CAPÍTULO 5: Mi gran amigo Edison

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Después de aceptar que tengo la peor suerte del mundo, decidí pasar el día en mi habitación, ya que era sábado. Traté de asimilar todo lo que recientemente había sucedido. Afortunadamente, mis amigos no contactaron conmigo para salir por ahí, así que me ahorré el tener que inventar alguna excusa absurda para no asistir. Era evidente, quería terminar aquello que por culpa de ese reloj, había quedado a medias

Cené a toda prisa y me acosté temprano, pero el sueño no llegaba. Mis pensamientos no me dejaban descansar, eran muy pesados. Sentía que me ahogaba en ellos, lo cual comenzó a estresarme aún más. De repente, me levanté de la cama sin razón alguna y empecé a hacer flexiones, primero con ambas manos, luego alternando con la derecha y la izquierda, y finalmente, unas cuantas en posición de diamante. Estaba agotado, pero satisfecho. Me dejé caer en la cama cansado, y en menos de diez minutos me quedé dormido.

En cuanto abrí mis ojos, corrí hacia la casa de Jenna. Pero cuando llamé a la puerta, nadie respondió. La casa no estaba cerrada con llave así que entré. Busqué por las habitaciones, pero no había ni rastro de ella. ¿Acaso aún no había dormido? Me tumbé en su cama, esperando a que apareciera de golpe, pero el tiempo pasó y pasó, y ella no apareció. Me extrañé mucho y comencé a preocuparme de manera apresurada. El día transcurrió y ella seguía sin aparecer.

Era domingo, y la inquietud me consumía. Decidí llamar a Edison, el único amigo que realmente me entendía y sabía todo sobre mí. Nos encontramos en las pistas de siempre, donde jugamos un rato a baloncesto para despejar la mente. Luego fuimos a comer y fue en ese momento cuando decidí sacar el tema que me estaba atormentando.

–El otro día... casi beso a una chica. –solté de pronto–.

–Ya decía yo que últimamente estabas actuando como un idiota. ¿Es la chica borde?

–Sí. –respondí con una sonrisa nerviosa– Digamos que nos interrumpieron y no pude terminar de besarla, pero no es eso de lo que quería hablar. Estoy preocupado, quizá suene egoísta, pero estoy preocupado por mí, me asusta cómo me estoy sintiendo. Ya sabes cómo soy, cuando me enamoro, lo hago con todo el corazón... Además, le hablé sobre a lo que me quiero dedicar y el porqué, le hablé de mi hermano.

–Joder... –murmuró sorprendido– Nunca le habías contado eso a nadie, solo tu familia y yo lo sabemos. Estás completamente enamorado, tío.

–Lo sé... –suspiré profundamente– Creo que le gusto, pero al mismo tiempo, no estoy seguro. Desde lo del beso, no la he vuelto a ver.

–¿Cuándo pasó?

–Hace dos días.

–¡Hombre, no te preocupes! –dijo riendo– Apenas ha pasado un día, ya la verás.

Pero era más complicado que eso, porque cada noche, cuando dormíamos, era cuando nos veíamos, y si no la había visto, era muy extraño, pero claro, eso no podía explicárselo a Edison, me trataría de loco.

–¿Y tú qué tal con Sam? –pregunté–.

Edison suspiró abatido.

–Sabes cómo es Samantha, y yo también. Prefiero no hablar de ella.

–¿Y Lucas? –insistí intentando animarlo–.

–¡Dios! No menciones su nombre. –dijo entre risas– Solo escuchar su nombre me pone la piel de gallina. Dice de vernos y luego desaparece. Me hice ilusiones con ese tipo, y al final resultó ser un completo idiota.

–No te preocupes, ¿vale? –dije, poniendo una mano en su hombro– Eres mejor que ellos, y lo sabes bien. No te desesperes, tu pareja soñada llegará, solo es cuestión de tiempo.

–Habló el que ya la encontró. –susurró entre risas–.

–¡Pero si aún no la he conseguido! –grité riendo con él–.

Edison era la única persona en la que podía confiar plenamente. Sabía absolutamente todo sobre mí. ¿Sabes la típica pregunta de quién te llevarías a una isla desierta? Mi respuesta sería, claramente, él. Era una persona increíble, amable con todo el mundo, aunque lamentablemente pocos lo eran con él. La vida no siempre lo trataba bien y sucedía lo mismo que a mí, si nos enamorábamos de verdad, no podíamos dejar ir a esa persona.

Aunque parezca contradictorio, a pesar de ser bastante sociable y hablar con mucha gente, me resulta difícil mostrar mi verdadero yo. Con esto no quiero decir que soy falso con la gente, para nada, tan solo si estoy teniendo un día de mierda, sonrío y digo que es el mejor día de mi vida. Si estoy enfadado, lo oculto. Pero con Edison era diferente. Con él, podía ser completamente sincero, sin miedo a ser juzgado. Nos entendíamos a la perfección y eso era algo muy valioso.

–De veras Ed, no sé qué haría sin ti. –dije de pronto mientras lanzaba a la basura los envoltorios de la comida–.

No sé por qué, ni cómo, pero me entraron unas ganas rotundas de agradecerle todo lo que había hecho por mí.

–Joder Da Vinci, no digas eso, que nos conocemos. –respondió con una sonrisa, ayudándome– La última vez que te pusiste así y comenzaste a agradecerme las cosas, terminé llorando frente a todos los padres en la graduación de la escuela.

–Es cierto. –recordé– Me disculpo por eso.

Edison negó con la cabeza, restándole importancia. Después de recoger todo, decidimos dar una pequeña vuelta por el centro comercial. No había mucho que ver, era domingo, pero como las Navidades se acercaban, las tiendas estaban abiertas, había un bullicio de gente en las tiendas y en los pasillos. Tras eso, me acompañó hasta mi casa, aunque la suya estaba en la misma dirección, a dos calles de distancia. Al despedirse, con una sonrisa, trató de animarme respecto al tema de Jenna, lo agradecí así que también traté de animarlo, recordándole que su pareja ideal llegará, que tan solo tenía que esperar pacientemente. Nos dimos un saludo de manos, un gesto que con el tiempo mejoramos y observé como se marchaba lentamente por la acera hasta que desapareció y entre en casa.

No tenía mucho que hacer, estaba menos atormentado que en la mañana. Decidí dibujar por un rato. El dibujo me tranquilizaba, pero al mismo tiempo me estresaba hasta el punto de no querer volver a sujetar un lápiz nunca, menos mal, siempre terminaba volviendo a sujetarlo. Dejé que mi mente fluyera tranquila mientras garabateaba.

Cené mientras veía una serie. Tenía prisa por irme a dormir, pero no tanta como usualmente, no sé por qué, tenía... miedo. Se hacía tarde, al día siguiente tenía que levantarme temprano para ir a la escuela, así que finalmente me tumbé en la cama y me arropé con la sábana lentamente.

Para mi sorpresa, esta vez no me costó dormirme. No hubieron vueltas y más vueltas en la cama, en cuanto cerré mis ojos, me dormí.

Mientras nuestra realidad duermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora