Prólogo

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El café Sunset Diner tenía algo reconfortante en su sencillez, algo que lo hacía sentir como una pequeña burbuja en medio del caos de la ciudad. Las luces cálidas reflejadas en las ventanas empañadas por la lluvia, el eco de conversaciones suaves y el constante susurro de la cafetera llenaban el ambiente. Era casi la hora del cierre, y Jennie Kim, con su uniforme ya algo desgastado por el uso, atendía a los últimos clientes. El delantal marrón que llevaba sobre su camisa blanca tenía pequeñas manchas de café, pero a nadie parecía importarle.

Jennie había trabajado ahí durante el último año. Lo suficientemente cómodo para ella, que prefería una vida tranquila, lejos de las complicaciones. Sin embargo, había una parte de su mente que nunca se tranquilizaba. Roseanne. El nombre de su mejor amiga era como un eco constante en sus pensamientos. Roseanne Park. La rubia misteriosa que siempre encontraba la manera de meterse en problemas, la chica a la que Jennie no podía dejar de amar a pesar de todo. A pesar del caos. A pesar de los secretos.

¿Dónde estará ahora? pensaba Jennie mientras secaba las últimas tazas y miraba de reojo hacia la calle lluviosa. Hacía semanas que no veía a Roseanne en persona. Sus mensajes habían sido cada vez más cortos, y su presencia, más esquiva. Era parte de su naturaleza; Roseanne siempre estaba en movimiento, siempre envuelta en algún lío del que tenía que escapar. Y, aunque a veces Jennie se sentía como una espectadora impotente, sabía que, si la necesitaba, estaría ahí. Siempre.

Afuera, la lluvia continuaba cayendo, el agua corría por las calles, y el ruido de los coches pasaba como un murmullo lejano. Jennie suspiró, apagando las luces del mostrador, lista para regresar a casa. Pero justo cuando giraba la llave en la puerta, algo la detuvo: el sonido inconfundible de un coche acercándose a toda velocidad por la calle vacía.

Un coche negro, familiar, frenó de golpe frente al café. Los faros rompieron la penumbra de la noche, y Jennie, con el corazón acelerado, reconoció el vehículo antes de que siquiera pudiera ver a la conductora. Roseanne.

Dentro del coche, el ambiente era completamente diferente. El frío de la noche no llegaba a tocar la piel, pero la presión en el pecho de Roseanne hacía que su respiración se sintiera pesada. Las gotas de lluvia golpeaban el parabrisas mientras los limpiaparabrisas iban y venían en un ritmo frenético. El cuerpo, inmóvil y frío, yacía en el asiento trasero. No se atrevía a mirar hacia atrás. No quería enfrentar lo que acababa de suceder.

Todo había pasado tan rápido. Un encuentro casual en una fiesta a la que ni siquiera tenía pensado ir. La chica -ni siquiera recordaba su nombre-, había comenzado a incomodarla. Insistía en algo, la seguía, y las cosas se descontrolaron. Una discusión, un empujón, un golpe seco contra el suelo. Y el silencio. Un silencio tan profundo que le perforaba los oídos.

Roseanne no había querido matarla. Nunca fue su intención. Pero el cuerpo sin vida que ahora la acompañaba en su coche no dejaba lugar a dudas. ¿Qué hacía ahora? ¿Cómo podía salir de esto? La única respuesta que le vino a la mente fue Jennie.

Jennie, la única persona que siempre estaba ahí, la única persona que no la juzgaba. Pero ahora le pedía algo qué ninguna amiga debería pedir.

Jennie se acercó lentamente al coche, su corazón latiendo a mil por hora. Abrió la puerta del copiloto, y lo que vio la dejó sin palabras. Roseanne estaba al borde del colapso, su cabello rubio normalmente impecable estaba revuelto, y su rostro, pálido, revelaba el terror en sus ojos. Su ropa negra estaba arrugada y sucia, manchada de algo oscuro, algo que Jennie no quería identificar. El perfume dulce y caro que Roseanne siempre usaba ya no podía enmascarar el olor acre del miedo.

-¿Rosie? -Jennie apenas podía controlar su voz-. ¿Qué... qué ha pasado?

Roseanne tragó saliva, su mano temblorosa buscaba algo en su bolsillo, como si un cigarrillo o un encendedor pudieran solucionar el problema que la acechaba. Pero nada la calmaría.

-Jen... -dijo en voz baja, sus ojos buscando los de Jennie, desesperados-. Necesito que me ayudes.

Jennie frunció el ceño, sin entender aún la magnitud de la situación.

-¿Ayudarte? Claro, Rosie, pero... -Jennie comenzó a decir, intentando sonar calmada.

Roseanne tomó aire, sus labios temblaron antes de soltar las palabras que cambiarían la vida de ambas para siempre.

-Jen, necesito que me ayudes... a esconder un cuerpo.

El mundo de Jennie se detuvo por un segundo. Las palabras resonaron en su mente, pero no parecían reales. Un cuerpo. Su cuerpo se tensó, y un sinfín de preguntas cruzaron su mente. ¿Qué había hecho Roseanne? Pero lo que más le asustaba era su propia respuesta. Porque lo sabía, sabía que haría cualquier cosa por ella. Incluso eso.

***

publicar una historia terminada de jennie abogada resolviendo el caso Park (no)

subir un prólogo que acabo de sacarme de la cabeza mientras hacia mi tarea de redacción (si)

𝑭𝒐𝒓 𝒚𝒐𝒖 - 𝒄𝒉𝒂𝒆𝒏𝒏𝒊𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora