Regalo

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Era septiembre del '96, el tercer sábado del mes cada vez estaba más cerca y Armando solamente se la pasaba pensando con cuál de todas las bellezas de catálogo iba a pasar la noche.

Oh, además estaba Mario... Calderón, ¿Qué le iría a regalar a él? Después de todo no estaban saliendo como novios, ¿no? O algo así.
Sí, de vez en cuando iban a un hotel o se ponían a ver novelas, acurrucados entre sábanas delgadas, con alcohol en la mesa. Y en esas ocasiones no era necesario estar acompañados de mujeres.

Mendoza soltó un suspiro, debía dejar de preocuparse por tantas mundanidades. Un regalo o no, eso no afectaba absolutamente nada en las relaciones sin compromisos.

Así es, incluso en estos momentos Armando se seguía negando a la inminente atracción romántica que tenía por su mejor amigo, Mario. No solo el sexo era bueno, su corazón también se aceleraba cuando andaban juntos de un lado al otro. Pocas veces llegaba a sentir celos por alguna señorita, puesto que sabía perfectamente que Mario estaba locamente enamorado de él.
Le encantaba ser el centro de atención aunque lo negara fervientemente.

Además, estaba esta mujer... Marcela Valencia. Era una Valencia pero, ¿Eso importaba? Ahora mismo era la mujer que lo traía como loco, con los pies sobre la luna y, para mejor, aquella deslumbrante y profesional figura era como de revista, una más del montón que cayó loca por él.

Tenía una casilla asegurada para el puesto de presidencia de EcoModa en un futuro si mantenía a Marcela a su lado. Ella es una ficha demasiado valiosa como para perderla.

Lo había discutido con Mario antes, por supuesto, Mario se negó a que Armando se casara con ella. "Simplemente mantén una relación clandestina con ella, un noviazgo, nada serio." Era lo que siempre le decía.
Armando, por supuesto, accedió. Un matrimonio era demasiado lío y alboroto, encomendarse a la iglesia y jurar a Dios, eso era demasiado para él. Tal vez era por la culpa gigante que lo carcomía por dentro la razón por la que no quería presentarse ante los ojos de Dios.

Era un mentiroso, infiel, ninfómano, con un título adquirido por pagos bajo la mesa, con severos problemas con el alcohol, un fiestero... Un completo y  absoluto fraude.

Armando Mendoza había concluido que no haría nada especial esa noche, le mandó una serenata y un gran ramo lujoso de rosas rojas a Marcela, más no estuvo presente. 
Se encontraba sentado en el sofá viendo el televisor con el control en la mano, últimamente se había engrosado con Guajira, la trama le había cautivado el corazón, era imposible para él perderse un solo capitulo.

El timbre de su departamento sonó a mitad de la noche y Armando no pudo evitar cuestionar quién podría ser a estas horas. ¿Acaso Marcela lo había venido a visitar por el grandioso regalo que le dio?
Se puso de pie de mala gana y caminó hacia la puerta, si era esa mujer no tendría más que poner una sonrisa y dejarla pasar.

Cuando Armando abrió la puerta, el primer rostro que vio fue el de aquel hombre alto y guapo, con un carisma detestable pero inigualable. 

- Calderón. - Armando musitó, sus labios inmediatamente se curvaron para arriba. Sí, tal vez esta era la sensación que quería sentir esa noche y en ese momento, ver aquellos ojos conocidos que le hacían sentir cálidez por dentro.

- Armando. - Mario contestó, la comisura de sus labios estaba curvada en una sonrisilla pícara, sus cejas levantadas. Además, parecía estar cargando algo entre sus brazos; una pequeña caja blanca de regalo con un par de hoyos en la tapa, un moño rojo manteniéndola sellada. Adentro, tal vez, había algo vivo o una gran sorpresa, puesto que la caja daba golpecitos de vez en cuando.
Armando se hizo a un lado y dejó pasar a su mejor amigo a la comodidad de su apartamento, internamente emocionado de alguna manera por la repentina llegada.
Mario caminó hacia la sala, familiarizado con el entorno, incluso reconocía la mancha de vino tinto que había en la alfombra que, por más que habían tratado, no se quitaba. Al final la dejaron como una buena anécdota.

Mario se sentó en el sofá, Armando tomando su lugar a un lado, y colocó la caja blanca en el suelo con delicadeza, entre ellos.

- Ábrala. - Mario dijo, con una sonrisa de oreja a oreja en los labios, sus ojos nunca apartándose del atractivo rostro del otro hombre.

Armando soltó una carcajada e, incluso tratando de esconder la emoción, se inclinó y movió sus manos como un niño desesperado, destrozando el lazo y quitando la tapa.
Adentro había un cachorro, tal vez de unos tres meses de edad, un hermoso husky de sangre pura con un pelaje abrigador color negro y blanco, sus ojos un azul claro intenso, el olor a cachorro recién bañado y perfumado emanando de la caja.

- ¿Le gusta? - Mario preguntó sin pasar por alto la expresión de Armando, la verdad él mismo estaba nervioso.
Alguna vez Armando le había mencionado que le gustaría tener un perro, pero que no encontraba el momento indicado para adoptar uno, además, no pasaban desapercibidas esas ocasiones tan cálidas y hermosas en las que Armando ayudaba animales de la calle o heridos. Eran pocas, pero suficientes para que Calderón se sintiera más estancado con este hombre.

El cachorro chilló y gruñó ligeramente, su pequeño rabo moviéndose de un lado al otro, dando pequeños golpes en el interior. Armando lo tomó entre sus manos y lo puso sobre su regazo, ¿Y qué sí le quedaban pelos en la ropa? Simplemente era un animal hermoso.

- Me encanta. - Armando murmuró, apretujando la pequeña cara del cachorro, era tan suave y adorable.




Mario acababa de bajar del avión cuando apenas alcanzó a ver a Marcela saliendo a toda prisa del aeropuerto. No se preocupó, tal vez estaba toda desesperada por ver a su prometido, aunque la palabra misma le doliera.
Él estaba en completo desacuerdo con el matrimonio de Armando, diablos, si pudiera, él mismo se levantaría y gritaría "yo me opongo" en mitad de la ceremonia, pero eso sería un dolor de pecho que no estaba dispuesto a pagar.
Mario estaba completamente seguro que si llegara a hacer eso, Armando cortaría cualquier lazo con él y eso sí no se lo podía permitir. Prefería mantenerse en su papel de... Mejor amigo, amante, confidente,  juguete.

Pidió un taxi y se dirigió directamente a EcoModa, debía admitirlo, él estaba igual de desesperado que Marcela para ver a ese tonto hombre y oler la penetrante fragancia de su colonia.

Mario saludó a Wilson y a Freddy, quienes estaban en la entrada como siempre, una completa molestia.
Tomó el elevador y subió al segundo piso, sin embargo, no dejaba de sentir una extraña sensación en todo su pecho, en toda la empresa, hasta su saliva comenzó a saber amarga, como si acabara de fumar una cajetilla completa de cigarros.

Tan pronto las puertas se abrieron y Mario dio un paso afuera, se escuchó un fuerte golpe, como una cachetada, y posteriormente un ruido seco y retumbante, seguido de la caída de varias cosas y el revoloteo de tantas hojas.





















Muchacho, muchacho'. Ahora sí me tardé en actualizar, pero es que mi cerebro no calibraba bien que pex, de qué quería escribir xd. Además me partí la m4dre y la escuela me trae a full.
Espero actualizar la siguiente parte más rápido, sin embargo, no prometo nada. 👍

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⏰ Última actualización: Oct 31 ⏰

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Dobles aclaraciones / Armando x MarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora