Calderón suspiró, mirando fijamente los documentos esparcidos sobre su escritorio. La duda se había instalado en su mente, pero no podía permitir que lo paralizara.
—No sé si debería seguir con esto, Nicholas —dijo finalmente, su voz cargada de incertidumbre.
Nicholas, que lo observaba desde el umbral de la puerta, dio un paso adelante, acercándose con determinación.
—Debes seguir, Roberto. Esta familia necesita paz, y nosotros somos los únicos que podemos ayudarlos a encontrarla —respondió Nicholas, con una firmeza que buscaba reforzar la determinación de su compañero.
Roberto se llevó las manos a la cabeza, su respiración se volvía errática mientras sus ojos, vidriosos y cansados, se enfocaban en el talismán que sostenía con sus manos temblorosas. La desesperación que sentía desde que había tomado el caso se intensificaba con cada minuto que pasaba. Ese pequeño objeto, que antes solo parecía una pista más, ahora lo aterrorizaba. Al mirarlo de nuevo, vio algo que lo dejó helado: una sombra extraña detrás de él, reflejada en la superficie pulida del talismán.
Se giró rápidamente, el corazón golpeándole el pecho, pero no había nada, solo la oscuridad de la oficina y el leve crujido de la madera bajo sus pies. Su respiración se volvió aún más irregular, casi sofocante, mientras intentaba recuperar la compostura.
Nicholas, que había estado observando a su compañero en silencio. Era evidente que Roberto estaba al borde del colapso.
—Roberto, creo que deberías irte a casa —dijo Nicholas, su voz baja pero firme—. Necesitas descansar. Has estado trabajando sin parar. Quizás el cansancio te esté jugando una mala pasada. Necesitas despejar tu mente.
Roberto, aún temblando, asintió débilmente. Sabía que Nicholas tenía razón, pero la idea de dejar el caso, aunque fuera temporalmente, lo llenaba de culpa. Sin embargo, no tenía fuerzas para discutir. Se levantó lentamente, tomando sus cosas con manos temblorosas, y salió de la oficina. Mientras se alejaba, la sensación de que algo más allá de lo comprensible lo estaba acechando no lo abandonaba.
Durante la noche, Roberto estaba atrapado en una vigilia interminable, incapaz de cerrar los ojos. El tic-tac del reloj era como un martillo que golpeaba su mente, y eran ya las 3 de la mañana. La luna, una espectadora distante, proyectaba su luz fría a través de la ventana del dormitorio de los Calderón. Su esposa intentaba acurrucarse junto a él, buscando en sus brazos un refugio que él no podía ofrecer. Roberto permanecía inmóvil en la cama, sus ojos fijos en un vacío sin fin, entregado a un estado de desconcierto que parecía deslizarse hacia la locura. De repente, una sensación perturbadora de ser observado se apoderó de él. Sin pensarlo, se levantó y se dirigió a la ventana con movimientos lentos y pesados. Afuera, los árboles se sacudían violentamente, como si una fuerza invisible intentara despojarles de sus hojas. Roberto no vio nada fuera de lo común, salvo un hombre solitario, ataviado con un sombrero negro y ropa de trabajo, que caminaba por la carretera en medio de la noche.
El oficial Calderón mira nuevamente por la ventana, observando el hombre con sombrero negro que se aleja en la distancia. La figura del hombre parece moverse con un propósito siniestro, pero el cansancio y la duda impiden que Calderón actúe .
¿Qué demonios hace ese hombre en medio de la noche? Dijo el oficial
La sensación de ser observado se intensifica, como si el propio vacío de la noche estuviera conspirando contra él. Sin darle importancia a lo ocurrido, Calderón decide ir a la cocina, con la intención de prepararse un café cargado que le permitiera afrontar el día que se avecinaba. Dejó a su esposa en la cama, aún envuelta en el manto de la madrugada, y se dirigió a la cocina. Preparó el café, se duchó con la esperanza de sacudirse el cansancio y, con el primer rayo de luz, partió hacia la comisaría.
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Lurker's Moon
Tajemnica / ThrillerEn un pequeño pueblo costarricense, el brutal asesinato de una niña de siete años, encontrado entre los cafetales, apunta a su hermano Emilio Paniagua como el principal sospechoso. A pesar de su arresto y la falta de pruebas que lo exoneraran, Emili...