Marcela Valencia acababa de bajar del avión, sorprendentemente, esta vez no estaba llena de bolsas y maletas llenas de ropa y regalos para sus empleados y amigos.
Ya no era la misma Marcela que reboloteaba por doquier, llena de felicidad tan pronto ponía un pie en Bogotá.Sin siquiera dirigirle la mirada a Mario Calderón, incluso sin buscar el paradero de su equipaje, Marcela salió del aeropuerto y tomó un taxi en dirección a EcoModa, sin molestarse en quitarse las gafas de sol, aun con el cielo nublado.
Armando Mendoza andaba hojeando algunos papeles de costos de producción y proyecciones, solamente para distraer su mente por un rato. En su mano se encontraba su pelota anti-estrés, Betty aún no había llegado a la oficina, ni siquiera se había reportado para notificar que llegaría más tarde o de plano no asistiría a trabajar el día de hoy.
Además, Marcela y Mario seguramente ya estaban en el aeropuerto en este momento, tendría que lidiar con estos tres pilares en su vida en cuestión de horas y realmente no se sentía preparado para nada de ello.Se reclinó en su silla por un rato, se puso de pie para estirarse, caminar, suspirar, acostarse en el sillón, ir al baño a arreglarse un par de veces, jugar con el teléfono, volver a sentarse, arrojar su pelota... Tantas cosas y ninguna podía quitarle este maldito estrés de los hombros.
Ya eran las diez de la mañana, ¿Y Beatriz? Quién sabe... Todavía esperaba la llamada de Marcela y Mario; la de Marcela era más una cita de negocios, la de Mario una necedad.
Tras la noche en el evento de Claudia, no volvió a recibir ninguna llamada de él, mucho menos le contestó las cientas que hizo después.
Dieron las diez y media, la empresa se sentía vacía. No fue hasta que escuchó los tacones de una mujer, pisadas fuertes y decididas, acompañadas de unas pisadas más torpes y tontas, casi inaudibles pero que arrastraban la misma intensidad que las primeras.Armando se puso de pie, la puerta de su oficina se abrió de un portazo, rezonando por los corredores. Berta y Sofia saltaron en sus asientos, incluso Gutiérrez salió de su oficina a ver qué pasaba, cuál era el problema.
Patricia, en cambio, no se atrevió a poner un pie ni cerquita, ella ya estaba al tanto de la tormenta que estaba a punto de sacudir a EcoModa.- ¿Estás segura de lo que me estás diciendo, Patricia? - Marcela preguntó, incrédula. Estaba haciendo las compras de las telas para su vestido de novia cuando recibió una llamada de Patricia. Al principio no iba a contestar pero, tras un par de insistencias, contestó de mala gana. - Mira, Patricia, si me estás diciendo mentiras no te lo voy a perdonar.
- Marce, te lo juro por lo más sagrado. Como tu mejor amiga, Marce... Lo que escuché fue de primera fila, lo capté a la perfección. Mario te está robando a tu novio. - Patricia dijo, entonando cada palabra con una pizca de odio mientras se peinaba el cabello para ir a dormirse.
Marcela puso una mano sobre su cintura, haciendo un pequeño gesto a la señorita que le estaba mostrando las telas para que la dejara a solas por un momento. Aún no podía creerse lo que le estaban diciendo, las barbaridades que Patricia le estaba contando.
Pero claro, esa vez que lo estaban siguiendo a escondidas, cuando fue el cumpleaños de su asistente, los encontraron juntos en un bar, hablando pegados y bajito. En ese momento no pensaron demasiado en ello, incluso cuando Patricia supuso que tal vez ellos dos eran gay.
Además, de vez en cuando se escuchaban chismes de oficina entre los corredores, en donde los empleados no se cansaban de especular y bromear que Armando y Mario eran un par de "Hugos".Sin embargo, la noticia no se sentía tan irreal, Marcela hasta cierto punto se sentía aliviada de que fuera Mario. Ya saben, ella sabía perfectamente el tipo de hombre que eran los dos, solo un par de mujeriegos que no estaban satisfechos con nada, lo de ellos seguramente era una acostada de una sola noche, o tal vez una confusión de sus sentimientos por todas las tensiones que se habían estado viviendo últimamente en la empresa.
Esto, por supuesto, era lo suficientemente humillantes y desastrozo como para que Marcela no sintiera nada, evidentemente sintió su corazón ahuecarse y su respiración debilitarse.Ya no compraría las telas para ese maldito vestido de novia y con toda la vergüenza del mundo tendría que cancelar en matrimonio al ojo público, a ponerse en el foco de las críticas y miradas juzgonas.
- B-Bueno, muchas gracias por decirmelo - Es lo único que Marcela logró mucitar entre dientes con el nudo en la garganta.
Tan solo escuchó la bocanada de aire que Patricia tomó para comenzar a quejarse y a hablar a viva voz cuando cortó la llamada. Patricia era... una buena amiga, pero lograba enloquecer y fastidiar hasta a la persona más sabia y paciente.Marcela regresó a su habitación en el hotel, evadiendo por completo la presencia de Mario Calderón, incluso cuando éste la saludó en el pasillo.
Abrió una botella de vino tinto Luigi Bosca y tragó directamente del gollete, el dulce sabor frutal intenso inhundando cualquier rastro de razocionió, algo del líquido cayendo por su barbilla, manchando su blusa beige de algodón.Mientras se ahogaba en sus penas, volvió a recibir otra llamada. Reconocía el número, era de las oficinas de EcoModa, más precisamente de esa fea asistente de Armando.
Sin pensarlo dos veces, Marcela colgó, en este momento no quería lidiar con ese intento de mujer con bozo. Como sea, las llamadas fueron percistentes, insistentes, constantes, una tras otra, llovían sin parar.Finalmente harta, Marcela contestó por eso de la veinteaba llamada, su voz irritada. - ¿Sí, diga? ¿Qué quiere Beatriz?- Se escuchó, las palabras iban un poco arrastradas casi siempre en la sílaba media.
- Doña Marcela, me gustaría hablar de algo con usted. - Betty comentó, su voz estaba igual de nerviosa pero cargada con kilos de coraje y determinación. - Es sobre Don Armando.
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Dobles aclaraciones / Armando x Mario
FanfictionCuando la asistente de presidencia, Beatriz Aurora Pinzón Solano, recibe el paquete de la oficina de uno de sus jefes, Mario Calderón, decide revisar el contenido por la curiosidad que su amiga Sandra hizo despertar en ella, queda sorprendida, asqu...