La reina pelirroja miraba con cierta preocupación a la peliblanca. La había estado siguiendo e intentando hablar con ella, pero ni una sola palabra había salido de la boca de la joven Targaryen, y de cierto modo, eso hacía que la paciencia de la reina se agotara. Parte de Alicent quería agarrar fuertemente las mejillas de Rhaenyra y gritarle para saber qué era lo que Otto le había dicho para que llegara a ese estado. Sin embargo, no optó por esa idea y siguió intentando sacarle información de una manera más tranquila. Solo que la Targaryen no colaboraba, limitándose simplemente a caminar más rápido hacia donde fuera que se dirigiera.
—Rhaenyra... —volvió a llamar Alicent en un tono suplicante, pero no hubo respuesta alguna.
Al ver que no obtenía ninguna palabra, Alicent decidió jugar la carta que había estado meditando durante un buen rato y que tanto miedo le daba. Si eso no funcionaba, ya no sabría qué hacer. Mientras lo pensaba, vio cómo Rhaenyra comenzaba a caminar más rápido.
—Deja de esquivarme —pidió la Hightower al ver a la Targaryen acelerar el paso—. ¡Rhaenyra!
—¡Déjame sola! —gritó exaltada, finalmente rompiendo el silencio. No estaba de humor para soportar a Alicent, y temía decirle algo de lo que luego se arrepentiría.
—Volemos en Syrax —dijo Alicent de pronto, viendo que la princesa no se detenía por nada del mundo. Decidió usar su última carta.
—¿Qué? —preguntó Rhaenyra sorprendida—. ¿Alicent, qué?
—Vamos, no perdamos más tiempo —respondió la reina, esta vez siendo ella quien avanzaba por delante, dejando a una asombrada Rhaenyra siguiéndola en silencio.
Al llegar al lugar donde se encontraban los dragones, Rhaenyra pidió que le colocaran una montura extra a Syrax. La princesa fue la primera en subir, seguida de Alicent. Apenas se acomodó y tomó la cintura de Rhaenyra para aferrarse con fuerza, Alicent comenzó a arrepentirse de todas sus decisiones hasta el momento. Quizás arreglar las cosas con Rhaenyra no era tan importante, después de todo.
La hijita de Viserys, una vez sintió el toque de Alicent en su cintura, decidió dar inicio al vuelo rápidamente y empezar a hacer las acrobacias que solía realizar cuando estaba en los cielos. En ese preciso momento, Alicent, por primera vez en toda su existencia, maldijo a los Siete. Quería bajarse, necesitaba bajarse. No, esto no tenía futuro, tenía miedo. ¿Qué tal si algo asustaba a la dragona y caían y morían? ¿Qué tal si, en medio del vuelo, Syrax decidía dejar de volar y se lanzaba hacia abajo?
Y por si se preguntan, Rhaenyra sabía perfectamente el miedo que sentía Alicent, sus ganas de bajarse, de huir como fuera, y en venganza por no detener los comentarios de Otto, decidió hacer más y más piruetas.
Alicent, al sentir todo eso, llegó a una sola conclusión: se iba a deshacer de Rhaenyra en cuanto tocaran suelo. La princesa se arrepentiría de haber hecho tantas acrobacias en el aire.
—¡Una pirueta más y te juro por los Siete que te vas a arrepentir!
—¿Qué me harás? —preguntó Rhaenyra de manera desafiante, lo cual hizo que la ira de Alicent aumentara.
—Te voy a dejar de hablar —comenzó Alicent—. Y te dejaré sin besos una semana, o dos.
Esa última oración fue más que suficiente para que a Rhaenyra se le quitaran las ganas de volar locamente por los cielos. Empezó a volar de manera recta y delicada. De alguna manera, Alicent comenzó a disfrutar de la brisa en su rostro. Apoyó su mentón en el hombro de Rhaenyra, mirándose ambas con cariño a los ojos. De ahí comenzaron a reírse, para luego hablar de lo ocurrido con Otto.
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Mientras Alicent y Rhaenyra daban un paseo en Syrax, Ceryse conversaba animadamente con el rey Viserys, hablando de asuntos triviales y de temas del reino. Aquello les recordaba a ambos la época en que la reina Aemma murió y el consejo presionó a Viserys para que volviera a casarse.
En ese entonces, Ceryse era un año menor que Alicent, y como era costumbre entre ellas competir en todo momento, pensó que por fin podría ganarle en algo. Pero no, como siempre, Alicent la superó en todo. Sin embargo, esta vez no sería así; ella le arrebataría el puesto de reina a Alicent y se convertiría en la nueva esposa de Viserys. Solo era cuestión de tiempo para que su nombre y el de la casa Lannister quedaran registrados en el árbol de los Targaryen. Quizás, incluso, sería la madre del próximo rey.
Claro que la leona se olvidaba de un pequeño detalle: Viserys tenía una dragona en su castillo, y ella no estaría muy de acuerdo con que su adorada madrastra se marchara del castillo con sus hermanos.
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𝐘𝐎𝐔 𝐁𝐄𝐋𝐎𝐍𝐆 𝐓𝐎 𝐌𝐄
FanfictionLa reina verde solía "odiar" a su hijastra ante los ojos de todos, claro estaba. Pero cuando estaban las dos solas en una misma habitacion hacían cualquier cosa menos odiarse. Ambas conocían su terrible secreto, un secreto que tranquilamente podria...