—¿Por qué no deja de llorar? Se me clavan sus lamentos en la cabeza. ¡Es insoportable!
—Alguien importante para ella ha muerto, es normal.
—Pero también era importante para ti y tú no lloras.
—Pero ella es una niña.
—Niña o no... ¡eh! ¡Eh, espera! ¿¡Qué haces con mi agua!? ¡No pretenderás darle de beber de mi agua, ¿¡verdad!? ¿¡Qué clase de broma es esta, bruja? ¡Ni se te ocurra! ¡Pobre de ti! ¡Para ahora mismo, o te arrepentirás! ¡Bruja!
Consciente de que no era el momento de iniciar una nueva pelea, Abadón se dio por vencido, saltando al alfeizar de la ventana entreabierta de la cocina. En cualquier otro momento le habría mordido la mano o incluso se habría lanzado a su cara para arañarle los ojos, pero aquella mañana Créssida no estaba para juegos. La inesperada llegada de Bianca Messina y la noticia de la muerte de Eva la habían dejado tan desconcertada que incluso sentía cierta lástima por ella. No era común ver a la bruja verter una lágrima por nadie que no fuera ella misma, y aquella mañana se le había escapado una. En soledad y cuando creía que nadie la veía en la cocina, pero una lágrima al fin y al cabo.
Eva había sido alguien importante para ella.
Así pues, no era el momento de molestar a Créssida, y mucho menos permitir que nadie les interrumpiese. Muy a su pesar, nuevos visitantes se encaminaban hacia la catedral para pedir el amor del Señor del Abismo. Por suerte, Abadón sabía lo que tenía que hacer para detenerles. El gato saltó de la ventana al jardín y, una vez en él, cambió su apariencia, dejando atrás la piel del gato para transformarse en un lobo.
Aulló al amanecer.
Después, con una sonrisa maliciosa en el hocico, se puso en camino.
Créssida, por su parte, se tomó unos segundos en la cocina para coger aire. Le estaba costando mucho mantener la compostura. Aquella noticia era totalmente inesperada. Llenó dos vasos de agua de la jarra de Abadón, de muchísima mejor calidad que la que ella solía tomar, pues la traía de cierto manantial de las montañas, y salió a la pequeña biblioteca donde había dejado a la viajera llorando amargamente. A la luz de las velas, su rostro se mostraba muy juvenil, con las ojeras y el acné adolescente marcando un rostro ahora rojo por las lágrimas. Era una chica muy bella, incluso sucia por el viaje y los ojos teñidos de tristeza, y sus ropas denotaban que venía de buena familia. Créssida supuso que vendría de la corte de la duquesa.
—¿Estás mejor? —preguntó, acercándose a la butaca donde la había dejado para darle uno de los vasos de agua. Agradecida, la joven asintió y le dio un largo sorbo, vaciando casi la mitad—. Estás cansada y necesitas dormir, pero primero necesito que me expliques qué le ha pasado a Eva. ¿Estás segura de que está muerta? ¿Has visto su cadáver?
La chica asintió con pesar. Había sido ella quien había encontrado a la duquesa tirada en el suelo de su propio despacho. A veces, de noche, Bianca tenía problemas de insomnio y salía a pasear por los corredores del castillo, en busca de alguien con quien hablar. Normalmente encontraba guardias y algún que otro miembro del servicio que estaba encantado de conversar con ella, pero aquella noche el silencio reinante había sido tal que había tenido un mal presentimiento. Sus pasos la habían llevado a recorrer toda la planta baja, donde no había encontrado a nadie a su paso, hasta acabar alcanzando la cocina. Y había sido entonces cuando los había encontrado a todos, en la cámara frigorífica, colgados de los ganchos de la carne con las manos en la garganta y los rostros contorsionados en muecas de terror. El suelo estaba totalmente empapado de sangre, y los cuerpos petrificados, condenados a pasar el resto de la eternidad con el horror grabado en el semblante.
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La Bruja
FantasySolo quedan cinco brujas del Círculo de Hades con vida, y una de ellas está a punto de morir. Créssida ha sido su ejecutora durante siglos, pero por primera vez, sus manos no están manchadas de sangre. Alguien está dando caza a su orden, y es probab...