Miedo. El miedo es la sensación que se produce cuando percibimos una amenaza, real o imaginaria, que pone en peligro nuestra seguridad, bienestar o estabilidad. Surge como una respuesta natural del cuerpo ante situaciones que consideran peligrosas, activando mecanismos de defensa para protegernos.
Claro que Carlos sabía lo que era el miedo. Lo había experimentado desde los trece años, cuando conoció a Charles. Desde entonces, una sola emoción lo invadía: la necesidad de protegerlo. Charles, siendo tres años menor, parecía un imán para los accidentes, y cualquier cosa que pudiera lastimarlo hacía que Carlos siempre estuviera alerta.
Sin embargo, el miedo que sentía ahora no se comparaba con lo que había vivido en esos años. Tres largos años sin verlo, y ahora, ese miedo era distinto, más profundo. No sabía cómo reaccionar, y, como siempre, la ansiedad, su fiel compañera en los peores momentos, volvía a hacer acto de presencia.
La última vez que había sufrido un ataque de ansiedad fue a los dieciocho, cuando su madre le había dicho que, a partir de ese momento, estaba solo contra el mundo. Aunque lo apoyaría a la distancia, era tiempo de que emprendiera su propio camino. Lo había dejado en una casa completamente sola, sin habilidades para cocinar ni para mantener el lugar en orden.
Eso no se comparaba con todas las emociones que lo sacudían en ese momento. Carlos sabía que al volver a verlo, quedaría sin palabras, mudo ante la belleza que el monegasco siempre había poseído. Ese maldito sobre pensamiento lo asaltaba, impidiéndole concentrarse en la reunión que intentaba tener. El constante movimiento del bolígrafo entre sus dedos lo delataba, su golpeteo rítmico comenzaba a atraer la atención de sus colegas. Uno a uno dejaron de escuchar al empleado que exponía, dirigiendo su mirada hacia Carlos, quien no se dio cuenta hasta que lo llamaron por su nombre, no una, sino dos veces.
—Señor Sainz, ¿se encuentra bien?
Carlos regresó a la realidad, mirando a la mujer frente a él. —Sí, muy buena presentación. ¿Algo más que agregar? —dijo, interrumpiendo de manera abrupta.
Todos lo miraron con extrañeza. Parecía que la empleada apenas había llegado a la mitad de su exposición, y sin embargo, él la había cortado de golpe para que el siguiente pasara.
—No, señor. Eso sería todo. Gracias por escucharme —respondió la mujer con un hilo de voz, visiblemente angustiada mientras tomaba asiento rápidamente.
—¿Crees que lo hice mal y por eso está molesto conmigo? —susurró la empleada a su compañera, preocupada, mientras Carlos hojeaba distraídamente los documentos frente a él, ignorando el nerviosismo a su alrededor.
—La verdad, creo que simplemente no está aquí, se ve completamente... perdido —respondió la compañera en un susurro, mientras ambas observaban a su jefe. Carlos, una vez más, miraba fijamente la pantalla frente a él, inmóvil, sin parpadear ni moverse en lo absoluto.
Definitivamente, Carlos no estaba consciente ni de sus propias acciones en ese momento. Todo el tiempo que estuvo trabajando lo paso distraído, estaba seguro que el setenta porciento del trabajo que había entregado estaba hecho completamente mal, pero ya tendría tiempo para arreglarlo.
Cuando Carlos terminó su jornada laboral, salió corriendo de la oficina, ignorando todo a su alrededor, decidido a llegar lo más rápido posible a su departamento. Esta noche era crucial, y no podía perder tiempo. Nada más llegar, pidió a su amigo Roberto que lo ayudara a decidir cómo vestirse para la ocasión.
Roberto, siempre puntual, llegó rápidamente y comenzó a darle consejos que, para Carlos, no estaban siendo de mucha ayuda. Cada vez que intentaba ofrecer una opinión, lo comparaba con el primer novio público de Charles, ese "estúpido adefesio" de Ocon, a quien Carlos odiaba con toda su alma.
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Tarde
Fanfiction𝙼𝚒 𝚙𝚞𝚎𝚛𝚝𝚊 𝚗𝚞𝚗𝚌𝚊 𝚚𝚞𝚎𝚍ó 𝚌𝚎𝚛𝚛𝚊𝚍𝚊, 𝚙𝚘𝚛𝚚𝚞𝚎 𝚗𝚞𝚎𝚜𝚝𝚛𝚘 𝚏𝚒𝚗𝚊𝚕 𝚚𝚞𝚎𝚍ó 𝚊𝚋𝚒𝚎𝚛𝚝𝚘 𝚈𝚘 𝚗𝚞𝚗𝚌𝚊 𝚍𝚎𝚜𝚌𝚞𝚒𝚍é 𝚝𝚞 𝚖𝚒𝚛𝚊𝚍𝚊, 𝚖𝚎 𝚕𝚊 𝚚𝚞𝚒𝚝ó 𝚞𝚗 𝚖𝚊𝚕𝚍𝚒𝚝𝚘 𝚊𝚎𝚛𝚘𝚙𝚞𝚎𝚛𝚝𝚘 𝚈𝚘 𝚜é 𝚚𝚞𝚎...