Max, quien siempre había sido el mejor amigo de Roxanne, observándola en silencio cómo ella se enamoraba de Bradley, el chico arrogante que él despreciaba.
Cuando la relación de Roxanne y Bradley llega a su fin, Roxanne le pide a Max que la acompañ...
Acostarse con tu ex, seguramente no es algo bueno, pero, acostarse con el ex de tú mejor amiga, quien aún quiere volver con él, es, definitivamente mala idea.
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Max
Mi día ya había comenzado mal antes de que siquiera llegara a la universidad. Había pasado la noche revisando notas, y el cansancio me pesaba tanto como el viento helado que me golpeaba mientras me dirigía al edificio de artes.
Era una de esas mañanas en que todo lo que quieres es entrar al aula y perderte en el soporífero mundo, y hoy no iba a ser diferente.
Mi mente estaba en otro lugar, preocupada por la tarea incompleta que tenía, que casualmente era para la próxima semana, cuando de repente, sentí un golpe violento.
Me tambaleé y el suelo pareció acercarse con una velocidad alarmante. Cuando finalmente recuperé el equilibrio, me di cuenta de que había chocado contra alguien, y no solo contra cualquiera, sino contra Bradley.
Bradley. El imbécil del campus.
El tipo que parecía tener un don para aparecer en los momentos más inoportunos y aún así conseguir la simpatía de todos. Nos miramos, y la chispa de irritación en sus ojos fue suficiente para que mi rabia se encendiera instantáneamente.
—¡Genial! —gruñí, tratando de sacudirme el polvo de mi chaqueta
Bradley se levantó con una calma imperturbable, sus ojos azules brillando con una mezcla de sorpresa y desprecio.
Su expresión era la misma de siempre una mezcla de arrogancia y desdén que me sacaba de quicio.
—¿Qué pasa, Max? ¿Eres tan imbécil que no sabes cómo mirar por dónde vas? —dijo, ajustándose la chaqueta con un gesto que me hizo sentir aún más irritado.
—¿Y tú? —respondí con furia—. ¿Solo estás aquí para arruinarme el día? ¿Te divierte hacerme tropezar con tu presencia?
Bradley levantó una ceja y alto una risa, y la frialdad en su tono me hizo desear que pudiera simplemente desaparecer.
No había forma de que un día empezara peor que esto, enfrentándome a él mientras mi paciencia se esfumaba rápidamente.
—Lo siento si mi existencia te molesta tanto. Aunque, si te lo soy sincero, no lo siento realmente—dijo con una calma que sólo lograba aumentar mi frustración.
Mi ira estaba en su punto máximo, y no podía permitir que él pensara que sus palabras me afectaban. Me encogí de hombros, tratando de mantener la compostura, aunque las ganas de lanzarle algún comentario mordaz eran casi irresistibles.
—Perfecto, sigue así. A este paso, voy a tener que contratar un guardaespaldas solo para evitarte —dije, con la voz cargada de un sarcasmo que esperaba ocultara mi real enojo.
