Enseñarás a volar

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                                                 Ya están dando las doce en el reloj y yo estoy parado en la vereda mirando inmóvil el papel que tengo en la mano. Trato de leer lo que dice, pero realmente no entiendo nada. La gente me esquiva cuando pasa, pero yo no veo a nadie porque se detuvo el tiempo. Por fin me decido a moverme y entonces noto que estoy temblando como una hoja.

Pasó todo tan de golpe que no me di cuenta, pero acabo de firmar por primera vez una designación: oficialmente soy Maestro.

Voy apurado y no sé por qué. El centro, con la estación, el tren y la iglesia, son el decorado que aún creo parte de un sueño.

Hace calor y es primero de octubre. Me voy a acordar para siempre de eso y de todo lo que ocurra a partir de ahora. Es en lo que voy pensando mientras hago la fila para pagar mi boleto.

Subo al colectivo y saco un par de monedas de la billetera. En la pequeña ventanita transparente que todas tienen para poner una foto, yo tengo la tarjetita que me dieron hace años con la clásica frase de Teresa de Calcuta: "Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo..."

Se hacía carne el mandamiento. Se volvía milagro la tarde. Comenzaba entre todo aquello un camino, quizá, sin retorno.

Silente hilera de pinos que bordean un asfalto desierto. Dormita el verdulero de la esquina entre cajones apilados, me ve pasar sin observar mucho. Al fondo se ve una plaza, en el centro una rotonda y, a un costado, la escuela. Me detengo a lo lejos para observarla, como si quisiera guardar cada instante en un continuo presente. Me encuentro parado en plena calle a punto de golpearle la puerta al destino.

La escuela me recibe como de fiesta. Me hacen sentir el alivio y el fin de una larga espera. Camino por un largo pasillo a la par de una atolondrada y feliz directora que me hace estrechar cuanta mano se cruza a su paso. Todos parecen contentos.

Nos detenemos frente a una puerta verde. La última del pasillo, a la derecha.

- Esta es su aula, Profesor.

Del otro lado se escucha ruido, la puerta comienza a abrirse. El barullo se detiene. La directora sonríe. Una decena de miradas se encuentran con la mía.

"Enseñarás a volar..." me susurran las tizas desde mi bolsillo.

Enseñarás a volarWhere stories live. Discover now