ꜱʜᴀᴅᴇꜱ ᴏꜰ ᴄᴏᴏʟ

Capítulo III

Una semana había pasado desde la última vez que Hwang Hyunjin había estado en casa; una semana desde su discusión. Siete días sin obtener respuesta a sus mensajes o llamadas, solo un desalentador buzón de voz o un "visto" clavado en los al menos 90 mensajes que Seo Changbin ya le había dejado. Revisaba su teléfono constantemente, con la esperanza de que una de las muchas notificaciones que recibía fuera de su pareja, dando alguna señal de vida.

La casa se sentía vacía sin Hyunjin, y cada rincón parecía tener algún rastro de su presencia: una camiseta olvidada o un perfume que persistía en el aire. El punto era que hasta el más mínimo rincón se sentía desolado. Para Seo, esas cuatro paredes ya no parecían un hogar. Después de todo, ya no quedaban recuerdos buenos que rememorar; cada espacio en ese lugar ahora le recordaba a una pelea diferente.

Se sentía impotente. Quería salir a buscarlo, pero no sabía por dónde empezar. Hyunjin siempre había sido tan reservado con sus emociones, y ahora Changbin se daba cuenta de lo poco que había logrado realmente comprenderlo en todos esos años juntos.

Su única opción para recurrir era Lee Felix.

Y a pesar de que él mismo sabía que el pecoso lo ayudaría con mucho gusto, no quería sentirse humillado. ¿Qué clase de pareja era si ni siquiera podía saber dónde y cómo se encontraba el que se suponía era su novio? Esa sensación de incompetencia lo carcomía por dentro. Pedir ayuda le haría sentir como si hubiera fallado en su relación, como si su incapacidad para entender a Hyunjin lo hiciera responsable de su desaparición.

Y seo Changbin no permitiría eso.

Así que, como una buena persona orgullosa, decidió pedir ayuda, pero no a Felix. En su lugar, contactó al mejor amigo de Hwang, Yang Jeongin, otro intérprete que también era muy cercano a Hyunjin y Felix. Si alguien sabía algo sobre el paradero del pelinegro, probablemente sería él. Aunque la idea de pedir ayuda le resultaba incómoda, su preocupación por Hyunjin superaba su orgullo. Al fin y al cabo, no podía seguir sumido en la incertidumbre.

Así que, después de tantos días de indecisión e incertidumbre, finalmente obtuvo la tan aclamada respuesta; una respuesta que, desafortunadamente, no lo tomó por sorpresa, solo lo decepcionó aún más, si es que eso era posible. Y es que Hwang Hyunjin se encontraba pasándola increíble, rodeado de alcohol, drogas y sexo en la residencia de Lee Felix. Changbin sintió su sangre hervir al leer el mensaje. Por más que hubiera anticipado algo malo, la confirmación dolía de una manera que no esperaba. No era sólo la traición, era la imagen que se formaba en su mente, una escena que contrastaba con el caos en el que él estaba atrapado. Mientras él se consumía en preocupación y ansiedad, Hyunjin parecía haber olvidado por completo todo lo que compartían.

Ahora el debate mental era claro: ¿ir por él o esperar a que regresara? Changbin sabía que, con ambas opciones, su dignidad quedaría en ceros. Sin embargo, se inclinaba más a ahorrarse la humillación de tener que verle la cara al lindo chico con el que le estaban siendo infiel. Sería un idiota si no reconocía ese hecho.

A fin de cuentas, el barco ya estaba hundido. Solo era él intentando rescatar los restos de lo que había sido su pequeño y frágil bote. Cada intento de arreglar las cosas parecía un esfuerzo en vano, como tratar de recoger el agua que se filtraba entre sus dedos. A medida que la desesperanza crecía, también lo hacía su deseo de encontrar la manera de dejarlo ir, de aceptar que algunas historias no estaban destinadas a tener un final feliz.

Se encontraba en las lagunas de su mente, considerando aún una decisión que, de alguna manera, ya estaba tomada. En cuanto Hwang Hyunjin cruzara la puerta de esas insípidas paredes, él terminaría todo. Sabía que, aunque el dolor fuera inevitable, era un paso necesario. No podía seguir aferrándose a algo que ya no existía, y mientras pensaba en lo que iba a tomar, un suspiro se escapó de sus labios, como si intentara liberar la angustia acumulada. Necesitaba un alivio, y por extraño que parezca, ir a la empresa a despejar su mente sonaba a una buena idea.