6. Golpes Silenciosos

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Ariella observaba las llamas crepitar suavemente en la chimenea de Storm Manor. Sentía una satisfacción fría y calculada que le hacía cosquillas en el estómago. Había pasado semanas, desde el incidente de la biblioteca, buscando la manera perfecta de devolverle el golpe a Jaxon Hawke. Sabía que debía actuar con inteligencia, no dejarse llevar solo por la rabia, sino usar su astucia para darle una lección.

Había pasado horas investigando, escarbando en los registros financieros y comerciales de la familia Hawke, buscando lo que Jaxon valoraba más allá del dinero. Y finalmente, lo había encontrado: una propiedad en las afueras de la ciudad, una villa antigua y aislada que Jaxon había mantenido en secreto durante años. El lugar tenía un valor emocional para él. Era su retiro personal, su santuario privado al que escapaba cuando necesitaba alejarse de los negocios y las responsabilidades del clan. Un lugar que casi nadie conocía, pero que para Jaxon significaba libertad.

Con la ayuda de un abogado de confianza y algunas transacciones discretas, Ariella había comprado la villa sin que él siquiera lo sospechara. Era un golpe maestro, y la expresión en su rostro cuando se enterara sería una dulce venganza.

Sonrió para sí misma, disfrutando de la anticipación.

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Jaxon estaba en su oficina cuando recibió la noticia. Uno de sus informantes entró, algo nervioso por la reacción que podría provocar el mensaje que estaba a punto de transmitir. Jaxon alzó la vista de los documentos que tenía sobre el escritorio, sus ojos oscuros clavándose en el vampiro más joven.

—¿Qué es esto? — Preguntó con un tono cortante, impaciente por volver a su trabajo.

El informante tragó saliva antes de responder.

—Es sobre la villa, señor... la villa que tienes en las afueras de Sablehaven. Ha sido comprada.

Jaxon frunció el ceño, su mente procesando las palabras lentamente. ¿Comprada? Eso no era posible. Él no había puesto la villa en venta.

—¿Qué demonios estás diciendo? —rugió, poniéndose de pie de golpe—. Esa villa es mía. Nadie puede haberla comprado.

El informante retrocedió un paso, aterrorizado por la creciente ira de Jaxon.

—Yo... lo siento, señor. Alguien... alguien la compró a través de varias transacciones ocultas. La nueva propietaria es... Ariella Storm.

El nombre golpeó a Jaxon como un puñetazo en el estómago. Se quedó quieto por un segundo, procesando lo que acababa de escuchar. Ariella. ¿Ella le había arrebatado su santuario? La ironía no escapaba de él. Era un movimiento astuto, digno de alguien que sabía cómo jugar el mismo juego al que él estaba acostumbrado. Pero eso no significaba que lo aceptara. No, lo tomaba como un desafío directo.

Su sangre empezó a hervir.

— ¡Raphael! — Llamó, su voz resonando por la mansión. — ¡Ven aquí!

Unos momentos después, Raphael apareció en la puerta. Su semblante tranquilo contrastaba con la tormenta que se avecinaba en la mente de su hermano mayor.

—¿Qué sucede? — Preguntó Raphael, evaluando la tensión en el aire.

—Ariella Storm...  — Dijo Jaxon, apretando los dientes. — Nos ha atacado de vuelta. Ha comprado mi maldita villa.

Raphael enarcó una ceja, sorprendido por la audacia de Ariella. No había esperado que ella moviera ficha tan rápido, ni de una manera tan directa.

—¿Y qué piensas hacer? — Preguntó Raphael, interesado en ver cómo manejaría Jaxon la situación. Sabía que su hermano no se quedaría de brazos cruzados.

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