Prólogo

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"El reflejo de la verdad se distorsiona en la mente de quienes se atreven a mirar demasiado profundo."

El sonido del reloj en la pared resonaba en la habitación vacía, cada tic, cada tac, haciendo que el silencio se volviera más insoportable. Alice estaba sentada en su escritorio, inmóvil, mirando fijamente la hoja en blanco frente a ella. El informe que debía escribir permanecía sin una sola palabra, pero sus manos temblorosas no podían moverse.

Había pasado una semana desde la sesión con aquel paciente.

Lo recordaba claramente, aunque no quería. Él había entrado a la sala con la mirada fija en el suelo, nervioso, retorciendo las manos una y otra vez. Al principio, Alice pensó que era solo otro caso de ansiedad severa, tal vez algún tipo de psicosis leve. Pero cuando él empezó a hablar de lo que veía, todo cambió.

—Es una sombra... no tiene rostro, pero siempre está ahí... mirándome, siguiéndome —dijo él, con una voz ronca, apenas un susurro.

Alice había escuchado cosas similares antes. Visiones, alucinaciones, miedos profundos que proyectaban formas aterradoras. Era parte del trabajo. Sin embargo, aquella descripción, tan vívida, tan específica... la hizo estremecer de un modo que no podía explicar.

—La veo en los espejos —añadió el paciente—. Cada vez que me miro, está ahí, detrás de mí.

Alice intentó mantener la compostura, pero una sensación extraña se apoderó de su pecho. Esa noche, al llegar a casa, lo había sentido también: algo, o alguien, la observaba. Primero fue un reflejo en la ventana, una sombra borrosa que desapareció al girarse. Después, el espejo del baño, donde creyó ver un movimiento justo detrás de su hombro.

"No es real", se repetía una y otra vez.

Pero ahora, una semana después, no estaba tan segura. Desde entonces, las cosas habían empeorado. Las luces parpadeaban, su reloj se detenía a la misma hora cada día, y aquella figura sin rostro aparecía cada vez con más frecuencia, siempre en los lugares donde podía ver su propio reflejo. Se despertaba en la noche con el corazón latiendo descontrolado, sintiendo la misma presencia en la oscuridad, pero cuando encendía la luz, no había nada.

Al principio pensó que era cansancio, estrés acumulado, tal vez producto de escuchar tantas historias perturbadoras en su trabajo. Pero algo más profundo dentro de ella, algo que había intentado ignorar, le susurraba que había un peligro real, algo que no podía controlar.

El sonido del reloj se detuvo abruptamente.

Alice levantó la vista. Las manecillas del reloj marcaban las 3:33 a.m., la misma hora en la que siempre se detenía. Sabía lo que venía después.

Giró lentamente su silla, mirando el espejo en la esquina de su oficina. El reflejo de la habitación estaba quieto, inerte. Pero no estaba sola. A lo lejos, apenas visible en el vidrio, una figura se dibujaba, oculta entre las sombras.

Sin rostro. Solo observándola.

Su respiración se aceleró, sus manos se aferraron a los brazos de la silla. Quiso moverse, gritar, pero su cuerpo no respondía. El silencio era insoportable.

El sonido de un susurro rompió la calma, bajito, apenas perceptible.

—Alice...

Ella cerró los ojos, esperando que el miedo pasara, deseando que aquello no fuera real. Pero sabía que estaba equivocada.

Algo estaba con ella.

Espejos Rotos (Completa ✅)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora