Capítulo VII: El Regalo

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Davos

Al día siguiente, Davos se levantó y comenzó sus actividades cotidianas no antes de pasar al bosque de dioses a pedir consejo, antes de ir al comedor con su familia.

Davos, tu primo y yo iremos de cacería con unos señores del Oeste que han venido por unos asuntos- le dijo su tío Samwell- necesito saber si quieres participar, partiremos al medio día, así aviso a los caballerizos que preparen un caballo y escudero para ti.

Me honra mucho, lord Blackwood- respondió- pero me había comprometido a ayudar a los siervos con algunas actividades, además de que quiero entrenar con la espada.

¿Estás seguro? Trabajas mucho sobrino y deberías descansar más- sonrió Samwell.

Estoy seguro, tío- sonrió- tengo unas responsabilidades que terminar hoy.

El resto del desayuno siguió como sí nada, Benjicot presumió que cazaría un gran siervo y Alissane hablo de quizás ver algún joven caballero para casarse con él, ya que estaba llegando la edad de buscarle un esposo. En cuanto Davos, estaba pensando cómo hacer para hablar con el chico Bracken, necesitaba saber su nombre y hablar con él.

Tras la partida de sus familiares, Davos pidió a un sirviente que le prepare un caballo, una cesta de alimentos frescos y su espada. Los siervos colocaron tu pedido en una fuente que él les había proporcionado y le trajeron un caballo y su espada.

¿Necesita un escudero, joven Blackwood?- pregunto uno de los caballerizos.

No señor, hoy cabalgare solo- respondió tras lo cual se dirigió a la floresta en la frontera, decidido a hablar con el Bracken.

Ese maldito se llevó el gato- recordó.

Debió llevarte a ti, ¿verdad?- su alfa interior le hablo, algo que se había vuelto muy frecuente últimamente.

¡Cállate!-pensó Davos.

Pero si lo quieres, él es tuyo y tú eres de el- fue su pensamiento interior.

El resto de la mañana se dedicó a pensar, mientras preparaba las viandas que había traído y su caballo pastaba entre los árboles. Entre las comidas frescas que le habían dado había un pan grande, carne ahumada, huevos y dos pescados sin cocinar. Tras improvisar una fogata comenzó a asar uno de los peces cuando escucho a unos metros, en el territorio Bracken, el trotar de un caballo y el ruido de la espada.

Tomo su arma y se encamino al origen del ruido y lo vio, el chico Bracken con el que los dioses lo habían emparejado, estaba practicando con su espada con un tronco, el mismo del otro día.

Davos observo como el Bracken estaba con los ojos rojos, como si quisiera llorar mientras descargaba su ira sobre la madera. Parecía querer matar algo o alguien, el alfa interior sintió que su omega estaba sufriendo y obligo a Davos a consolarlo.

Hazlo, él te necesita y tú a él-sintió en su corazón, se levantó con su espada en mano (y la fuente detrás con su otra mano). Salía de la floresta sorprendiendo al chico Bracken, el cual se puso en guardia al verlo. Davos sonrió y fugazmente pensó en presentarse, pero luego su orgullo Blackwood se presentó, haciendo que tuvieras ganas de atacarlo; al fin y al cabo era un Bracken.

Peleas contra un adversario indigno, Bracken-le dijo- ¿Por qué no peleas conmigo ahora que tienes tu espada?

Él lo miro con miedo, lo cual preocupo a Davos; su sonrisa desapareció. Estaba a muy pocos metros de él, no sabía cómo hablarle. La última vez que le hablo estuvo a punto de golpearlo, estos pensamientos lo abrumaron y no sabía cómo actuar.

UNION PROHIBIDA // Davos Blackwood x Aeron BrackenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora