Capítulo 9

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Pronto serían las doce en punto, la peor hora de todos los días, la hora en donde el vidrio del ventanal en mi habitación se empaña con mi aliento, la hora en donde me empapo de lágrimas y me mantengo en posición fetal tirada en el suelo. La hora en donde mis uñas son el mejor accesorio para mis brazos y muñecas, la hora en donde tranquilizarme es una opción, pero guardar los gritos de lamentos dentro de mi y llorar hasta quedarme dormida, es una elección.

Debía encontrar lo antes posible una manera de no debilitarme como todas las madrugadas ya que no estaba sola, Ji -Hon era mi acompañante está vez, y no quería que me viera así de rota, así de débil, así frágil, así de herida, así de mal.

Traté de abrocharme el cinturón aunque la temblequez de mi cuerpo no permitía que mis manos trabajarán sin trabarse mientras que veía algo borroso.

Así empezaba esto.

- MIERDA ¿Tan mal estoy o simplemente ya es rutina?- Me pregunté, reservando lo que había dicho, solo para mi.

— ¿Está todo bien? — Soltó el pelinegro colocando su mano en mi frente y luego en mis mejillas.— Te ves mal Elizabeth, te llevaré a tu departamento.— La preocupación del pelinegro desbordaba mientras que en sus ojos el brillo se había perdido.

Quería decirle que "estaba bien" pero no lo hice porque acabaría llorando, la voz no me salía, sujetar los zollosos y las lágrimas hacía que mi cara de pusiera un poco roja y la temperatura levemente fuera de lo normal, los ojos cristalizados y de a poco sentía como me faltaba el aire.

Llevaba luchando durante años de esta forma, un tiempo los ataques de ansiedad eran regulares y los de pánico ya no aparecían ya que había creado una barrera, una rutina que según yo, no rompería. Se basaba de ir al trabajo a casa y de casa al trabajo, muy pocas veces salía a "divertirme".

Durante el regreso a casa, el pelinegro movía sus manos frenéticamente del volante a mi frente y así repetidas veces. Podía sentir su tacto en mi piel y aún con la vista borrosa volteando un poco la cabeza hacia el, quien ahora tenía pegada una mano en mi frente y otra en el volante con total preocupación y alteración de llegar lo más rápido posible a casa.

Ji- Hon maldecía por lo bajo al tráfico que nos hacía ralentizar nuestro regreso; alterandose peor aún cuando la temperatura subía y bajaba.

Llegando a mi residencia, ya no sabía ni en que estado estaba. Solo sé que mi compañero me cargó en sus brazos y me llevó hasta un lugar acogedor dentro de la casa. Su calor contra mi cuerpo fue un tranquilizante así que procedí a esconder mi rostro entre su cuello, rozando mis labios en este.

Mis ojos aún estaban borrosos por lo que veía muy poco, como mi héroe pelinegro me soltaba delicadamente en la cama y ahí se apresuraba a mojar una toalla pequeña y colocarla en mi frente para bajar la fiebre; y sí... sentí la suave tela en mi frente, brevemente después, no solo supuse cosas.

                                     • • •

Horas después abrí mis ojos parpadeando varias veces para ver con claridad mi entorno. un momento después quedé sorprendida al visualizar al hombre que mantenia su mano izquierda sobre mi cabeza, acariciando el lugar y su mano derecha sujetando mi mano ejerciendo presión pero no lo suficiente como para lastimarme, viendome fijamente.

Me encontraba reposada en la cama, aquella vista era lo único que había
tomado bruscamente mi atención a penas al despertar; me puse nerviosa al instante, pero aún así, no podia alejarme de él, no podía dejar de verlo, sentí cálidez.

Por primera vez, alguien se quedaba a mi lado después de... Bueno, el no me había visto exactamente en medio de un ataque, pero algo me hacía sentir segura con el.

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⏰ Última actualización: Nov 21 ⏰

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