Sipnosis:
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SIN SIPNOSIS TEMPORAL-MENTE
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Los personajes de la historia, exceptuando a Aiko y otros no son de mi propiedad, la...
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ミッション
୧୨
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La noche caía lentamente sobre la ciudad de Tokio, transformando los rascacielos en siluetas sombrías contra un cielo plomizo. Una luz tenue iluminaba el lujoso despacho de Yukio Arisawa, un hombre de mirada fría y calculadora, cuya presencia imponía respeto y miedo en igual medida. Sentado en su sillón de cuero negro, observaba la vista panorámica de la ciudad, como si contemplara su propio dominio. En su mano derecha sostenía un vaso de whisky, que giraba despacio, observando el líquido ámbar con la misma atención con la que estudiaba a sus enemigos.
En la puerta, una sombra se movió sigilosamente. Era su hija, Aiko Arisawa, una joven de Diecisiete años con un semblante serio, ojos afilados como cuchillos, y una presencia tan intimidante como la de su padre. A pesar de su juventud, ya había demostrado ser digna heredera del imperio clandestino que Yukio había construido durante décadas. Había aprendido desde niña a moverse en la oscuridad, a leer los secretos de los corazones y a utilizar cualquier medio necesario para alcanzar sus objetivos. Había crecido con la certeza de que el mundo no era más que un tablero de ajedrez, y que las piezas se movían únicamente bajo su mando.
—Aiko, entra —dijo Yukio, sin siquiera mirar hacia la puerta. Aiko avanzó, silenciosa como un gato, y se detuvo frente al escritorio de su padre.
—¿Me llamabas, padre? —preguntó, con una voz tan fría como el acero.
Yukio dejó el vaso sobre la mesa con un leve golpe, luego alzó la vista hacia su hija. En sus ojos oscuros había una chispa de dureza, pero también de orgullo. Sabía que Aiko era su mejor arma, su carta más valiosa. Había llegado el momento de ponerla en juego.
