Cap. 2

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Al día siguiente, por la noche, los Montoya estaban reunidos en el salón, viendo una película con palomitas, como solían hacer todos los viernes. Todas las luces estaban apagadas.
De repente, escucharon un fuerte ruido golpear la puerta de entrada. Toda la familia dirigió su atención hacia la entrada. Se quedaron callados unos segundos, mirándose unos a los otros, asustados. El señor Montoya se levantó y caminó dando pisotones hasta llegar al sitio de donde procedían los constantes golpes.

- ¿Quién está ahí? ¡Me cago en la puta!- gritó enfadado con su voz grave e imponente.

Nadie respondió. Después de unos cuantos golpes más, la puerta se abrió bruscamente a la fuerza, y detrás de ella había una familia de cinco integrantes. Un hombre grande y corpulento se acercó a Toño, el señor Montoya, con una navaja apretandose contra su cuello. Este no reaccionó, solo le fulminaba con la mirada, llena de rabia y asco.

- Vas a dejarnos entrar...-comenzó a decir con voz amenazante- No me lo pongas difícil... Es mejor para los dos... La poli no se entera de tu "negocio" ni tampoco de mi ocupación...

Toño se quedó en silencio unos segundos, planteándose la oferta.

-Está bien...

El señor Montoya, sin decir palabra y con el ceño fruncido, les dejó entrar. María, la mujer de este, le miraba confusa y un poco furiosa. Enseguida se acercó a él y los alejó a ambos unos metros para que no pudieran escucharles.

-¿Qué coño haces?- cuchicheó- Tendrías que habérmelo consultado primero.

El hombre posó sus manos en los hombros de su mujer y suavizó la mirada.

-Tranquila... sé lo que hago... Me hubieran cortado la garganta si hablaba.  Lo siento, mi amor- intentó calmarla dándole un cálido beso en la frente.

María suspiró y se relajó, comprendiendo la situación.

-Está bien...

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