Taehyung había cambiado.
Jungkook lo miró jugar con el agua del estanque con los pies sumergidos, su existencia desnuda embadurnada de sol y primavera tardía, con los retoños arbóreos pidiendo tocar los olivos maduros de su piel. Él lo sabía, y sería más extraño si él no cambiara con todo lo que le había sucedido hasta ese día.
Pero contemplarlo le pesaba en el pecho. El maravilloso príncipe de Atenas, coqueto e inocente de la primera noche en sus ropas púrpuras, era monumentalmente distinto al joven callado y ensimismado que lo acompañaba ahora. Cargar con la muerte de su madre y la destrucción del templo debía ser demasiado, a eso agregado la felicidad del mundo regocijada a su tristeza.
Jungkook avanzó en el agua, el líquido amniótico perdido en su ausencia de ropas, sus pieles finalmente limpias de mugre, sangre y vino. Cuando alcanzó sus piernas, se unió a su caricia de sol. Levantó la mirada hacia él.
—¿Quieres quedarte aquí? —fue directo en su pregunta. No conocía lo que invadía sus mientes. Porque a lo mejor estar lejos de su hogar le afectaba, o porque quisiera estar en otro lado. Lo entendería. Su humilde hogar no tenía mucho qué ofrecer además de abrigo y alimento. Sus libros eran demasiado viejos y no contenían historias de amor. No tenía de esos finos aceites que siempre mimaban su cabello y su tez después del baño. Empero, ¿podría volver al palacio alguna vez?Dio un vistazo a la ciudad, o lo poco que podía ver de ella. Seguro la ciudad era una completa locura.
Seguro el rey estuviera en busca de su hijo, y de un culpable.
—¿Qué intentas decirme? —respondió Taehyung, mirándolo. El sol en su espalda explotaba de brillo sus rizos húmedos. Sus ojos tan púrpuras como nunca—. ¿Que debería volver?
Jungkook negó, recostándose con los brazos en sus muslos. —Hablo de tu comodidad. ¿Te sientes cómodo aquí conmigo? ¿Quieres que nos vayamos de aquí y huyamos?
Las manos de Taehyung alcanzaron sus cabellos para jugar discretamente. —¿Crees que nos encuentren aquí? —Taehyung ya había pensado que lo estaban buscando. Era obvio, pero... Jungkook deseaba poder protegerlo de algunas verdades.
—No es... imposible —solo logró responder. A lo mejor era cuestión de tiempo: seguro las tropas del rey buscarían por cada rincón de la ciudad, incluso del país. Irina también les daría pistas. Una desgracia.
Taehyung acarició la cicatriz de su mejilla, suspirando.
—Quiero quedarme aquí todo lo que pueda —dijo—. Quiero vivir contigo aquí, como si esta siempre hubiese sido mi vida. Podemos huir si los vemos cerca, pero, yo... quiero quedarme. Siempre quise conocer tu morada. Quiero saberlo todo de ti y vivir en ti hasta que muera.
Jungkook asintió, acicalado en sus mimos, perdido en sus orbes divinos. El rayo de sol personal de Taehyung perdió fuerza, con una nube espesa sobre él. ¿Qué había sido ese cambio?
Jungkook sonrió cuando Taehyung sonrió. —Eres un hombre muy hermoso y valioso. ¿Lo sabes? —dijo Taehyung, profundamente embelesado—. Tómame. Por favor —pidió, abriendo los brazos. Jungkook obedeció a cada palabra, cargándolo hasta él, ambos cuerpos bajo el agua. Taehyung enredó sus manos en su nuca, juntando sus narices. Jungkook acarició su espalda.
—Soy bastante amargado —dijo Jungkook, en su defensa humilde, con el calor concentrado en sus pómulos. Taehyung lo besó una y otra vez, corto.
—En la proporción perfecta —respondió, alzando los pies y enredándolos en el torso ajeno.
Jungkook sonrió contra su boca, su corazón abatido de doloroso amor y fascinación por la criatura en sus brazos. Qué vida tan infeliz habría llevado sin este joven inmiscuyéndose y riendo. Respetaba la memoria de su difunta esposa, pero esto no... Esto no podía compararse a cómo se había sentido durante esos años.
Entonces fue él quien besó a Taehyung de nuevo. Fuerte, más húmedo contra su lengua, más profundo. Taehyung jadeó, tomando su fuerza, apretándose más contra él. Una ventisca fría comenzó a saludarlos, el día tornándose gris. Jungkook solo sentía alborozo por ello: que lloviera. Que una tormenta devastara a la ciudad, al país, al mundo entero. Que todos murieran ahogados por la felicidad de su amor.
El agua entre ellos los abrazó con más fuerza, el viento poniendo intranquilo al estanque. Jungkook solo se puso en marcha a su intimidad, la suya propia acalorada, y accedió al sexo de Taehyung de una estocada en su interior. Taehyung gimió contra sus labios, su respiración poniéndose pesada. Jungkook apoyó la espalda del chico en el borde de tierra del estanque y volvió a embestir contra él, arrancándose a sí mismo un jadeo.
Una de las nubes orgullosas dejó caer su propio llanto sobre ellos. No era una llovizna fuerte y hermosa como a las que Jungkook había temido antes en el palacio. Esta era más suave, pero le aliviaba.
Le aliviaba que Taehyung fuera feliz.
Lo llenó de sí, una y otra vez, enterrado en sus ojos y entrañas, como obligándolos a ser uno solo. Taehyung recibió todo, encantado de placer, su existencia probando las estrellas que el mundo le negaba en pleno día. Solo repleto de amor borrando en su dolor. Solo repleto de admiración y protección.
De sus ojos brotaron lágrimas. Por Zeus, él no soportaría perder a Jungkook. Gimió en su oído, la lluvia cayendo sobre ellos. Él no podría vivir sin él. Ellos no podían vivir en un mundo como ese, que buscaba apagarlos en miseria.
Ellos merecían más que un doloroso final prematuro. Jungkook no merecía quedarse de repente, sin él, por la profecía. Jungkook simplemente no podía estar sin él.
Gotas azucaradas rosadas cayeron en sus pieles. Ellos no pudieron verlo, pero una de las Moiras lloraba sobre ellos.
Porque ojalá todo fuera diferente.
Porque ojalá su unión no la interrumpiera el destino.
Porque ojalá ella no tuviera que cumplir su trabajo tortuoso e impiadoso...
Hasta el final.
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Efebo «KookTae» ©
FanfictionOjos de tormenta, y sensualidad excéntrica. Una profecía desatada que encierra a un viudo inocente. El mito del primer Efebo griego. ''𝑺𝒆 𝒉𝒐𝒔𝒑𝒆𝒅𝒂𝒓á 𝒂𝒒𝒖í 𝒉𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝒆𝒏𝒔𝒆ñ𝒆 𝒕𝒐𝒅𝒐. 𝑺𝒆 𝒍𝒆 𝒅𝒂𝒓á 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒅𝒂, 𝒗𝒆...