CAPÍTULO I

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Las tijeras se encontraron agresivamente con el muslo de la persona atada a la silla, comenzó a gritar con su voz ya desgarrada por los gritos que dispersaba hace alrededor de dos horas

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Las tijeras se encontraron agresivamente con el muslo de la persona atada a la silla, comenzó a gritar con su voz ya desgarrada por los gritos que dispersaba hace alrededor de dos horas. Lágrimas caían sin cesar alguno, sólo ese sujeto que se encontraba en frente era capaz de causarlas y sabía que le divertía, vio cómo esbozó una sonrisa haciendo que se arrugaran las comisuras de sus ojitos brillantes por la adrenalina.

—¡Oh!, te despertaste —rio haciéndose el desentendido, como si no acabara de clavar un arma blanca en los tejidos del opuesto—. No me gustan las personas que duermen mucho.

—Eres un hijo de puta, un imbécil, me repugnas. Te juro que en cuanto salga de aquí.

—Shh —con un rostro ahora en completa seriedad se acercó poniendo su dedo índice sobre los labios de aquella persona atada—, sin maldiciones.

Como forma de "castigo", removió las tijeras del muslo lleno de sangre y las sacó de un tirón, haciendo que la mujer frente a él gritara con más dolor. La herida se veía apetitosa, el líquido rojo brotaba de esta y volvió a sonreír, se puso de rodillas y comenzó a lamer los bordes de la cortada, disfrutando el sabor.

—¿Q-Qué estás haciendo? —preguntaba con sus ojos bien abiertos. Intentaba apartar la vista, pero le era imposible. Comenzaba a pensar que se desmayaría del dolor y la repulsión que sentía.

—Te estoy testeando —respondió en cuanto se alejó, limpiando con su lengua su labio inferior manchado con algo de la sangre—. Admito que esperaba más, aun así, tu expediente será interesante, no te preocupes.

—Un expediente, ¿p-para qué?

—Me pregunto a qué sabrán tus mejillas —ni siquiera se molestó en darle una respuesta a la pregunta, solo balbuceaba cosas que la mujer no comprendía—. La última vez me decepcionaron.

—¿Disculpa?

—Oh, cierto, ya iba a olvidarlo -dio pequeños saltitos hasta su escritorio, donde abrió el primer cajón y sacó una carpeta—. Vamos a leer lo que hemos obtenido de ti y cómo procederemos, será fácil —sonrió nuevamente.

La respiración entrecortada de la mujer era audible en toda la sala, cosa que lo desesperó un poco al principio, pero no hizo nada al respecto. Tomó la silla frente a su escritorio y la colocó justo frente a ella; admirando el pavor proveniente de los ojos cafés que deleitaban la más sincera bienvenida al infierno. Frunció el ceño ante aquella mirada de desprecio, que señora tan mal educada.

—Terminemos esto rápido —dijo de mala gana—. Sarah Summer, veintiséis años. Mm, eres mayor que yo —rio un poco—. Naciste el quince de marzo de mil novecientos ochenta y tres y te casaste a los veinte debido a un matrimonio arreglado por tus padres. Oh, me confundí, por tu abuelo —corrigió—. Luego te fuiste a vivir con tu esposo y comenzaron a viajar por el extranjero, una vida de ensueño —apartó su vista del papel, pensando. Generalmente le gustaba a él hacer las investigaciones, le agradaba conocer a su víctima, saber cómo pensaba, tener una conexión, no solo un estúpido trabajo y listo—. Es increíble el porqué de tu marido al quererte ver yacer en un ataúd.

Who Is Muse? Analogías De Un Asesino [EN CURSO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora