Act I

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Año 115 d

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Año 115 d.c

Piedras de las runas.


El leve gimoteo junto a los sollozos ahogados era lo único que se podía escuchar en los pasillos del castillo de Runestone luego de la muerte de Lady Rhea Royce.

Fueron 9 largos días donde todos los Integrantes del castillos le imploraron a los dioses la recuperación de Rhea luego de su fatídica caída de su caballo mientras estaba de cetreria.

A la novena noche de estar al cuidado de los maestres murió, dejando a cargo a su hermano menor, Ainsley.

Dejando a sus hijos.

Rhaegar y Alyssa.

Como última petición le imploró a su hermano cuidar de sus retoños y alejarlos de la dura vida que tendrían si cayeran en manos de su progenitor, Ainsley lo juro.

Por eso ahora se encontraba caminando a paso rápidos por los pasillos de Runestone en busca de los mellizos de 3 onomásticos.

Con cada paso que daba trataba de callar los sollozos que se le escapan de sus labios, hace solo horas había perdido a su hermana y no podía despedirla como era debido.

Si no quería que el consorte de su hermana llegara en busca de sus hijos tenía que ser rápido y sacarlos de ahí.

Detrás de él venían unas doncellas preparadas para recorrer el ropaje de los mellizos, un barco ya los esperaba en la bahía listo para zarpar a Essos o las ciudades libres si era necesario.

Se detuvo frente a la entrada de los aposentos de ambos niños mientras trababa de calmarse para no asustarlos, pero el dolor de la muerte de su única hermana no se lo permitía... haciendo que de sus ojos corrieran lágrimas sin parar, ahogando sollozos que se le escapaban.

Dentro de aquella habitación se encontraban dos pequeños recostados.

Un niño y una niña.

Hace minutos que los dos se encontraban despiertos por el ajetreo que se oía en el castillo, la pequeña estaba asustada; temblaba de miedo. Mientras que el niño estaba frustrado.

Ambos sabían el estado de su madre, pues, la niña era su acompañante en el día; le leía historias de la antigua Valyria y le narraba su día a día mientras que secretamente cuando su madre dormía lloraba pidiéndole a los dioses piedad y la recuperación de su progenitora.

El niño siento el mayor por algunos minutos, pasaba su día buscando en los antiguos libros alguna cura para su madre en compañía de todos los maestres del castillos, incluso en compañía de su tío.

Quien era lo más cercano a un padre, si así se podía decir.

Hasta ahora no había encontrado absolutamente nada para mejorar a su madre, los maestres le habían implorado parar su búsqueda luego del sexto día pero el niño se negaba a ver cómo su madre se desvanecía día a día.

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