Capitulo 3

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Observando la iglesia donde mamá pasaba la mayor parte del tiempo, fuimos rodeados por personas que rebosaban amabilidad, supongo que habían escuchado de nosotros por mamá, debido a la manera en que nos hablaban era como si fuéramos conocidos.

La ceremonia comenzó sin demora a las 10:00 am como habíamos previsto y aunque esperábamos la llegada de más personas para ser bautizadas, grande fue nuestra sorpresa cuando nos dimos cuenta de que nuestros compañeros serían bebes,  al inicio fue penoso, pero era tanta la normalidad que le daban los demás que dejo de importar conforme avanzaba la ceremonia.

Poco o nada comprendía del tema, por la expresión de Antonio podía apostar que él estaba aún más perdido, había cosas que el padre solicitaba a los tutores de los bebes y que Aurora le entregaba, al parecer dicha ceremonia conlleva más que solo mojar nuestras cabezas.

 Mi poco interés me genero una reacción de niño pequeño y empecé a examinar cada rincón de la iglesia con la mirada como distracción, pequeño, pero muy iluminado, las paredes ya viejas por el color blanco pálido que las teñía, pero decoradas con flores que a mí hipótesis serían donadas por el más creyente, tenía cuatro candelabros que recorrían el largo de la iglesia, pero eran moderno porque utilizaban electricidad aunque no todos los focos prendieran. Mamá nos decía que está iglesia era su favorita, ya que no tenían imagines de santos con aspectos malévolos como las que ya antes había visitado y he de sincerar que en mi morbo yo sí quería ver a esas estatuas malévolas, lo más cercano que podía ver era al tan famoso cristo crucificado que decoraba el centro de la iglesia, de gran tamaño, hecho de madera y con semblante dócil y sereno como el buda yacía ahí el hombre. Mi divagación duraría poco, pues, antes de darme cuenta, la ceremonia estaba por llegar a su fin.

El padre solicitó que se acercarán los que tuvieran bebés, recitó unas palabras y sobre sus cabecitas dejaba caer agua, apenas unas gotas, algunos bebés lloraban y otros solo veían con curiosidad. Una vez concluido nos llamó, primero fue Antonio, a quien con pena tuvo que ser auxiliado para no perder el equilibrio al estar inclinado sobre su espalda, esto para que el agua que le vertieran cayera sobre una pequeña pileta. El padre dijo unas palabras, le rocío más agua que con los bebes y concluyo. Aurora le brindó una pequeña toalla para que se secara, luego me acerqué yo.

Me incliné sobre mi espalda, con la ayuda de unos jóvenes logré mantener el equilibrio. Pensaba que al estar más cerca del padre escucharía mejor lo que diría, pero por el nervio solo escuchaba el latir de mi corazón, cerré los ojos por precaución, pues no sabía en qué momento me mojaría ni si sería aún más agua que con Antonio. 

De pronto el agua ya recorría mi cabeza, ahora entiendo al bebé que lloraba, esta agua estaba completamente fría, sentía el escurrir pasar por mis ojos y caer hasta mis oídos. Y solo por un momento me sentí en paz.

Te acepto.

¿Quién? ¿Quién dijo eso? Me exalté, lo que me llevo al impulso de abrir mis ojos de inmediato para saber de dónde provenía está nueva voz, poco podía mirar en esa posición así que en cuanto el padre me dejó parar no dudé en buscar con la mirada a los que a mí alrededor estaban, sin embargo, sus semblantes eran serenos, no como el de alguien que juega una broma. Caminé hacia los demás, pero me resultaba  absurdo que a  esa distancia uno de ellos pudiera decir algo y no ser escuchado por los demás, tampoco quería perder la racionalidad solo por obtener una respuesta.

En el poco tiempo que duró la ceremonia inspeccione a cada uno de los presentes y aunque suene ridículo, ninguno era esa voz, una voz masculina que destacaba sobre la de los demás, cálida pero autoritaria. Me propuse a llegar a la conclusión de que posiblemente todo sea una sugestión provocada por el nerviosismo de estos días, posiblemente una voz emitida por alguien sin darme cuenta, lo cual me produjo mayor tranquilidad.

A su imagen y semejanza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora