(10000 años en el pasado...)
En tiempos ancestrales, cuando aún existía el viejo Imperio de los Kal'dorei y la magnánima Emperatriz Ashara aún reinaba a su gente, múltiples eventos de carácter caótico y destructivo sucedieron a la vez como producto de que la mismísima Legión Ardiente pusiera su vista en el basto mundo de Azeroth.
La Legión ya había destruido infinidad de mundos antes que éste, pues ese era el motivo de su existencia. Eran un ejército de demonios y seres del vacío abismal que unidos se contaban por millares y millares de millones teniendo el poder suficiente como para destruir todo lo creado. Esta fuerza cósmica era regida por el todopoderoso Titán Caído Sargueras el cual no solo había destruido cientos de miles de mundos sino que también había sido el principal responsable de la destrucción del panteón de los Titanes, matando a muchos de sus hermanos en el proceso.
La historia de la Legión Ardiente se remonta a tiempos tan remotos que ni siquiera los Kal'dorei, conocidos por las razas mortales como sabios muy antiguos, son capaces de intuir cuando fue que se irguió su causa por vez primera, mas si es conocido su afán insaciable de destrucción.
La traición de su propia líder, Ashara, había hecho que los elfos sólo albergaran aún más odio por ella y sus nuevos aliados. La reina había usado el Pozo de la Eternidad, antigua herida del mundo, como fuente de poder para que los demonios llegaran al mundo bajo sus grandes promesas de poder y riquezas sin fin. El Pozo tenía tanto maná que muchos magos arcanos pensaban que era inagotable y obviamente tenía suficiente como para traer a los demonios a Azeroth por lo que así, con la llegada del gran enemigo, empieza La Guerra de los Ancestros.
La Guerra fue dura y dejó profundas heridas en los elfos nocturnos que, guiados por el semidiós Cenarius y el druida Malfurion Tempestira, no tuvieron de otra que destruir el Pozo de la Eternidad para parar la invasión de la Legión, sin embargo, esto tuvo muy grabes consecuencias no sólo para ellos que habían perdido casi toda su magia arcana sino que también para el mundo en sí. Azeroth antes solo tenía una gran masa de tierra a flote sobre sus bastos océanos, pero después de la destrucción del pozo la explosión resultante había dividido su continente en tres: Kalimdor, donde los kal'dorei habitaron; Azeroth y Amani, que después pasarían a llamarse los Reinos del Este y por último Northrend, una tierra artica y desierta en su frío invernal situada en el mismo techo del mundo.
La Legión se había tenido que retirar tras aquellos eventos, pero Sargueras obviamente no estaría feliz con este resultado, él tendría su revancha.
Solo tenía que esperar y Azeroth podría ser destruido... él lo sabía.
(2000 años después...)
El mundo poco a poco se estaba recuperando y de hecho la nueva vida estaba empezando a surgir de las cenizas del oscuro pasado de la historia. La vitalidad brotaba como semillas en primavera en todo Azeroth, pero eso era de esperarse, lo verdaderamente importante era lo que sucedía fuera de los mismos confines del mundo... en la profundidad del cielo nocturno una estrella solitaria orbitaba el manto oscuro.
Su luz era resplandeciente y su hermosa estela azur la acompañaban en su eterno viaje por el cosmos, había estado así desde hace unos siglos, pero hoy era diferente...
Desde los bosques de Ashenvale, el archidruida, Malfurion Tempestira veía este suceso con extrañés y algo de temor, podía sentirlo, podía sentir ese gran poder desconocido para él.
Cenarius: ¿Le temes, Furión?, *preguntó su maestro que estaba al lado suyo*
Malfurion: No lo sé, es... extraño *explicó él con un sentimiento en sus palabras que le resultó imposible de identificar*
Cenarius: Se dirige al norte. *declaró el hijo de la diosa con su mirada esmeralda fija en la estrella de zafiro* a Northrend.
Y tal y como el semidiós había declarado, sucedió y la extraña estrella fugaz se dirigió rumbo al norte, solo para que como si de un meteoro se tratara éste chocara fuertemente contra la helada tierra, en el punto más al norte del mundo. La colisión del meteoro no había subido un solo grado la gélida temperatura del valle en el que cayó, es más, los nerubianos que habían observado el evento por sí mismos afirmaban que solo había bajado más y, de hecho, el impacto de aquella estrella había cambiado de forma radical aquel desolado páramo hundiendo más ciertas zonas y haciendo que otras se elevaran, al extraño glaciar resultante los locales lo habían llamado: Corona de Hielo.
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Warcraft: Un Viaje Diferente
FanfictionLa historia de Azeroth siempre se a tejido como una línea delgada entre los otros hilos del destino, una llena de guerras infinitas y conflictos que parecen tener fin. Pero aún en ese mundo de pura matanza, guerra y caos imperecederos existe la espe...