Después de la breve conversación con la madre de Sunoo, Sunghoon se fue a casa sintiéndose aún un poco derrotado. Por mucho que ella lo animara, él estaba convencido de que Sunoo nunca lo recordaría. Los años y la distancia habían hecho que sus caminos se separaran para siempre, o al menos eso pensaba.
Esa misma tarde, la madre de Sunoo decidió hacer algo al respecto. Sentía en su corazón que los dos chicos debían reconectarse. Así que tomó su teléfono y llamó a su hijo.
-Sunoo, necesito que bajes un momento -dijo ella con una sonrisa en su voz.
Sunoo, aún en su habitación, se levantó con curiosidad y bajó las escaleras.
-¿Qué pasa, mamá? -preguntó mientras llegaba al pie de las escaleras.
La madre de Sunoo sonrió y señaló hacia afuera, donde estaba Sunghoon, parado algo incómodo, pero esperando pacientemente.
-Mira bien a este joven -dijo ella con tono juguetón-. ¿No te parece familiar?
Sunoo frunció el ceño y miró a Sunghoon por unos segundos. Al principio, no estaba seguro, pero de repente, como un relámpago, algo en su mente hizo clic. Sus ojos se abrieron de par en par.
-¿S-Sunghoon? -preguntó, con la voz temblorosa, como si no pudiera creerlo.
Sunghoon lo miró con una leve sonrisa, asintiendo.
-Sí, soy yo... -respondió, con un nudo en la garganta.
Sunoo se quedó en shock por un momento, y luego todo lo golpeó de golpe. *¿Cómo no lo había reconocido antes?* Los recuerdos de su infancia, corriendo juntos por el parque, compartiendo risas y juegos, todo volvió a su mente como una marea imparable. Las lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos.
-¡Sunghoon! -gritó, corriendo hacia él y envolviéndolo en un fuerte abrazo-. ¡Perdón! Lo siento tanto, no puedo creer que no te reconocí... ¡mi mejor amigo! ¡Perdón!
Sunghoon, aunque sorprendido, correspondió el abrazo. Durante un instante, todo el dolor de los últimos días pareció desvanecerse en ese momento de reconexión. La calidez del abrazo de Sunoo, el arrepentimiento en su voz, todo hacía que Sunghoon sintiera que, después de todo, no estaba tan perdido.
-Está bien, de verdad... -susurró Sunghoon, aunque su propia voz se quebraba-. Estoy aquí ahora.
El abrazo duró varios segundos, hasta que escucharon una voz detrás de ellos.
-Bueno, parece que por fin se han reencontrado.
Era la madre de Sunghoon, quien había llegado justo en ese momento. Al ver a los dos chicos abrazados, no pudo evitar sonreír con ternura.
-¿No es hermoso verlos juntos otra vez? -dijo la madre de Sunoo, emocionada, acercándose a la escena.
-Oh, definitivamente -respondió la madre de Sunghoon-. Han pasado tantos años. Debemos celebrar este reencuentro.
Las dos familias decidieron ir a la casa de Sunghoon para pasar el resto de la tarde juntos. Había mucho que hablar y recordar. Al llegar a la casa, las dos madres comenzaron a charlar sin parar, recordando anécdotas de cuando los niños eran pequeños, las travesuras que hacían y los momentos que compartían.
-¿Te acuerdas de cuando Sunghoon no quería soltar la mano de Sunoo en el parque? -dijo la madre de Sunghoon entre risas.
-¡Oh, sí! -respondió la madre de Sunoo, riendo también-. ¡Eran inseparables!
Mientras tanto, Sunghoon y Sunoo subieron a la habitación de Sunghoon, donde se sentaron en el suelo, uno frente al otro. Había un silencio cómodo entre ellos, pero ambos sabían que había mucho que decir.
-Sunghoon... -empezó Sunoo en voz baja, jugando nerviosamente con sus manos-. De verdad, lo siento. No puedo creer que no te reconociera... De alguna manera, te borré de mi memoria y no sé por qué.
Sunghoon lo miró con una expresión suave, entendiendo.
-Está bien, de verdad. Han pasado siete años, Sunoo. Es mucho tiempo, y la vida cambia. Pero lo importante es que ahora estamos aquí.
Sunoo lo miró directamente a los ojos, con lágrimas acumulándose nuevamente.
-Siempre fuiste mi mejor amigo... No quiero perder eso otra vez.
Sunghoon sonrió, aliviado de ver el sinceramiento de Sunoo.
-Yo tampoco. -Hizo una pausa, observando a su amigo-. Tal vez hemos cambiado, pero aún podemos ser los mismos de alguna manera, ¿no?
Sunoo asintió con una sonrisa tímida.
-Sí. Podemos ser amigos como antes... o incluso mejores.
Con eso, las tensiones entre ellos se desvanecieron por completo. Hablaron durante horas, poniéndose al día sobre sus vidas, riendo sobre los recuerdos del pasado y soñando sobre lo que vendría a partir de ahora. Mientras tanto, las risas y las voces de sus madres llenaban la casa desde la sala de estar, creando un ambiente acogedor y familiar.
El reencuentro entre los dos había sanado una herida que ambos llevaban sin saberlo, y aunque el camino no había sido fácil, los dos sabían que a partir de ese momento, sus vidas estarían de nuevo entrelazadas.