5. Costura

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El pitido insufrible de la alarma se le incrustó en el cráneo tan solo con un segundo de oírlo. Martin enterró la cara lo máximo que pudo contra el pecho de Juanjo, quejándose y revolviéndose hasta que su pareja por fin la apagó y se los volvió a tragar el silencio.

—Me tengo que levantar —le susurró Juanjo contra su pelo, pasando una mano por su espalda en un gesto que intentaba ser compensatorio. Martin negó con la cabeza y lo abrazó con más fuerza.

—Todavía no, quédate un ratito más.

Juanjo suspiró y su cuerpo se relajó. Con ese gesto dejó claro que ya se había rendido y aceptado su destino como almohada personal del vasco.

Aunque permanecieron así, acostados y con los ojos cerrados, lo cierto es que ninguno de los dos volvió a dormirse. Lo sucedido anoche todavía colgaba sobre sus cabezas, sobre todo del más joven de ellos.

Martin todavía seguía dándole vueltas a la conversación que había tenido con sus amigas y a todo lo que eso había despertado en su interior. La sola idea de pensar que ya no se quisieran le había desgarrado el corazón y le había hecho entrar en pánico.

Sin embargo, las horas de sueño y de cercanía con él le habían servido para aclararse un poco.

Inspiró y alzó la cabeza. Agarró la cara de Juanjo con una mano y le hizo enfrentarse a su mirada. Este le frunció el ceño, no con molestia sino con preocupación. Se observaron el uno al otro unos largos segundos, tragándose cada detalle del rostro del otro que ya habían memorizado hacía mucho tiempo.

—¿Estás bien? —terminó por preguntar el mayor, sin dejar de pasear la mirada por su cara en busca de algo nuevo que le descubriera los secretos de su mente.

—Estoy mejor —respondió Martin, con simpleza.

Las caricias en su espalda bajaron y se extendieron a su cintura. Sus propias manos apretaron el rostro de Juanjo y lo apretujaron y amoldaron a su antojo, haciéndole quejarse, aunque su risa no se le dejó tomárselo muy en serio.

Hacía mucho que no estaban así, tan relajados y cariñosos. Lo había echado de menos y una parte de él estaba sorprendida de la facilidad con la que habían caído en ello, lo cómodo que estaba con la situación. De forma inconsciente había comenzado a creer que volver a hacer este tipo de cosas ahora sería raro e incómodo, por lo que cada vez que se le pasaba por la mente, lo desechaba de inmediato.

—Mírame —le pidió Martin con tono serio, mientras mantenía sus mejillas apretadas en forma de pez. Juanjo arqueó levemente una ceja ante la orden, pero obedeció.

Y a través de sus ojos se adentró en su alma. Tuvieron una conversación sin palabras, se mostraron vulnerables como hacía tiempo que no ocurría y se comprendieron. Por primera vez desde que la relación se había encrespado, ninguno intentó ocultarle al otro nada. Dejaron que se viera el temor, la inseguridad, la desesperación; así como también se vio la determinación, la voluntad, el cariño.

—¿Tú me quieres? —cuestionó Martin, con voz pequeña.

—Claro que te quiero —respondió Juanjo, como si fuera obvio.

—Ya no me lo dices. —Sus palabras eran frágiles, casi tanto como su mirada pucherosa.

Juanjo tragó saliva y tardó en encontrar una respuesta, aunque Martin ya vio todo lo que necesitaba en su expresión: la culpabilidad arrastrándose e invadiéndolo todo junto al arrepentimiento.

—¿Quieres que te lo diga más?

Antes de que terminara de pronunciar la frase, la alarma volvió a sonar. Los dos dieron un respingo y el maño maldijo por lo bajo mientras se estiraba a apagarla.

—Joder... Ahora sí que me tengo que ir.

Martin se separó de él. Una vez tuvo vía de acceso libre, Juanjo se levantó de la cama para prepararse para su jornada laboral.

—¿Hablamos cuando vuelva? —La pregunta llena de duda de Juanjo fue acompañada de una mano suave en su brazo. Martin suspiró después de quedársela mirando unos segundos.

—Claro.

Al ver que no le correspondía la mirada, Juanjo tiró un poco de su brazo para ganársela. Sus pupilas conectaron un breve instante y eso fue suficiente.

—Te quiero, ¿vale? —le murmuró Juanjo, tras juntar sus frentes. Martin sonrió y asintió, con los ojos cerrados.

—Yo te quiero más.

Y antes de presionar sus labios juntos, sus narices se dieron una leve caricia.

"¿Cómo no voy a estar enamorado de él?" fue lo que pensó Martin en ese instante, con el estómago lleno de mariposas y la piel erizada.

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Bueno en fin qué voy a decir, que son monísimos y les amo.

Besos, bebed agua y stream el destello!!!!

Promesas desdibujadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora