IV

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Recuerdos y Cambios Abrumadores

El sonido de las ruedas girando y los pasos de las personas se mezclaba con el constante llamado de los altavoces que marcaban las salidas y llegadas de cada vuelo. Llegando a sonar irritante a sus oídos, casi como si padeciera misofonía, cada pequeño sonido repetitivo perturbaba su paz de una manera que no podía entender.
Estar dentro de un aeropuerto siempre le daba sensaciones difíciles de explicar, el cansancio que sentía a la vez de la anticipación y la necesidad de llegar rápidamente a su destino se complementaban dentro de él, causándole escalofríos por ser una persona tan sensitiva.

Montecarlo se caracterizaba por las lluvias en el mes de octubre, y definitivamente no estaba en sus planes que las nubes del cielo que tanto amaba estuvieran rompiendo en llanto a a su llegada, probablemente lo extrañaron tanto que esta sea su manera de recibirlo. Excelente manera.

Si no fuera por el café caliente que decidió comprar justo a su llegada en el aeropuerto, carísimo por cierto, en este momento estaría congelándose en una esquina mientras esperaba que alguien lo recogiera. Justo mientras cruzaba la salida principal su teléfono comenzó a vibrar en su bolsillo trasero, maniobrando un poco con todas las cosas que cargaba logró sacarlo y ver el nombre de su amigo en la pantalla

—¿Dónde estas? Llegue hace 15 minutos— reprochó en cuanto pudo responder la llamada.

—Oh, creí que llevabas más tarde. Estoy atorado en el tráfico.

Como era de esperarse, Montecarlo siendo Montecarlo.

—Solo ten en cuenta que esta lloviendo, puede ser peligroso.

—Sabes que no te tienes que preocupaciones por mi, creí que tu viaje había cambiado algo en ti.

—Claro que cambie, ahora conozco más sobre la vida y como no todo siempre tiene que ser perfecto.

—Me alegra que ya no seas tan inexperto, Charlie. Muchas cosas han cambiado desde que te fuiste.

Conversaron durante unos cinco minutos más, mientras Max trataba de atravesar el mar de autos que se había formado a la salida del aeropuerto. Cuando terminó su café, se acercó a un basurero para deshacerse del vaso. Al regresar, el castaño ya lo estaba esperando con los brazos abiertos, apoyado en su auto, el cual bloqueaba parcialmente el paso de los vehículos. A pesar de que esto causaba cierto caos, a ellos claramente no les importaba. 

—Por Dios, no tienes idea de cuánto te extrañé, Maxie—dijo, abrazándolo con fuerza, casi dejándolo sin respiración. 

—Ah, ¿sí? Pues yo no—le sacó la lengua, aunque claramente no tenía intención de separarse del abrazo. —Vamos, tenemos que subir tus cosas al coche. 

La gente no se estaba volviendo más amable, y cada vez se escuchan más los claxon de los autos impacientes. Después de subir todo su equipaje ambos subieron al auto listos para ir a la casa de su infancia.

—Dijiste que las cosas habían cambiado. ¿Puedo saber a qué te referías?

Siempre se había caracterizado por ser un chico curioso, y claro, eso no lo había logrado corregir del todo, especialmente cuando se trataba de las personas que más apreciaba en el mundo.

—Pues, unos meses después de que te fuiste, llegó un vecino nuevo cerca de mi departamento. Al parecer, nos llevamos increíblemente bien y estamos cerca de empezar algo así como una relación.

—¿¡Qué!? ¿¡Max Verstappen en una relación!? Pensé que nunca tendrías algo con nadie. Te creía un antirromántico.

Le dio un golpecito en el hombro con el puño, de manera juguetona, mientras ambos reían.

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