visto más de un cinco en los exámenes, está bien, al menos apruebo. A pesar de ser una de mis asignaturas favoritas-sí, mates es una de mis favoritas, por el simple  hecho de que el libro es azul-, no se me daba para nada bien. Me conformaba con aprobar, y yo ya había aceptado que no me podía pedir a mí misma más de un cinco, sería imposible. Sin embargo, aunque no se me de bien, es de las pocas asignaturas de las cuales, no he suspendido ningún examen en toda la secundaria. Sé que suena raro, no se me da bien, pero no suspendo, en todos mis exámenes de matemáticas saco cincos.

Para mis padres eso no era suficiente, lo sabía, querían más.

Así que cuando se enteraron de la respectiva nota del examen de mates que hice hace unos días, empezaron de nuevo:

-Si sigues así, no vas a tener futuro.-Me advirtió mi padre.-¿Es que te da igual? ¿Te da igual tus estudios?-Preguntó. Sabía muy bien que la respuesta era un no.-No vas a ser nadie en la vida si no te esfuerzas ahora.

No necesitaba oír más, sabía a donde iba a llegar esta conversación, y no quería volver a presenciarla. Los ojos se me empezaron a aguar y no iba a llorar delante de nadie, y menos de mi padre, me diría que solo quiero "dar pena".

Cerré con demasiada fuerza después de entrar en mi habitación y la voz de la padre desde el salón se escuchó.

Me tumbé en la cama sujetándome la cabeza.

No llores.

No llores.

No llores.

No llores.

No llores.

La primera lágrima cayó por mi rostro, las demás fueron imposibles de evitar. Dejé mi habitación a oscuras echando la persiana y apagando la luz. Cuando lloraba, prefería que no hubiera nada de luz, lo hacía para "protegerme" de las demás personas, me sentía más segura así, nadie me vería llorando.

A veces, dejaba que mis pensamientos se adueñaran de mí, y eso era lo que hacía que estuviera así, llorando.

Por más que intentaba hacerlos sentir orgullosos, me era imposible, no podía esforzarme más, creo que ya he dado todo lo que podía. Y pensar que ni con eso era suficiente me mataba por dentro.

☆☆☆

Decidí salir de mi habitación después de un par de horas encerrada, era por la noche y pronto tendríamos que cenar.

Al abrir mi puerta, la pesadilla volvió.

-¿Qué? ¿Ya has estudiado? ¿O aún no lo has hecho?-Preguntó mi padre desde el sillón del salón.-Dime, ¿o has estado con el móvil?-He estado llorando por tu culpa.-Natalia yo te lo digo por tu bien,...Quiero que tengas futuro, como Daniela, Jesús, Pablo,...Sabes que con un cinco, no vas a conseguir nada.

Di un paso atrás y cerré aún más fuerte mi puerta.

Daniela.

Jesús.

Pablo.

Eran chicos de mi clase, Daniela y yo éramos mejores amigas, hasta que un día, le pareció bien dejarme sola e intentar que me expulsaran del instituto, es la empollona de clase, gafas redondas, pelo castaño y corto,... Pablo era amigo mío, también de mi clase, sacaba muy buenas notas. Y Jesús, compañero de clase y amigos, a veces. Mi madre y la suya son mejores amigas, por eso lo ha mencionado. Sé que entre ellas hablas cosas de los estudios, y me duele que me comparen. Me duele que me comparen con cualquiera. Pero con solo mencionar el nombre de Daniela y referirse a ella hacía que un mar de lágrimas quisieran salir por mis ojos. No soportaba que me compararan con esa niña.

No, no, no.

Me miré las manos, estaban temblando, todo mi cuerpo lo estaba. Tenía una manta de pelo encima de mí, aún así tenía escalofríos.

Mi padre siempre fue así desde que empecé el instituto hace varios años. Como he dicho, no se me dan especialmente bien los estudios, él lo único que quiere es lo mejor para mí y para mi futuro, aunque a veces debía de pensar mejor en lo que dice. Porque duele.

Me negué a salir a cenar.

Dios, ¿cuándo me salto yo una comida? Eso era imposible para mí y mi obsesión por comer. Pero no podía salir con los ojos rojos ee haber llorado.

Una idea se me vino a la mente, e hice todo lo posible para que se fuera.

Córtate.

No, no y  no.

Esos pensamientos los tenía desde hace un par de años, nunca fui capaz de hacerme nada a mí misma. ¿Quizá era el momento para cambiar eso?

No.

O sí.

No.

Vamos, no eres suficiente.
No lo eres. No lo eres. No eres suficiente. Has decepcionado a tus padres. No eres nadie. No eres suficiente. No lo eres. No lo eres.

Abrí la ventana de mi habitación y asomé la cabeza. El fresco de una noche cualquiera de otoño me impactó en la cara. Lo que hizo que todos esos pensamientos desaparecieran al menos por un momento.

☆☆☆

No eres suficiente.

Pensé antes de acurrucarme en mi cama y abrazar a Teo. Teo. Teo es mi salvación.
Quizás debería ir a un psicólogo por pensar esto. Pero Teo, es el único que está siempre para mí, y el que me recuerda siempre que soy suficiente.

Teo es un bebé de peluche.

Para mí es mucho más que eso.

Me lo regalaron cuando tenía cinco años, desde ahí, es mi mejor amigo y duerme conmigo todas las noches. Además de que para todo tiene solución. No sé cómo explicarlo. Es como si mi lado responsable fuera él, Teo, y él me dijera todo lo razonable que pienso. Es demasiado raro, lo sé.
Quizás debería de ir al psicólogo por pensar que un muñeco es el único que ha estado para mí en cada momento.
Quizás en vez de al psicólogo debería ir al siquiatra.

Abracé a Teo con fuerza y me dormí haciéndole caricias. No sin antes recordar que no soy suficiente.

TAN DIFÍCIL DE SALIR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora