CAPITULO 3

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Ao'nung

Me subí a mi hamaca temprano, antes de que terminara la cena. Mi hermana y yo habíamos empezado a unirnos a los Sully cuando llegaba la hora de cenar cada noche hacía algún tiempo, y normalmente lo esperaba con ansias. Neteyam siempre tenía que irse alrededor del mediodía, rumbo a la fortaleza de Omatikaya en las montañas para ayudar con el esfuerzo bélico, y por eso mis tardes se hacían tan largas como mis mañanas, pero normalmente él regresaba para la cena, así que nunca importaba si mi hermana estaba ocupada con Lo'ak durante la cena, porque siempre podía hablar con Neteyam.

Esta noche, él no había estado allí, y pasé la mayor parte de mi cena con Ro'ta en mi regazo, tirando comida por todos lados, mientras escuchaba a Lo'ak adular el progreso de Tsireya con el entrenamiento. Específicamente, con lo rápido que estaba aprendiendo inglés, algo que Neteyam ni siquiera había comenzado a enseñarme todavía, porque mi entrenamiento se centraba en la lucha, mientras que mi hermana no se estaba convirtiendo en una guerrera, y tenía el lujo de pasar sus tardes holgazaneando en el árbol natal con Lo'ak, hablando sin parar.

Sin Neteyam allí para distraerme esta noche, mi mente vagó. Llevábamos aquí cuatro meses y, normalmente, en esta época del año no tendría que esperar mucho más para que mi hermana del alma regresara. En esta época del año, ya me estaba poniendo ansiosO por su regreso.

Me dolía el pecho cada momento del día por su pérdida. La mayor parte del tiempo estaba tan preocupada que no tenía por qué sentirlo, pero siempre estaba ahí. Sentía que le había fallado. Ella estaría viva ahora mismo si mi clan hubiera actuado antes.

Crucé los brazos bajo la cabeza lo mejor que pude en la hamaca, mirando hacia arriba a través del dosel del árbol de la vida, a través del cual solo podía distinguir algunas franjas del cielo nocturno. A esa altura, oía el bosque circundante con más claridad que el pueblo que cenaba allí abajo. Animales que no reconocía piaban, aullaban y chillaban. Las ramas y las hojas del árbol de la vida crujían y susurraban con el viento. Ya me había acostumbrado a esos sonidos, aunque me mantuvieron despierto cuando me mudé aquí por primera vez.

Aun así, anhelaba oír las olas rompiendo debajo de mí, como lo hacían en casa. Nunca dormía tan bien sin ese sonido. En realidad, no dormía tan bien sin haber pasado el día nadando. Mi cuerpo siempre estaba dolorido por el entrenamiento. Pasar todo el día de pie estaba empezando a pasar factura. Y mi piel siempre estaba seca y con picores, o cubierta de sudor. No sabía cómo la gente de aquí podía pasar tanto tiempo sin nadar. Me sentía incompletO sin nadar.

La esbelta figura de Neteyam se dejó caer en la hamaca a mi lado, sobresaltándome. Me giré para mirarlo.

"¿Te desperté?" preguntó, "Lo siento..."

—No, no lo hiciste —dije, y luego abrí los ojos como platos al ver su cabello. Le caía sobre los hombros, sin trenzas, todo enmarañado por haber estado trenzado durante tanto tiempo.

Me senté para verlo mejor mientras él hurgaba en una bolsa de cuero que sostenía en su regazo.

—Nunca había visto tu pelo así —dije, aunque eso no alcanzaba para describir lo que sentía. Le llegaba hasta la espalda, como a mi hermana, pero se derramaba sobre sus hombros como agua, brillando en la tenue luz del follaje resplandeciente que nos rodeaba, y por supuesto, su tanhì.

—Es hora de lavarlo y volver a trenzarlo —dijo, y luego sacó una pequeña calabaza y un peine de la bolsa de cuero. Se dio cuenta de que lo estaba mirando—. ¿Quieres venir?

"¿No estará frío el río a estas horas?", le pregunté haciendo una mueca. Aunque en casa me bañaba de noche, aquí el agua estaba tan fría que sólo me había bañado por la tarde, cuando todavía brillaba el sol.

HECHO PARA ESTO // AONETEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora