Prólogo

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El cruel y denso silencio de la madrugada era interrumpido por el golpeteo de la lluvia que caía sobre la ciudad, las pequeñas gotas creaban una melodía que Changbin ya sabía de memoria. Las noches en vela eran ya una costumbre más en su rutina. Esperar hasta altas horas de la madrugada a que su amado regrese a sus brazos se había convertido en algo constante. Al principio, las ausencias de Hyunjin en casa terminaban siendo justificadas por excusas repletas de palabras vacías, no le molestaban, o al menos aún no se daba cuenta de que lo hacían. Pero ahora eso lo hacía darse cuenta de la fría realidad de las cosas, su relación se estaba deshaciendo y él no tenía idea de qué hacer para cambiar las cosas.

Se encontraba mirando aquella blanca puerta con aquella mezcla de desesperación y esperanza, aún seguía aferrado a la idea de que el hombre que alguna vez lo llegó a amar y valorar regresara, mientras tanto seguiría esperando; esperando un cambio, una señal, un algo que le indicara que el barco en el que estaban aún podía seguir a flote.

Una pequeña parte de él sabía que su ilusión estaba muy lejos de cumplirse, pues, Hyunjin había encontrado refugio en otros lugares, quizá en unos no muy indicados. La persona a la que amaba se había dejado llevar por el brillo caótico de las fiestas, el alivio fugaz del alcohol y el éxtasis pasajero de las drogas; y aunque Changbin aún lo negara, el placer carnal de otros cuerpos ajenos al suyo. Él lo sabía, pero su mente prefería seguir ignorando las obviedades de la situación, estaba cegado por el amor y cariño que aún le guardaba en lo más profundo de su alma. 

Lo que Seo Changbin aún no tenía en cuenta, era que alguien estaba dispuesto a quitarle esa venda de los ojos, alguien dispuesto a cambiar su destino, a terminar con su eterna y miserable espera. Alguien que podría hacerle entender que lo que esperaba de Hwang Hyunjin no eran más que sueños y falsas esperanzas, espejismos de lo que alguna vez fue un amor sincero.

La tormenta antes de la calma estaba por llegar, y su existencia entera sería arrastrada por su gran intensidad. Y en medio de todo ese caos, Seo aprendería que el amor y el dolor eran solo dos caras diferentes de una misma moneda.

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