Capítulo 4.

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El timbre resonó con un zumbido agudo y repetitivo, señalando el final de la clase. Los estudiantes comenzaron a recoger sus cosas, hablando en voz alta mientras se preparaban para salir al pasillo. Spreen, aún sumido en los vestigios de su perturbadora experiencia, apenas notó el cambio de ambiente a su alrededor. Su mente seguía atrapada entre las sombras del sueño y la realidad tangible del aula.

Carre, que había estado observando a su amigo con preocupación, notó su desconexión. Al ver que Spreen no reaccionaba al timbre, le tocó suavemente el hombro.

—Che, ya sonó el timbre —dijo Carre con suavidad, intentando no sobresaltarlo.

Spreen parpadeó varias veces, como si tratara de despejar la niebla en su mente. La voz de Carre lo devolvió a la realidad de manera lenta pero firme, alejando las sombras de su reciente pesadilla.

—¿Ah? Sí, sí... —murmuró Spreen, intentando sonar más alerta de lo que realmente se sentía. Pero la sensación de irrealidad seguía aferrada a él, como un peso en su pecho.

Carre, notando el estado de su amigo, esbozó una leve sonrisa y se levantó de su asiento.

—Vamos, caminar un poco te va a hacer bien —sugirió, con un tono amable pero firme. No esperó una respuesta; en lugar de eso, comenzó a salir del aula, confiando en que Spreen lo seguiría.

Spreen se puso de pie con lentitud, su cuerpo sintiéndose extrañamente pesado. Siguió a Carre fuera del aula, y pronto se encontraron en los pasillos, donde el bullicio de los estudiantes y el sonido de las conversaciones rebotaban en las paredes.

El ruido y el movimiento alrededor de él se volvieron abrumadores de inmediato. A cada paso, los pasillos parecían volverse más estrechos, y las voces, más ruidosas. Los colores y las luces se mezclaban en un mareo visual que hacía difícil para Spreen mantener su equilibrio. El ambiente era asfixiante, como si el aire se estuviera volviendo espeso y difícil de respirar.

Con cada estudiante que pasaba a su lado, una oleada de náusea se agitaba en su estómago. El sonido de risas y conversaciones aceleradas rebotaba en su cabeza, amplificando la sensación de mareo. Las caras de las personas se mezclaban, se distorsionaban en su visión periférica, aumentando su incomodidad.

Tragó saliva, intentando mantener bajo control el creciente deseo de vomitar. Sus pasos se volvieron más lentos y pesados, y se dio cuenta de que le costaba mucho concentrarse en algo concreto. Los pasillos, que antes le eran tan familiares, ahora se sentían como un laberinto opresivo del que no podía escapar.

Carre, caminando a su lado, notó el cambio en el comportamiento de su amigo. La palidez en el rostro de su amigo era evidente, y la forma en que sus ojos vagaban sin enfoque lo preocupó aún más. Sin embargo, decidió no decir nada en ese momento, pensando que quizás el simple acto de caminar ayudaría a despejar su mente.

A cada paso que daban, el ruido y la multitud parecían multiplicarse, presionando a Spreen desde todas las direcciones. El mareo se intensificaba, y la sensación de estar atrapado en un torbellino de caos era cada vez más difícil de ignorar.

Finalmente, sintió que sus piernas se volvían inestables y su estómago se revolvía peligrosamente. Se detuvo de repente, colocando una mano sobre la pared para mantener el equilibrio. Cerró los ojos con fuerza, respirando hondo y tratando de evitar que la náusea se apoderara de él.

Carre, dándose cuenta de que algo estaba muy mal, se detuvo también y se giró hacia Spreen.

—Eu, ¿estás bien? —preguntó, su voz llena de preocupación—. Parece que estás a punto de desmayarte.

Spreen no pudo responder de inmediato. El mundo seguía girando a su alrededor, y le costaba concentrarse en la voz de su amigo. Sin embargo, después de unos momentos, logró asentir débilmente.

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⏰ Última actualización: Sep 04 ⏰

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