Espejos Rotos (Completa ✅)

Sombras en el Reflejo

Cada capitulo vendrá con su propia canción, en este será:
Creep - Radiohead

Me llamo Alice y siempre he sido una persona lógica, racional. El tipo de persona que se siente más cómoda con hechos que con emociones, más con respuestas que con preguntas. Al menos, solía ser así.

Hace una semana, algo cambió.

Todo comenzó en una sesión, una más de las tantas que he tenido como terapeuta. El paciente era un hombre de unos treinta años, con ojos que parecían no haber dormido en días y manos que no dejaban de temblar. Al principio pensé que se trataba de un caso clásico de paranoia o ansiedad extrema, pero cuando empezó a hablar, algo en mí cambió. Un nudo se instaló en mi estómago y, desde entonces, no ha desaparecido.

Recuerdo sus palabras con claridad, incluso aunque quiera olvidarlas.

-La veo en los espejos -me dijo, con la voz apenas un murmullo, como si temiera que alguien más estuviera escuchando-. No tiene rostro, pero siempre está ahí. Mirándome, esperando.

Recuerdo haber asentido, fingiendo comprensión mientras tomaba notas. "Alucinación visual", pensé en ese momento, intentando racionalizarlo, encontrarle una lógica. Eso siempre ha sido lo mío: buscar respuestas. Pero mientras él hablaba, una sensación extraña me recorrió la columna vertebral. No pude evitarlo. Era como si una sombra se hubiese instalado en la sala, haciéndolo todo un poco más denso, más oscuro.

Desde esa noche, las cosas no han vuelto a ser iguales.

Empezaron los pequeños detalles. Sombras que no estaban donde debían estar, reflejos que parecían moverse aunque yo permaneciera quieta. Lo atribuí al cansancio. Había estado trabajando demasiado, escuchando una historia tras otra de mentes rotas, de traumas ocultos. "Solo estás agotada", me dije. Pero no fue suficiente para tranquilizarme.

Me desperté una madrugada. Las 3:33 a.m., la misma hora que el reloj de mi oficina siempre marcaba antes de detenerse. Sabía que algo no estaba bien. No podía explicarlo, pero lo sentía en el pecho, como una presión que no se iba. Me levanté de la cama, encendí la luz y me miré en el espejo del baño.

Ahí fue cuando lo vi por primera vez.

Al principio pensé que era un truco de mi mente, una imagen borrosa a la que no debía prestarle atención. Pero estaba ahí. Justo detrás de mí. Una figura oscura, sin rostro, inmóvil en las sombras. Me giré rápidamente, el corazón latiéndome en la garganta. No había nada, por supuesto. La habitación estaba vacía.

Pero cuando volví a mirar el espejo... ya no estaba sola.

A partir de esa noche, el reflejo me traiciona. No sé cuándo empezó realmente, pero ahora lo noto todo el tiempo. Es como si las sombras dentro de los espejos tuvieran vida propia, como si algo, o alguien, me estuviera observando desde el otro lado.

Al principio pensé que estaba perdiendo la cabeza. He tratado a suficientes pacientes para saber cómo funciona la mente cuando empieza a fragmentarse. Pero esto... esto es diferente. No es solo en los espejos. Es en las ventanas, en los charcos de agua, en cualquier superficie que devuelva mi imagen. Siempre está ahí. Observándome. Esperando.

Hoy, en mi oficina, sucedió de nuevo. El reloj marcó las 3:33 p.m., una coincidencia que ya no puedo ignorar. El sonido de las manecillas al detenerse me hizo levantar la vista de mis notas, y allí estaba otra vez. En el espejo de la esquina, entre las sombras de la habitación. Lo mismo. Esa figura oscura, sin rostro. Fija, inmóvil, observándome.

Traté de respirar hondo, de recordar que soy una profesional, de recordarme que esto no puede ser real. Pero cuando me levanté y caminé hacia el espejo, mi propio reflejo parecía... apagado. Como si algo más hubiera tomado mi lugar. Y detrás de mí, esa presencia, cada vez más nítida.

Salí de la oficina apresuradamente, mi corazón martillando en mis oídos. No sabía a dónde ir ni qué hacer. Solo sabía que no podía quedarme ahí.

¿Estoy perdiendo la razón? Tal vez. Pero la parte más aterradora no es la posibilidad de estar volviéndome loca. Es la posibilidad de que no lo esté.