°1 ❝𝐀𝐥𝐯𝐚𝐫𝐨 𝐓𝐫𝐚𝐜𝐞❞

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"Maya, no te atrevas a meterte en problemas".

Eso fue lo primero que vi en la pantalla de mi celular. Resoplé y solté una risa nerviosa al abrir la notificación y empezar a teclear.

"Estaré bien, papá. Te escribo cuando llegue. Te amo."

Respondí y guardé el celular en mi bolsillo, mientras la música de mi playlist comenzaba a sonar.

Me acomodé en el asiento del autobús y miré por la ventana, sintiendo cómo el paisaje cambiaba lentamente. El aire se volvía más fresco, y un ligero aroma a tierra húmeda inundaba el interior del vehículo. Cerré los ojos un momento, dejando que la brisa que entraba por la ventana acariciara mi rostro, sacándome una sonrisa. Estaba a punto de comenzar una nueva etapa en mi vida, una que había soñado desde niña. Neocimmeria, la ciudad de mi abuela, me esperaba.

Un lugar que parecía salido de esos libros de misterio que te mantienen despierta toda la noche, imaginando historias de fantasmas y secretos antiguos... o pesadillas.

Bueno, uno no puede tenerlo todo, ¿verdad?

Definitivamente, no hay sentido de supervivencia.

A medida que el autobús giraba en una esquina, la vista se abría ante mí, revelando algo que mis ojos habían deseado ver durante tanto tiempo. La niebla se deslizaba como una serpiente por las calles de Neocimmeria. Proveniente del gran lago que bordeaba la ciudad, la neblina fría y húmeda envolvía los edificios en un velo blanquecino.

"Bienvenidos a Neocimmeria".

Decía un cartel que me hizo soltar un chillido de emoción. Sonreí para mí misma mientras el autobús se detenía y la puerta se abría. Rápidamente agarré mis cosas y bajé del transporte, junto con otras cuatro personas que no parecían ni la mitad de emocionadas que yo. Di unos pasos hacia la parada de taxis, sintiendo mi corazón latir como un tambor.

La ciudad tenía una vibra antigua. Las casas, con sus muros de piedra erosionados por el tiempo, parecían contar historias de generaciones pasadas. Las ventanas, con sus cristales opacos, reflejaban la luz tenue del día, mientras los tejados puntiagudos, cubiertos de musgo y líquenes, se alzaban hacia un cielo gris y amenazador.

A pesar de la belleza sombría de Neocimmeria, una pizca de miedo se colaba entre toda mi emoción.

No me malinterpreten, Neocimmeria, ¡Es todo lo que siempre había soñado! Pero también era un mar de cambios que me hacía sentir como si estuviera a punto de lanzarme a un abismo.

Y mientras me perdía en mis pensamientos, la promesa de mi padre resonaba en mi mente.

—Cálmate, Maya, solo estudios y hacer amigos, lo prometimos —murmuré para mí misma, intentando sonar convincente.

Aprovechando el tiempo mientras esperaba al conductor designado a recogerme, agarré mi celular. Y me encontré con varios mensajes de mi papá, pero ninguno de Álvaro, un viejo amigo de mi hermano mayor.

Álvaro se había mudado a Neocimmeria con sus tíos abuelos hace ya algunos años. Habíamos quedado en que mañana a primera hora me enseñaría el lugar pero mis mensajes seguían sin llegarle como era de costumbre, llevaba ya dos días así.

Un nerviosismo me atravesó ante la idea de que se le olvidará. Álvaro siempre ha sido un alma libre, siempre está siguiendo un reportaje o caso nuevo, pero me preocupaba que eso lo hiciera dejarme plantada. Sacudí mi cabeza alejando ese escenario catastrófico antes de que comience a maldecir a Álvaro por cosas que no hacía.

Aún.

Justo cuando estaba a punto de darle otra repasada a mi celular, un coche negro se detuvo frente a mí. Era un modelo antiguo, con un brillo que delataba un buen cuidado. El conductor, un señor mayor con un sombrero de ala ancha y una mirada penetrante, bajó la ventanilla.

𝙏𝙝𝙚 𝙂𝙝𝙤𝙨𝙩𝙡𝙮 || ՏʜɪᎷ ᎫᎪᴋᎬDonde viven las historias. Descúbrelo ahora