Capítulo 11

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Eloise Bridgerton se despertó al amanecer con un nudo en el estómago, la memoria de lo que había sucedido la noche anterior con Phillip aún fresca en su mente. Se habían besado, un beso lleno de emociones reprimidas y promesas no dichas. Ahora, en la luz temprana del día, el peso de sus acciones y lo que implicaban para su futuro se hacía sentir más intensamente que nunca.

Phillip ya estaba despierto cuando Eloise bajó las escaleras. Se encontraba en el vestíbulo, despachando con rapidez a cuatro sirvientes y dos carruajes, uno para su partida hacia Audrey Hall, el otro hacía un destino desconocido. Sus ojos se encontraron, y por un breve momento, Eloise casi pensó en quedarse, en dejar que ese beso marcara el comienzo de algo nuevo. Pero sabía que tenía responsabilidades que no podía ignorar.

Mientras Phillip supervisaba que los mellizos fueran subidos al carruaje, Oliver y Amanda, notando la presencia de Eloise, comenzaron a llorar desconsoladamente, suplicando que ella los acompañara. Phillip intentó calmarlos, pero Eloise se acercó, con una mezcla de dolor y ternura en su corazón.

"Debo irme", les dijo suavemente, agachándose para estar a su altura. "Prometo que nos veremos pronto, pero ahora tengo que regresar a mi casa."

Los niños no parecieron consolarse con esas palabras, pero Phillip, con una mirada llena de comprensión, asintió. "No te preocupes, señorita Bridgerton, los mellizos estarán bien. Tómate el tiempo que necesites."

Eloise le dedicó una última mirada, reconociendo en su rostro una mezcla de esperanza y resignación, antes de volverse y salir por la puerta. Al montarse en su carruaje, su mente ya estaba en lo que le esperaba en Audrey Hall.

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Los Bridgerton llegaron a Audrey Hall un viernes por la tarde. Mientras las damas se mostraban exhaustas, el pequeño heredero no había disfrutado del viaje a Kent tanto como lo había hecho Thomas, quien parecía tener la misma naturaleza jovial que su padre. Eloise observaba desde la distancia cómo su familia, entre risas y charlas, se acomodaba en la entrada de la casa.

No podía evitar sentir un nudo en el estómago, una mezcla de ansiedad y culpa. Durante tanto tiempo había mantenido distancia, creyendo que al hacerlo evitaría enfrentarse a sus propios errores, pero ahora, viéndolos juntos, deseaba nada más que volver a ser parte de ese círculo familiar. "¿Qué he hecho?" se repetía constantemente. Pero sabía que aún no estaba lista para enfrentarlos, no del todo. Por eso se había escondido.

El plan de Anthony y los demás hombres de ir a la mansión Crane le dio un breve respiro. Aunque ver a Gregory insistir en ir con ellos, con esa determinación juvenil de querer proteger a su hermana mayor, le arrancó una sonrisa melancólica mezclada con algo de incredulidad. Qué lejos quedaba ya aquella época en la que ella misma se había sentido tan segura, tan convencida de que siempre sabría qué era lo correcto.

Entró sigilosamente en la casa, escuchando el bullicio de Pen y Kate acomodándose con sus hijos. El sonido de la puerta al cerrarse a sus espaldas fue un alivio momentáneo. No quería que nadie la viera aún. Estaba agotada, tanto mental como emocionalmente. No era solo el viaje lo que la tenía agotada, sino los meses de haber estado lidiando con sus propios pensamientos, con la culpa de lo que había hecho. Se refugió en la habitación de Colin, sabiendo que eventualmente tendría que enfrentarse a Penelope.

Las voces de Pen y Kate resonaban desde el pasillo, hablando de ella. No podía evitar sentir una punzada de celos, aunque sabía que era injusto. Penelope, la siempre leal, su amiga de toda la vida, había soportado demasiado. "Debo disculparme con ella", se dijo, pero las palabras no salían fácilmente. No después de todo lo que había sucedido.

Al escuchar a Pen cambiar el pañal de su hijo, Eloise finalmente tomó valor. Cerró la puerta detrás de ella, tratando de no parecer tan nerviosa como realmente se sentía. El silencio que siguió a su entrada fue tenso.

– Perdon por asustarte –dijo, con una sonrisa que apenas pudo sostener.

La mirada de Penelope la atravesó como una daga. Estaba claro que la herida seguía abierta, pero también que su amiga no era del tipo que guardaba rencores por mucho tiempo. Eloise sabía que esa era una de las muchas cualidades que admiraba de Pen.

Penelope, sin embargo, no la dejó escapar fácilmente. Su tono amenazante al preguntar si ya no era considerada familia fue un recordatorio de lo mucho que había dañado su relación. Eloise sintió cómo las lágrimas brotaban de sus ojos antes de que pudiera detenerlas. Todo se había desmoronado tan rápidamente, y ahora no sabía cómo recoger los pedazos.

Abrazó a Pen con todas sus fuerzas, como si al hacerlo pudiera recomponer lo que había roto. Las palabras salían atropelladas, mezcladas con lágrimas.

– Oh, Pen, estaba tan asustada... pensé que te había perdido.

Penelope la consolaba, pero Eloise podía sentir el enojo latente en su amiga. Y con razón. No había manera de disculparse por lo que había hecho, pero aún así, tenía que intentarlo.

– Tienes razón –murmuró Eloise mientras observaba a su sobrino moverse inquieto en la cama–. Lo que hice fue horrible, lo sé. Colin no merecía lo que escribí sobre él. Nunca quiso ese título, y yo lo sabía... pero aún así lo hice.

Cada palabra era un golpe directo a su orgullo, pero también sentía alivio al decirlas en voz alta. Eloise observó cómo Pen le cambiaba el pañal a Thomas, y se permitió una pequeña sonrisa al ver lo hermosa que su amiga lucía en su nuevo papel de madre.

– Mi hermano se casó por encima de su nivel, eso está claro. No hay mejor mujer para él que tú –dijo, intentando suavizar la tensión con halagos, aunque sabía que Pen no caería tan fácilmente en la trampa.

Pen la miró de reojo, adivinando su intento de manipulación. Aun así, no pudo evitar sonreír levemente. Eloise sabía que tenía suerte de tener a alguien como ella en su vida. Pero el alivio duró poco, porque Pen fue clara: tenía que disculparse con Colin. Y no solo con él, sino con toda su familia.

"Lo sé", pensó Eloise, "pero ¿cómo empiezo a arreglar esto? ¿Cómo me enfrento a todos ellos después de lo que he hecho?"

Pen le entregó a Thomas, y mientras lo sostenía en sus brazos, Eloise sintió el peso de sus errores más que nunca. "¿Soy una cobarde?", se preguntaba. Quizás lo era. Había huido en vez de enfrentar la realidad, y ahora todo se sentía mucho más complicado.

Después de haber hablado con su madre, la vizcondesa y Hyacinth, sabía que había pasado lo más fácil de la situación, ahora venía lo complicado, darle la cara a sus hermanos.

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