Capítulo 9

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Su casa es hermosa, pero lástima que todo se encuentre bajo escombros, me sorprende en las condiciones en las que está viviendo en este momento, me indica un espacio donde debería estar el comedor, para dejar todas las cajas.

Así que salgo de la casa y empiezo a bajar las cajas, algunas son grandes como pesadas y otras ligeras, me da un poco de curiosidad que tantas cosas habrá comprado para su casa, las cajas pequeñas y ligeras las está bajando ella, por más que le insistí en bajarlas todas ella insistió en no querer abusar de mi amabilidad, es terca esta mujer.

Trato de ignorar mi instinto protector de querer protegerla y que este en mejores condiciones, sé que no debo ir por ese camino y caer rendido a sus pies, aunque también dentro de mi nace una ola de calidez que se extiende poco a poco, conozco esta sensación, pero multiplicado por 100, sé que debo detenerla, pero es extraño volver a sentirla.

Antes de irme bajo la última caja, siento un pequeño toque en mi codo.

-Alonso siento por tantas molestias, de verdad eran demasiadas cajas que bajar, creo que me excedí un poco con las cosas que solicité.

-No tienes por qué disculparte, me imagino que remodelaras esta cabaña muy bonita. - se sonroja un poco.

-La verdad tengo muchas ideas y espero que me quede bien todo, aún faltan comprar ciertos muebles, ya que en esta casa venían demasiado viejos y le urge un cambio enorme.

-Ya veo que tienes mucho trabajo en estos días.

-Así es, por las tardes y noches trabajo en la casa, ya que en las mañanas me encuentro en la clínica.

Me asombra que está dando todo su tiempo en su remodelación, aunque es mucho para ella sola, anteriormente me había ofrecido ayudarla y hasta el momento ella no lo ha pedido, quizás le dé vergüenza pedirlo. Me debato un poco en abrir la boca o quedarme callada, pasan unos largos segundos cuando ella es la que habla primero.

-Te invito un té o café con este frío y si gustas unas galletas que acabo de meter al horno. – me dice una Valeria avergonzada.

Olisqueo un poco y empiezo a detectar el olor a galleta horneada, huele delicioso, mi boca se humedece un poco y accedo.

-Solo un poco, las galletas me convencieron. – sonrío un poco y ella se sonroja aún más.

-Claro, deja preparo todo, te invitaría a sentarte en el sofá o comedor, pero los acabo de tirar hace días, así que solo te ofrezco una silla en la barra. – me indica donde sentarme y camino hasta donde me indica para tomar asiento.

La cabaña de San Tomas, era grande pero hogareña, siempre había sido así pero desde que su esposa murió, la cabaña empezó a decaer junto con la salud del señor, al momento de morir su único hijo heredó todo y lo primero que hizo fue vender la cabaña, a él nunca le gustó este pueblo, siempre le agrado la gran ciudad y allá hizo su vida, así que el que lo vendiera a un bajo precio le facilito su venta, quien iba a pensar que la nueva propietaria le quisiera dar una nueva vida y le diera amor a esta casa.

Mientras divago un poco veo como se mueve en la cocina para moler en un aparato su café manualmente y agregarlo en un recipiente para hervir el agua y el café recién molido, saca de su refrigerador un pequeño pastel y corta dos rebanadas medianas, en eso suena un pequeño reloj que tiene a lado de la estufa ella se apura a tomar unos paños y abre el hombro y saca las bandejas de adentro, toma las que están arriba de la parrilla y las introduce nuevamente, gira la correa del reloj y cierra la puerta del horno, la casa huele delicioso, en eso el café sale, apaga la hornilla mientras que bate la leche al hacerse espuma vierte el café y la acerca en la barra frente a mí, me acerca una cuchara y el azúcar y un pequeño recipiente de miel; mientras tanto pone en la barra un plato con las galletas recién horneadas y las rebanadas de pastel con sus cubiertos.

Esta mujer me sorprende con su buena sazón al probar su café y galletas.

-Tu hiciste el pastel, ya que no he visto uno parecido en el pueblo. – le brillan un poco sus ojos y sonríe, mientras parto un pequeño pedazo para introducirlo en mi paladar.

-Si lo hice yo el día de ayer, espero te agrade. – aún no termina de decirme cuando no puedo evitar gemir del placer del pastel, esto es realmente delicioso, esta mujer es un estuche de monerías con tantas cosas que sabe hacer.

Cuando menos lo espero vuelvo abrir los ojos después de disfrutar la cucharada de pastel, veo que Valeria me observa detenidamente y esta sonrojada.

- ¿Si te gusto el pastel? – pregunta con una pequeña sonrisa en su rostro.

-Por supuesto, esta delicioso. – le tomo un pequeño sorbo al café.

Si sigo así esta mujer me hará engordar.

Sacudo un poco la cabeza, estoy pensando a futuro con ella.

Alonso no sigas ese camino porque no hay regreso.

-Adelante no me dejes solo y toma asiento para comer pastel, galletas y café. – ella toma asiento frente mí y endulza su café con miel y empieza a comer frente de mí.

Así pasa el tiempo hasta que afuera va perdiendo su luz, dando espacio a la noche, no sé cuánto tiempo ha pasado, me levanto de la silla y me acomodo un poco.

-Fue muy agradable pasar el resto de la tarde contigo Valeria, eres muy divertida e interesante, pero tengo otros deberes que hacer, así que, si vas mañana a comprar almuerzo o comida, nos estaremos viendo.

-No, gracias a ti por traerme las cajas y bajarlas para meterlas a la casa, era lo mínimo que podía hacer, invitarte un café y galletas, es un placer tener visitas, aunque mi casa no esté en condiciones de recibirlas. -sonríe un poco al final.

-No tienes que agradecer, era imposible que tu sola bajaras las más pesadas e insisto te ofrezco nuevamente mi ayuda para apoyarte en esta remodelación, sería casi imposible que tu sola lo hagas, es demasiado cansado, además un poco de ayuda no te vendría nada mal.

- Ya veremos, por lo pronto quiero disfrutar de esta remodelación y ver que, si puedo hacer las cosas por mí misma, agradezco tu ofrecimiento, te aviso si cambio de opinión.

-Eso espero, gracias y nos estamos viendo. – empiezo a caminar hacia la puerta cuando escucho que ella me sigue, me abre la puerta y se decide de mí.

Ingreso a la camioneta, enciendo el motor y volteo a ver la cabaña y veo que ya cerró la puerta, pero veo que debajo de ella aún está detrás de la puerta por las sobras que proyecta, de seguro me está observando por la mirilla de la puerta.

Sonrío un poco y arranco hacia mi casa, en el camino pienso en Valeria en una mujer reservada, con momentos melancólicos, sumamente inteligente, definitivamente tiene una sazón sensacional, es agradable, sin duda perseverante e independiente, todo un estuche de monerías. 






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⏰ Última actualización: Sep 06 ⏰

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